Crítica: concierto de saturación energética con Trpčeski, Petrenko y la Royal Philharmonic en Ibermúsica
Energía luminosa y precisión británica
Obras de Guinovart, Prokófiev y Stravinski. Royal Philharmonic Orchestra. Vasily Petrenko, director. Simon Trpčeski, piano. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de octubre.

Vasily Petrenko. @Rafa Martín/Ibermusica
El inicio de temporada de Ibermúsica reunió en su segundo concierto a la Royal Philharmonic con Vasily Petrenko y Simon Trpčeski en un programa que conjugó ingenio y energía. Guinovart, Prokófiev y Stravinski se alinearon en una velada de ritmo y color, núcleo estético que Petrenko dirigió con precisión.
Albert Guinovart (Barcelona, 1962) cultiva una escritura de pulso rítmico y gusto melódico. En su Vida secreta, orquestación de una sonata para piano a cuatro manos, el compositor proyecta un sinfonismo de frescura cinematográfica, con perfumes de Broadway y mucho de Bernstein. Petrenko lo reveló con trazo claro y vitalidad controlada, atento a los contrastes de textura entre la brillantez exterior y la elegía del movimiento central. La Royal Philharmonic lució timbres cristalinos, destacando la agilidad del clarinete, la calidez del oboe y el corno inglés, además de un concertino exquisito. La cuerda respondió con flexibilidad sin perder densidad. Una lectura luminosa y sin afectación que abrió la velada con contagioso optimismo. El compositor saludó desde el anfiteatro.
Compuesto en 1921, el Tercer Concierto para piano de Prokófiev equilibra virtuosismo y sátira, modernidad y estructura clásica. Simon Trpčeski (Skopje, 1979), pianista de sólida trayectoria internacional y frecuente invitado de las principales orquestas europeas, afrontó la obra con un ímpetu y comunicatividad fuera de serie. Desde los compases iniciales impuso un sonido brillante y ataque decidido, de articulación precisa aunque a veces más urgente que cristalina.
En el tema con variaciones hubo flexibilidad y sutileza de matiz; el Allegro ma non troppo final, un estallido de energía controlada, alternó humor con lirismo sin perder pulso. Su toque, la amplitud dinámica y una naturalidad casi improvisadora completaron un retrato de gran vitalidad. Petrenko acompañó con rigor y soltura, subrayando la arquitectura rítmica sin sofocar el discurso del piano. La Royal Philharmonic, dúctil y de sonido pulcro, respondió con cohesión y exactitud, especialmente en las maderas, de extraordinaria agilidad.
Una partitura servida con humor, vértigo y elegancia. El público premió a Trpčeski con entusiasmo y el pianista correspondió con Danza de los pimientos,, una danza macedonia llena de ritmo y, por si hubiera sido poca la impactante exhibición que había realizado en el concierto y la danza, aún se atrevió con el tremendo Precipitato de la Séptima Sonata de Prokófiev, dedicándoselo a Alfonso Aijón en buen castellano. Interpretación arrebatadora, con tal intensidad que arrancó una ovación cerrada.
Petrushka, estrenada en 1911 y revisada por Stravinski en 1947, condensa la esencia del ballet ruso: ironía, color y precisión rítmica. Petrenko desplegó gesto ágil y discurso claro, combinando energía con refinamiento. Desde la apertura carnavalesca, el entramado tímbrico se mantuvo nítido pese a la complejidad orquestal. La Royal Philharmonic brilló por equilibrio de planos: flauta de gran elegancia, trompeta firme, fagot y percusión de impecable sincronía.
No hubo alarde desmedido, sino una teatralidad medida, de sonido homogéneo y textura flexible, aunque con una exactitud admirable que, en ocasiones, resulta exagerada y llega a perjudicar el sentido musical por su sequedad. El final, suspendido en atmósfera de irreal melancolía, fue un ejemplo de control expresivo. A modo de epílogo, Petrenko ofreció dos propinas de Chaikovski -la Danza árabe de Cascanueces y la Danza de los acróbatas– servidas con refinado color orquestal y ritmo contagioso.
Este concierto confirmó la excelente sintonía entre Petrenko y la Royal Philharmonic en una velada vibrante y comunicativa de Ibermúsica, quizá con obras de demasiada energía para ser tocadas juntas.
Gonzalo Alonso



























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