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Por Publicado el: 27/04/2014Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Wagner en el Prado

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Wagner en el Prado

Cuando aún resuenan los ecos de ese «Lohengrin» en el Teatro Real que ha devuelto esperanzas a los aficionados, no estaría de más una visita al Museo del Prado como forma de ampliar enfoques culturales y conocer algo más del padre del caballero del Grial. Una de sus exposiciones temporales reúne varios cuadros, dedicados a Parsifal, de Rogelio de Egusquiza (Santander, 1845-1915), uno de los pocos españoles que llegaron a tener relación directa con Wagner. Sorprende que el Teatro Real, que cuenta con nutridos patronato y comisión artística asesora, no haya promovido algo al respecto junto al Prado.

Gracias a Eduardo Casanueva, miembro en su día de la comisión ejecutiva del teatro, pude conocer hace años la brillante exposición que organizaron el Museo de Bellas Artes de Santander y la Fundación Marcelino Botín, de la que se conserva un espléndido catálogo. El pintor quedó deslumbrado por la música wagneriana, entró en contacto con el compositor en 1879 y pintó bastantes cuadros con personajes de sus óperas como centro de ellos. En el Prado se exhiben uno del propio Wagner,  otro de Luis II de Baviera y varios dedicados a la última ópera «Parsifal» -Kundry, Titurel, Amfortas, el Santo Grial y el propio protagonista- a cuyo estreno acudió Egusquiza en 1882, que fueron donados por el pintor al Museo de Arte Moderno en 1902 y 1914 sin que prácticamente salieran a la luz.

Hubo algunos otros españoles que también se aproximaron al músico quien, por cierto, tenía en gran consideración nuestra cultura y muy especialmente a Calderón de la Barca. En el Centro se Estudios Montañeses de Santander se pueden consultar unos curiosos documentos depositados por José Simón Cabarga, quien fuera director del citado Museo de Bellas Artes en los pasados años cincuenta. Se trata de correspondencia entre este éste y Bayreuth, con intercambio de material para la exposición «Wagner en el mundo» de la Ópera de París en 1951 y es el propio Wolfgang Wagner, nieto del compositor y durante años responsable del Festival de Bayreuth, quién se interesa por todo cuanto pudiera haber en Santander de su abuelo. Resulta curioso el caso de Joaquín Marsillach Lleonart (1859-1883), a quién la enfermedad llevó a la música wagneriana hasta el punto de escribir en 1878 el libro «Ricardo Wagner, ensayo biográfico-crítico», que cuenta con un prólogo de José de Letamendi que gustó tanto al compositor que lo incluyó en su revista «Bayreuther Blätter» en 1878.

¡Qué ocasión perdida para que éstas y otras muchas cosas interdisciplinarias relacionadas con Wagner y España hubieran sido alumbradas con motivo de «Lohengrin»! Esperemos que Valencia recupere todo ello en la gran exposición que prepara en torno al Grial. Gonzalo Alonso

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