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Por Publicado el: 25/03/2017Categorías: Noticias

Todos somos hijos de Arturo Toscanini

Todos somos hijos de Arturo Toscanini

Hoy hace 150 años del nacimiento de Arturo Toscanini. Su vida fue convulsa, genial, única y su figura cambió para siempre los estándares de lo que, a partir de su manera de hacer música, significaba ser director de orquesta.

Giulini, Abbado, Muti, Sinopoli, Gómez Martínez, Chailly, Gatti, Luisi… todos son hijos suyos, porque todos siguen una tradición exigente con un Pepito grillo interior que los obliga a no tocar las obras de arte más de lo estrictamente necesario, que en su caso, obsesivo y terco, era prácticamente nada… pero claro, de aquella nada, de aquel silencio de la partitura inerte, él hacía magia con sólo una batuta.

De pequeño tocaba el violonchelo y lo tuvo entre las manos cuando el propio Verdi dirigió a su orquesta en el estreno del Otello.

Su salto a la fama le llegó en 1886 sustituyendo al director de turno en una gira en Río de Janeiro cuando tenía sólo 19 años. El adolescente subió al podio y dirigió la Aída de memoria… cosas que tienen los genios. Al final de su carrera tenía diluidas entre sus neuronas más de 250 sinfonías y unas 100 óperas.

Aunque nació en Parma, su humildad y su adoración por la música alemana le llevó a olvidarse de su afán por componer tras su primera lectura de la genial Novena Sinfonía de Beethoven y su adoración por Wagner propició que fuera el primer director italiano contratado en Bayreuth y el primer italiano que introdujo su música en Italia.

Pero su veneración por la música italiana y la “propaganda” que de ella hizo en sus años del Metropolitan cambió el concepto de lo que hasta entonces eran las óperas de repertorio, con la inclusión del verismo en los teatros del mundo entero. Su amor por Verdi era incondicional, pero su relación con Puccini no fue del todo buena, el maestro tenía un carácter tremendo y una personalidad de aúpa que hacía que las mejores orquestas de su tiempo temblaran en su presencia. Aún así, el compositor no tuvo más remedio que reconocer que nadie hubiera podido dirigir tan excelentemente su Manon Lescaut y, como anécdota para la historia, fue Toscanini quien tuvo que dejar la batuta en el atril en ocasión del estreno de Turandot justo en la última nota que Puccini pudo escribir antes de su muerte.

Según Wally, su hija, fue la política quien los hizo enemistarse. Parece que en una reunión en casa de Puccini, el compositor comentó que estaba deseando que entraran los alemanes en Italia para poner el país en orden. Toscanini salió de la villa dando un portazo y gritando que le pegaría un puñetazo si volvía a verlo.

Porque quizás de todos los músicos de la época fue el más claro en evidenciar su odio por los regímenes totalitarios y expresarlo de forma contundente en todas sus entrevistas: «Si todo el mundo expresara su propia opinión honesta y valientemente, los dictadores y los criminales no durarían tanto tiempo».

En 1931 se negó a dirigir el himno fascista en Bolonia, lo que le costó el exilio hasta que, en 1946, pudo regresar a La Scala, eligiendo la obertura de la Gazza ladra de Rossini para abrir el concierto.

Toscanini, en fin, nos enseñó a ser fieles a nuestras ideas, a defenderlas y, sobre todo, a tener la decencia de ser fieles a nuestros mayores, a rebuscar en la partitura hasta encontrar sin miedo lo que el compositor quería decir con su obra, dejando la falsa modestia y la obsesión por la gloria en la batuta de los indignos.

https://www.youtube.com/watch?v=q7V6jsxWp2M

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