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Por Publicado el: 14/10/2009Categorías: Artículos de Beckmesser

Una reforma pendiente: la Federació Catalana de Teatre Líric (1ª parte)

Una reforma pendiente: la Federació Catalana de Teatre Líric (1ª parte)

Como es sabido Cataluña lleva décadas sin ver las propuestas de zarzuela que fluyen por España. Tras veinte años de actividad, la Associació Amics de l’òpera de Sabadell comandada por Mirna Lacambra dio un paso que, a pesar de ciertos titubeos artísticos, se mantiene vigente en temporadas como la presente y la programación de Maruxa de Amadeo Vives. No hay que olvidar tampoco las propuestas ocasionales de Lluís Pasqual o de compañías pseudoprofesionales menores que nos sorprendieron con montajes como el de Música Clásica de Chapí el verano de 2008 en Barcelona. Por supuesto, del Liceo poco se puede decir a favor: es vox populi el desinterés de la administración Matabosch por el género, lo que ha llevado al coliseo barcelonés a veinte años sin programar un título. El último fue aquella Doña Francisquita con Alfredo Krauss y Enedina Lloris en junio de 1988. El próximo verano, con el apoyo de la nueva comisión artística, parece que empezarán a lavar la imagen y se programará la producción de Doña Francisquita que el Teatro de Zarzuela de Madrid representará durante la primavera. ¿Así qué zarzuela se puede ver en Cataluña?
Pues la de la entidades amateurs. Hay distintas compañías de aficionados que presentan sus temporadas en teatros de barrio de Barcelona, aunque su existencia no deja de ser una falacia que sirve más para mantener la raíz patrimonial y de identidad de su integrantes que para la vitalización del género. Y digo falacia porque los decorados y trajes proceden de los dos o tres negocios afines a las entidades, igual que los recursos de escenografía o los refuerzos de coro. Lo mismo se puede decir de los mal pagados solistas y de una orquesta de bolo que se reúne en el ensayo general a vista que son las dos horas previas al inicio de la función. La falta de recursos económicos justifica los medios. Lo que no es de recibo es la poca substancia artística y el mayor descalabro de calendario y de programación de este conjunto de asociaciones que, teóricamente, están comandadas por la Federació Catalana de Teatre Líric. Y ese es el verdadero problema.
Creada en 2004 desde el departamento de Cultura Tradicional i Popular de la Generalitat de Catalunya, los buenos propósitos y la aportación anual de unos 46.000 euros no han servido para mejorar la organización de este órgano al frente del cual no ha habido los dirigentes adecuados. El proceso de maduración y seriedad en la gestión de la entidad ha sido una farsa por el negligente afán de socialismo democrático que concedió las riendas de un órgano público a los miembros de las mismas entidades amateurs. Lo más epidérmico que se daba hasta no hace mucho era la coincidencia de dos entidades en una misma fecha de función o la reiteración de un mismo título en una temporada.
Para quien no conozca la mecánica de estos centros le bastará saber que cada grupo programa de dos a cinco producciones por temporada con una única función. Tampoco se puede aceptar que un órgano con la supuesta responsabilidad de la susodicha federación -comandada por Josep Gracia y su séquito- sea incapaz de sufragar los déficits de éstas entidades, ni implantar una política artística y de expansión mínimamente sugerentes. ¿Por qué? Porque al frente de esta institución no hay figuras preparadas ni en lo musical y su entorno, ni en lo cultural, ni en la gestión. Es una de las consecuencias de la elección a dedo, sin un concurso para el proyecto.

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