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Por Publicado el: 25/11/2012Categorías: Crítica

KROL ROGER (K.SZYMANOWSKI) Palacio Euskalduna de Bilbao

KROL ROGER (K.SZYMANOWSKI) Palacio Euskalduna de Bilbao. 24 Noviembre 2012.

ABAO tiene muchas deudas pendientes con óperas del siglo XX, lo que no tiene nada de extraño, teniendo en cuenta que hasta 1999 nunca se había representado en las temporadas de la asociación bilbaína una ópera estrenada en el siglo XX y que no hubiera sido compuesta por un músico latino. Evidentemente, hay mucho donde elegir en óperas del siglo XX,  tanto del este como del oeste de Europa. Ahora le ha llegado el turno a Krol Roger, de Szymanowski, que parece contar con el favor de los teatros de ópera españoles, puesto que en 3 años se ha representado en Barcelona, Madrid y Bilbao. Eso sí, en tres producciones escénicas distintas, como  si la comunicación entre los teatros fuera inexistente.

No cabe duda de que Krol Roger es una ópera importante y digna de conocerse, contando con momentos musicales de gran calidad, especialmente el arranque de la ópera, la canción de Roxana, la danza orgiástica y el himno al sol del protagonista al final de la obra. Aparte de estos destacados momentos, la música no es muy “amigable” para un público tradicional. Se ha asistido en los últimos años a sacar del olvido esta ópera, aunque todavía no ha pasado por ninguno de los grandes templos de la lírica en el mundo, es decir la Scala, el Metropolitan, la Staatsoper de Viena o el Covent Garden. El futuro dirá cuál es el destino final de la ópera de Szymanowski.

Decía más arriba que es ésta la tercera vez que se representa Korl Roger en España y que se ha ofrecido en tres producciones distintas: las de David Pountney, Krzysztof Warlikowski y ahora la de Michal Znaniecki, que es una nueva producción, colaboración de ABAO y del Teatro Wielki de Poznan.  En mi opinión es esta producción la más atractiva de las tres vistas hasta ahora en España. A juzgar por algunos artículos y manifestaciones del director de escena  polaco parecía que el tema de la homosexualidad iba a ser el centro  de la producción, y así ha sido, particularmente en el tercer acto. Estamos ante una ópera muy enigmática, en la que la condición sexual del compositor está presente, pero de una manera un tanto ambigua. Parece que la ambigüedad no es una de las cualidades más destacables en Michal Znaniecki.

El espectáculo escénico resulta muy atractivo, trayendo la acción a tiempos actuales, lo que no supone ningún problema, ya que la trama tiene mucho de intemporal, como ya ocurriera también con las producciones de Pountney y Warlikowski. La escenografía (Luigi Scoglio) nos ofrece no una basílica bizantina en el primer acto, sino el comedor del Rey, donde la familia desayuna, ofreciendo unas ventanas laterales y al fondo del escenario, donde se sitúa el coro y figurantes. El segundo acto mantiene la misma escenografía, modificando el atrezzo para figurar un salón, donde se encuentran el Rey y el Pastor. El último acto es el más rompedor, discutible y provocativo, ya que estamos en una gran barra de bar de ambiente decididamente homosexual, donde no faltan imágenes procedentes de la Fiesta del Orgullo Gay. Edrisi es el camarero y el Rey Roger  uno de los clientes, ofreciéndose incluso  un supuesto cuarto oscuro para solaz de la clientela. Finalmente, las paredes giran y la barra desaparece para permitir la escena final, en la que el Rey Roger canta su himno al sol, representando al Dios Apolo. El vestuario (Joanna Medynska) es adecuado y hay que destacar la estupenda labor de iluminación de Bogumil Palewicz a lo largo de toda la representación. Estéticamente, se trata de un trabajo muy bien hecho, pero de concepción muy personal del responsable escénico, más que discutible, por otro lado.

