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Por Publicado el: 04/03/2016Categorías: Crítica

Una Aida sin mucho brillo en el Palau Les Arts

AIDA (G. VERDI)

Palau de Les Arts de Valencia. 2 Marzo 2016.

El Palau deLes Arts recupera una producción que sirvió para inaugurar la temporada 2010-2011. Aquella representación de Aida no fue particularmente brillante ni escénica ni vocalmente, pero   dejó en mí un recuerdo imborrable. Me estoy refiriendo a la dirección de Lorin Maazel, que fue verdaderamente milagrosa. Hay algunos artistas que se convierten en punto de referencia cuando desaparecen. Ocurrió con Alfredo Kraus, y ocurre también con el director americano. Evidentemente, la parte musical no ha estado al nivel excepcional de entonces, mientras que las partes escénica y vocal no han mejorado el nivel que nos dejaron hace algo más de 5 años.

AIDA. LES ARTS. 20161Escena

Aida es uno de los títulos de ópera más atractivos para el gran público y, sin embargo, es uno de los títulos menos conocidos. Puede sonar a paradoja, pero no lo es. Cualquier posible espectador conoce la famosa Marcha Triunfal y muchos de ellos, incluso el Celeste Aida. Además muchos de los espectadores han podido asistir a representaciones estivales de esta ópera, cuyo objetivo es justamente ofrecer a lo grande lo que el espectador espera.  Eso trae consigo que el gran público identifica Aida con una ópera grande  y fastuosa  y espera  encontrarse con  pirámides, templos, desfiles triunfales, tumbas y vestuarios brillantes y espectaculares. Sin embargo, Aida es para mí una ópera fundamentalmente intimista, centrada en la relación de un triángulo amoroso, desarrollado en un ambiente hostil. Es cierto que existen escenas grandiosas de masas, pero no son la parte fundamental de la ópera, aunque sean   las más conocidas. Algo parecido ocurre con Don Carlo y su Auto Da Fe, aunque en este caso la popularidad de su música no es equiparable a la de la escena triunfal de Aida.

Valga  este  párrafo  como  preámbulo a  la  clara  decepción  del  gran  público  con  la producción de David McVicar, quien huye de Egipto, grandeza y brillantez y se centra en la exposición de un drama humano e íntimo, en el que las circunstancias históricas son irrelevantes, ya  que se repiten una y otra vez a lo largo de la historia. Me refiero a los horrores de la guerra, los sacrificios humanos, el poder de los sacerdotes etc.,  que no hacen sino formar parte de la humanidad desde que el hombre habita el planeta Tierra y que son justamente el terreno de juego que elige el escocés para su trabajo escénico.

AIDA. LES ARTS. 20162Escena

La producción de David McVicar se estrenó hace 6 años en el Covent Garden, siendo una coproducción con el Palau de Les Arts y la Ópera  de Oslo. Es cierto que hay un concepto en la dirección de escena, pero no llega a buen puerto. Me parece interesante centrarse en los aspectos intimistas de la obra, pero hay que hacerlo mejor. La escenografía de Jean-Marc Puissant es bastante ramplona, con un escenario giratorio en el que se ofrece una pared por un lado y ni eso por el otro. El vestuario de Moritz Junge sale de Egipto para adentrarse en Oriente y resulta curioso más que brillante. El ambiente de  la  producción es  siempre oscuro y tétrico, sin que la  iluminación de Jennifer Tipton saque el partido que podía esperarse de este escenario en penumbra. La coreografía juega un papel preponderante en esta producción, pero tampoco resulta muy convincente. Su responsable en Valencia ha sido en esta ocasión Claire Talbot.

La dirección de David McVicar no resulta convincente, como ya ocurriera con ocasión de su estreno. Quizá lo mejor conseguido es la escena del Nilo y la del Juicio de Radamés, mientras que la primera parte, particularmente el triunfo y la escena final se pierden en un escenario vacío, en el que la supuesta tumba no es capaz de ofrecer el ambiente claustrofóbico necesario. Siempre he considerado a McVicar como un magnífico director de actores y masas, pero en esta ocasión tampoco su labor me ha resultado tan brillante como yo esperaba. En Valencia se ha encargado de dirigir esta reposición Allex Aguilera. Hace 5 años hubo problemas con David McVicar por el hecho de suprimirse algunos aspectos, como los cadáveres mutilados  que cuelgan del techo en la  escena del triunfo. Ahora se han podido ver y nada nos perdimos la primera vez.

