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Por Publicado el: 27/10/2017Categorías: En vivo

Andsnes: la excepcionalidad de la discreción

Andsnes: la excepcionalidad de la discreción

Critica de clásica / Auditorio Nacional

Obras de Sibelius, Widman, Schubert, Beethoven y Chopin. Leif Ove Andsnes, piano. Ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica, Madrid. 24-X-2017.

La cita con el Ciclo Grandes Intérpretes era en esta ocasión con Leif Ove Andsnes, una de esas figuras de crecimiento lento dentro del mundo pianístico y que mezclan una excelente reputación con una ausencia de mitificación por parte del público que no padecen otros artistas de su nivel o factura técnica. El programa parecía a priori un poco extremo, yendo y viniendo por Europa entre saltos estilísticos de casi 200 años, pero se percibió desde el inicio una conexión íntima que iba mucho más allá del mero contraste.

Comenzó el recital con algunas piezas, casi miniaturas, de Sibelius. Los tópicos con los que siempre se cerca a la figura del finlandés fueron remarcados por Andsnes de forma sutil pero obvia: la naturaleza, el poso folclórico, los coqueteos con el impresionismo, la factura postromántica del discurso. El poliedro de influencias que representa Sibelius (Liszt, Chopin, Debussy…) se traslada a la partitura casi como un juego de agudeza visual, donde a poco que el oyente se fije encuentra los objetos perdidos de otros compositores. Destacó su Romanza op. 24 Nº 9, una especie de premonición musical de la segunda parte del concierto.

Tras una interesante y evocadora pieza de Widman («Idyll y Abyss», de sus Seis reminiscencias de Schubert), Andsnes se sumergió en las Tres piezas, D. 946 de Schubert, unas partituras que tienen mucho de trampa para el intérprete, que las suele llenar de exceso de potencia y perder la claridad en los pasajes más rápidos. Nada más lejos. El pianista noruego prefirió un elogio a la transparencia, sin exagerar el peso de muñeca y llevando el lirismo por otros derroteros. Similar enfoque para la Sonata Nº 17 en Re menor de Beethoven (¡magnífico Allegro final!), para acabar con un nocturno y una balada de Chopin absolutamente serenos y descargados de afectación o tics interpretativos.

Hay muchos pianistas que resuelven los adagios con una sensibilidad excepcional. Otros tantos genios de la técnica hacen lo propio con los movimientos rápidos. Andsnes, permitiendo mucho espacio al silencio expresivo, enuncia de manera ejemplar los tiempos medios, el nudo de la novela musical, esos lugares donde la arquitectura lo es todo. Dos propinas (la Balada Nº 3 de Chopin y el Impromptu Nº 5, op. 5 de Sibelius) cerraron un recital generoso, con dos horas de pianismo del más alto nivel para un auditorio que supo esta vez contener las toses. Es una lástima que un concierto de estas características apenas alcanzara los dos tercios de entrada. Mario Muñoz Carrasco

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