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Daniel Barenboim, Music Director of the Teatro alla Scala
Antonio Iglesias, decano de la crítica musical española
Por Publicado el: 12/10/2011Categorías: En la prensa

Una orquesta se organiza como una gran empresa

Una orquesta se organiza como una gran empresa
Expansión, 12-10-2011
¿Quién es más importante el director de orquesta o los músicos a los que dirige? Todos tienen su importancia dentro de un grupo muy heterogéneo y decidirse por uno de ellos sería injusto. Lo cierto es que la orquesta es como un gran Estado o una gran empresa en el que todos tienen una función clave que permite que todo funcione en su justa medida. Hasta aquí todos de acuerdo, pero las cosas no son tan simples como parecen o al menos no es tan fácil ponerlas en práctica.
Hubo un tiempo en el que el director mandaba de una forma casi dictatorial. Un gran general al que los músicos seguían con devoción, respeto o incluso miedo. Hoy en día eso es impensable y muchos músicos se rebelarían ante lo que considerarían una falta de respeto a su profesionalidad y creatividad. Anularles no conduce al éxito. Los directores de nueva generación lo saben y los más veteranos lo han aprendido de su propia experiencia. Todos ellos lo han puesto en práctica y el espectador lo agradece.
Los directores de orquesta ahora son como los presidentes de ese gran Estado o empresa en el que el concertino o o primer violín es el primer ministro o consejero delegado. Es su apoyo dentro de la orquesta y sin él nada funcionaría. Para Alan Buribayev, director titular de la RTÉ Orchestra de Dublín, que participó en una sesión en Esade sobre el liderazgo dentro de la orquesta, «la relación entre el director y el concertino es crucial» y si ésta no funciona y no es fluida, nada funcionará en el seno del grupo.
Y es aquí donde se valora el liderazgo que ambos tengan. El director debe ser capaz de trasmitir a todos los integrantes de la orquesta el sonido que quiere que se escuche y el estilo tiene que ser inconfundible. Debe hacerse seguir. La música debe ser lo que él sienta y no una suma de los que sienten todos.
Por su parte, el primer violín debe liderar también a un equipo al que también representa. «No basta sólo con tener una buena técnica como músico. Si no es capaz de ejercer ese liderazgo, la orquesta fallará». El primer violín tiene a sus órdenes a un ejército de ministros o consejeros y les tiene que poner a trabajar en función de las necesidades de cada concierto. Si es un buen líder todos le seguirán incondicionalmente. De nada sirve ensayar si cuando surge un problema todos ellos son incapaces de reaccionar. Tiene que haber uno que asuma los riesgos y que se reponga del golpe para que todos lo hagan.
Es verdad que, como señalaba en la sesión de la escuela de negocios Javier Martí, presidente de la Fundación Excelentia, «la figura del director es muy importante ya que sería imposible tocar una gran sinfonía sin director», pero aclara: «Sin la orquesta y sin la adecuada conexión entre todos ellos, todo fallaría».
¿Quién tiene entonces la batuta de mando? Físicamente, la batuta la porta el director de orquesta. Es el que la mueve y el que trasmite sus sensaciones y sus órdenes a través de ella, pero el primer violín es el que consigue que el resto de la orquesta siga a su líder. Emelia Viaña

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