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CRÍTICA: "Rienzi" en Barcelona
CRÍTICA: "Adiós emocionado"
Por Publicado el: 30/06/2013Categorías: Crítica

Una «Novena» de espectro haydiano

             Beethoven: “Sinfonía nº 9”. Camilla Tilling, Nathalie Stutzmann, Joseph Kaiser, Dmitry Ivashchenko. Coro del Teatro (Intermezzo). Orquesta Filarmónica de Berlín. Director: Simon Rattle. Teatro Real, Madrid. 28-6-2013.

            Los problemas presupuestarios determinaron que Rattle y sus huestes berlinesas no nos pudieran ofrecer “La flauta mágica” de Mozart. En su lugar tuvimos que “conformarnos” con la “Novena Sinfonía” de Beethoven. Auténtico emblema del sinfonismo, fue expuesta con criterios musicales muy firmes y resultados sonoros excelentes. Aunque hay que matizar. Rattle utiliza un orgánico instrumental reducido, con cinco contrabajos de base, y busca unos planos y un equilibrio que se ajustan quizá a las pautas propias del primer cuarto del XIX, en el sendero de un Haydn. Líneas claras, ataques precisos y una general transparencia de texturas que establecieron un espectro sonoro clásico antes que romántico, dotado, sin embargo, de un refinamiento bastante alejado de lo agreste de la tímbrica primitiva. Pudimos apreciarlo, aunque en la fila 4 de butaca todo suena más bien confuso.

            El ciclópeo primer movimiento fue excesivamente elaborado y algo premioso, sin la alborotada tensión que ha de animar sus complejas estructuras. El Scherzo fue más convincente y mantuvo el necesario norte rítmico y danzable, y el sublime Adagio Molto e cantabile fue primorosa y elocuentemente dicho, como mandan los cánones. La batuta, elástica, minuciosa, el gesto suave y musical, la permanente sonrisa que ilumina el rostro fue embarcándonos a todos, aunque, en la rica y trabajada panoplia, la emoción estuviera ausente.

            Dentro de la muy luminosa reproducción de un conjunto orquestal de excepción impulsado por una persuasiva muñeca, en los “tutti” del cierre hubo rudeza y falta de empaste del Coro. Los pianos no tuvieron la deseada sutileza y las féminas tendieron a destemplar. Quizá faltaron ensayos para lograr una mayor adecuación del estupendo coro de ópera que es Intermezzo, ligeramente reforzado para la ocasión. Desigual cuarteto solista, con una Tilling esforzada, una Stutzmann poco audible, un Kaiser que salió de paso con apuros y un Ivashchenko totalmente fuera de lugar, tirante y desafinado. Es un bajo para Sarastro, no para la “Novena”. Arturo Reverter

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