Sofia Gubaidulina fallece a los 93 años
Sofia Gubaidulina fallece a los 93 años
Falleció el 13 de marzo de 2025, a los 93 años, en su hogar en Appen, cerca de Hamburgo en Alemania. Su muerte fue confirmada por su editor, Boosey & Hawkes, quien llamó a Gubaidulina “La gran dama de la nueva música”
Nacida en 1931 en Chistopol, República Tártara de Rusia, la compositora fue víctima de diversas medidas represivas y restricciones impuestas por la política cultural soviética al inicio de su carrera.
Tras la incorporación de muchas de sus obras a programas de conciertos occidentales a principios de la década de 1980, gracias en parte a la enérgica labor del violinista Gidon Kremer, decidió, como muchos otros compositores rusos, abandonar su tierra natal y emigrar a Alemania. Desde 1992, reside cerca de Hamburgo, en un tranquilo pueblecito de la región de Geest y Marsch, al sur de Holstein. Fue miembro de la Akademie der Künste de Berlín, la Freie Akademie der Künste de Hamburgo y la Real Academia de Música de Estocolmo; recibió doctorados honoris causa del Conservatorio Central de Pekín, el Conservatorio de Música de Tianjin y la Universidad de Chicago; fue nombrada miembro de la Orden del Mérito en 1999 y recibió numerosos premios.
Sofia Gubaidulina pasó buena parte de su juventud pidiéndole al cielo que algún día pudiera convertirse en compositora. En su caso, sus plegarias resultaron atendidas, y no para su desgracia, como apuntaba Santa Teresa. Eligió el camino correcto, pese a tener que lidiar contra el desprecio y la censura de las autoridades soviéticas, que recelaban tanto de su religiosidad como de la audacia que exhibía a la hora de seguir sus propios caminos expresivos, sin atenerse a dogmas ni consignas.
Alcanzó a estudiar composición y piano en el conservatorio de Kazán, donde se graduó en 1954. Y luego prosiguió su formación en el legendario conservatorio de Moscú, donde tuvo como profesores a Nikolay Peyko y Vissarion Shebalin, ambos buenos amigos de Shostakovich.
Pese a la búsqueda de una honda espiritualidad, su música no se componía de amables ni austeras melodías contemplativas, era más bien oscura, dotada de un profundo sentido casi trágico, de constante búsqueda expresiva para intentar comunicar la dificultad del encuentro entre el hombre y Dios. Su estilo indagaba en secretas sonoridades, a menudo ambiguas, siempre personales.
En la antigua Unión Soviética, sus composiciones fueron etiquetadas de “irreponsables” por su exploración con afinaciones alternas. Le ayudó a poder desarrollarse el apoyo de Dmitri Shostakovich, quien la animó a continuar por su “camino erróneo”. Pese a todo, y aunque nunca fue encarcelada, sí estuvo bajo vigilancia permanente de la KGB.
A mediados de los 70, Gubaidulina fundó Astreja, un grupo de improvisación con instrumentos folclóricos con sus alumnos los compositores Victor Suslin y Vyacheslav Artyomov. A inicios de los 80, comenzó a usar la serie de Fibonacci como modo de estructurar la forma de una obra. Esta peculiar concepción se aplica en obras como “Perception”, “Im Anfang war der Rhythmus”, “Quasi hoketus” y la “Sinfonía Stimmen… Verstummen…).
Su gran éxito en Occidente llegó con “Offertorium“ , un concierto para violín estrenado por Gidon Kremer en Viena en 1981. El concierto toma el tema “Real” de “La Ofrenda Musical“ y lo fragmenta en notas individuales dispersas por la orquesta, demostrando la doble influencia de Bach y Webern. Las connotaciones religiosas y ritualísticas del título también son indicativas: como muchos en la Rusia soviética, Gubaidulina adoptó la fe ortodoxa en la década de 1970, a pesar de la represión estatal, y esta seguiría influyendo en toda su obra posterior. En 2000, la Internationale Bachakademie Stuttgart de Helmuth Rilling le encargó, junto a Tan Dun, Osvaldo Golijov y Wolfgang Rihm, componer una versión de la Pasión según San Juan como parte de un proyecto para conmemorar el 250.º aniversario de la muerte de Bach. Su contribución fue la “Johannes-Passion” (La Pasión según San Juan), una de sus obras más geniales y justamente reconocidas. Le seguiría dos años después su “Johannes-Ostern”, comisionada por la Hannover Rundfunk. Ambas piezas forman un díptico espiritual sobre la muerte y resurrección de Cristo.
En 2002 recibió el Polar, un relevante premio concedido por la Real Academia de Suecia de Música. Era miembro de la Academia de las Artes de Berlín y de la Freie Akademie der Kunste de Hamburgo, entre otras.
Su música fue defendida por destacados intérpretes occidentales, como Anne-Sophie Mutter, quien le encargó un segundo concierto para violín, “In Tempus Praesens” (2007), que estrenó con Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín. Andris Nelsons y la Orquesta de la Gewandhaus también han sido importantes promotores, lanzando un álbum de sus obras recientes “Ich und Du, The Wrath of God, The Light of the End“ en DG en 2021. Su catálogo discográfico es abundante, por lo que su mensaje humanista puede rastrearse a partir de una buena muestra, variada y bien servida en las grabaciones. Aunque sus obras son consideradas, en ocasiones, demasiado largas, siempre gozó de una atención que no han tenido otros colegas suyos.
Fue considerada la compositora rusa más importante de la actualidad y una persona que se inspiró en una profunda fe. Su interés en el mundo, en las personas y en lo espiritual conmovió a todos los que la conocieron y trabajaron con ella. En su trabajo, siempre se centró en lo elemental, en la existencia humana y el poder transformador de la música. Es como un ‘ermitaño volador’, dijo el director Simon Rattle, porque siempre está “en órbita y solo ocasionalmente visita tierra firme. De vez en cuando viene a nosotros en la tierra y nos trae luz y luego regresa a su órbita”. El director Andris Nelsons ha señalado que “la música de Sofia Gubaidulina, su intelecto y su profunda espiritualidad, es profundamente conmovedora. Realmente te llega bajo la piel”.
Típica de la obra de Gubaidulina fue la casi total ausencia de música absoluta. Sus obras casi siempre tratan de algo que trasciende lo puramente musical. Puede tratarse de un texto poético que sustenta la música o de algo oculto entre líneas, un ritual o una «acción» instrumental. Algunas de sus partituras dan testimonio de una intensa preocupación por las ideas místicas, el simbolismo cristiano o la literatura. A pesar de todo esto, su obra difícilmente puede dividirse en composiciones sacras y profanas. Hasta el final de su vida, se interesó por los raros instrumentos folclóricos y rituales de Rusia, el Cáucaso y Asia Central y Oriental, entre otros, con los que improvisaba y descubría mundos sonoros completamente nuevos. Su estilo se caracteriza por el uso frecuente de combinaciones instrumentales inusuales. En “In Erwartung”, combina un cuarteto de saxofones con percusión. Escribió obras para koto japonés y orquesta sinfónica.
Fue galardonada en 2017 con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música Contemporánea por sus “cualidades musicales y humanas” y por el “excepcional alcance” y la “calidad” de sus obras musicales.
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