AIDA. LES ARTS. 20163María José Siri

Al frente de la dirección musical estaba el valenciano Ramón Tébar, quien, además de luchar con la partitura de Verdi, tenía que hacerlo con la memoria que guardo de la dirección ya mencionada de Lorin Maazel. Considero a Ramón Tébar como un director muy sólido y en esta ocasión lo ha vuelto a demostrar, con una lectura muy cuidada en todo momento, con el inconveniente de haber ralentizado notablemente los tiempos, especialmente en los dos últimos acto de la ópera. Llevar tiempos lentos no es un problema en sí mismo, pero exige una gran intensidad y profundidad, si se quiere evitar caer en el tedio. Hace falta ser un genio de la dirección para ralentizar mucho los tiempos y que uno prácticamente ni se dé cuenta. Eso es lo que ocurrió hace 5 años con Lorin Maazel  Evidentemente, Ramón Tébar no es Maazel, aunque la duración musical de ambos ha sido muy parecida. En el caso del americano fue de 2 horas y 40 minutos, mientras que la del valenciano ha sido apenas  7 minutos más breve. Recordaré que en Valencia hubo en el año 2010 otra Aida dirigida or Omer Meir Wellber, cuya duración musical fue de 2 horas y 17 minutos, es decir 16 minutos más rápida que la de Ramón Tébar. La Orquesta de la Comunitat Valenciana volvió a demostrar su primacía entre las orquestas de foso españolas. Hay que destacar una vez más la actuación del Coro de la Generalitat Valenciana.

Aida fue interpretada por la soprano uruguaya María José Siri, que sustituía a la previamente anunciada Oksana Dyka. Me habían llegado noticias de que su actuación había sido muy poco convincente en las primeras representaciones. La  verdad es que su actuación me ha resultado bastante mejor que lo que los comentarios anteriores me hacían pensar. No diré que fue una gran Aida, pero sí que fue una sólida intérprete del personaje, con una voz adecuada, aunque no se le viera muy cómoda en las exigencias del finad de O, Patria mía.

El tenor puertorriqueño Rafael Dávila me resultó poco convincente en la parte de Radamés. La voz es amplia y, en principio, adecuada para las exigencias del personaje. Los problemas de Dávila residen en su afán de abrir sonidos, unido a un centro bastante sordo y poco atractivo, mientras que el timbre resulta más brillante por arriba. No es un dechado de expresividad por otro lado y acaba siendo un Radamés del que uno se olvida al salir del teatro. En su haber hay que señalar el hecho de que terminó el Celeste Aida en piano (más o menos).

AIDA. LES ARTS. 20164Marina Prudenskaja y María José Siri

La mezzo soprano rusa Marina Prudenskaja fue una convincente intérprete escénica de Amneris, menos vocalmente. La voz no es muy atractiva y tiene el inconveniente de que las notas bajas son casi inexistentes, brillando más por arriba.

Voz amplia y bien timbrada la del barítono italiano Gabriele Viviani, un adecuado Amonasro,  aunque  tiende  a  forzar  en  algunos  momentos.  Adecuado,  Riccardo Zanellato como Ramfis.

En los personajes secundarios, Alejandro López fue un Rey de voz sonora y de escaso atractivo. Sorprendente por brillante la voz de Fabián Lara como Mensajero, que puede  tener  buen  futuro.  Federica  Alfano  lo  hizo  razonablemente  bien  como Sacerdotisa.

El Palau de les Arts agotó las localidades en todas las representaciones al conjuro del título. El público no se mostró entusiasmado con el resultado de la representación, dedicando los mejores aplausos para Ramón Tébar y la Orquesta.

La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 11 minutos, incluyendo un intermedio  y dos  breves paradas  entre  actos. Duración musical de 2 horas y 33 minutos. Seis minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 135 euros, habiendo butacas de platea al precio de 119 euros. La entrada más barata costaba 38 euros. José M. Irurzun

Foto: T. Baeza

 

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