Hay otros aspectos de la producción que me resultan poco aceptables. Es sorprendente que la canción de Roxana, sin duda el momento vocal más brillante de la ópera, se cante por la soprano fuera del escenario, desde el foso de la orquesta, mientras una actriz actúa al fondo del escenario. La soprano, que resultaba  inaudible en escena durante el primer acto, no tenía problemas para que su voz llegara al auditorio desde el foso.  Lo mismo ocurrió en el tercer acto, donde además de Roxana, también el Pastor cantaba en el foso. Curiosamente, ambos resultaban mucho más audibles en esas condiciones  que cuando estaban en escena. Nunca había experimentado la calidad acústica del foso del Euskaldunas, pero es un auténtico hallazgo, que se podrá a partir de ahora utilizar con cuantas voces minúsculas sean contratadas por ABAO. Bastará con poner al cantante en el foso y un actor arriba. Por este simple procedimiento el Euskalduna puede convertirse en un milagro acústico. Hubo quien pensó que esas voces provenientes del foso estaban amplificadas, pero me cuesta aceptarlo y eso tendría que ser demostrado. No estoy en disposición de dar una respuesta a este sorprendente problema de Física, pero no puedo sino acordarme de un  profesor de Filosofía que yo tuve en mis años jóvenes, que aseguraba que la evidencia no se demuestra, sino que simplemente se muestra.

La dirección musical estuvo encomendada al director polaco Lucas Borowicz, que tuvo un buen debut en Bilbao. La impresión es que conoce perfectamente la partitura y que obtuvo una notable prestación de las fuerzas a sus órdenes. En su lectura hubo en muchas ocasiones tendencia al efectismo y la superficialidad, particularmente en el último acto, en el que abusó de volumen.  En mi opinión una mayor profundización  y emoción podía haber mejorado su dirección. Hay que destacar la notable prestación de la Orquesta Sinfónica deEuskadi, que parecía encontrarse más motivada en este repertorio que en otras ocasiones. También el Coro de Ópera de Bilbao  estuvo bastante mejor que en las dos óperas anteriores de la temporada. Hubo un buen complemento coral por parte de la Kantika Korala de Leioa.

El Rey Roger fue muy bien interpretado por Mariusz Kwiecien, que fue el único de los cantantes en escena, cuya voz llegaba con nitidez al auditorio. Nada hay que objetar a su actuación escénica ni tampoco a su prestación vocal. Estamos ante uno de los mejores barítonos líricos de la actualidad, aunque no sea este personaje particularmente exigente para el cantante. Es sin duda el mejor Krol Roger posible y así hay que reconocerlo.

 Llamaba poderosamente la atención el anuncio de la soprano Iano Tamar en el personaje de Roxana, ya que el personaje pide una soprano lírica o incluso una lírico-ligera, y la georgiana es hoy en día una soprano dramática, que incluso ha cantado roles de mezzosoprano. Para quien esto escribe poco hay en común en cuanto a características vocales entre Roxana,  Amneris (Bregenz 2010) y Lady Macbeth, que venía de cantar en Lyon. Iano Tamar estuvo en Bilbao, pero o se retiró o la retiraron y la organización tuvo que recurrir a una desconocida soprano polaca, Agnieszka Bochenek-Osiecka, para salvar la situación. Se trata de una soprano ligera de voz de escasa calidad y de volumen muy reducido, prácticamente inaudible en el centro, cuando estaba en escena. Únicamente, se le escuchó en las intervenciones desde el foso, incluyendo la conocida canción de Roxana. ¡Qué cosas ocurren en el Euskalduna!

El Pastor, el Dios Dionisios del tercer acto, aunque aquí no resulta visible en escena, es un personaje muy comprometido y exigente, del que es muy difícil salir airoso. La tesitura es complicada y hay que salvar el muro de la orquesta. José Luis Sola fue el intérprete de este complicadísimo personaje y su actuación tuvo luces y sombras. Entre los aspectos positivos hay que señalar su notable actuación escénica, ya que resultó un intérprete muy creíble, así como el hecho de ofrecer un canto muy natural y sin forzar, resolviendo bien la complicada tesitura de la partitura. El problema mayor es que su instrumento es reducido y no está muy bien emitido, especialmente en un auditorio como el Euskalduna. Resultó un Pastor escasamente audible, salvo en el tercer acto, en el que cantaba desde el foso del milagroso Euskalduna.

Francisco Vas fue Edrisi, el confidente personal del Rey Roger, aunque en esta producción era más bien mayordomo y camarero. Este estupendo cantante también sufrió las inclemencias del Euskalduna, ya que su voz tampoco llegaba muy bien al auditorio, cosa que nunca le ocurre en otros teatros. Hay que decir que la produccion le penalizó notablemente, al hacerle cantar repetidamente desde el fondo del escenario.

Felipe Bou cumplió bien como Arzobispo, lo mismo que la polaca Iryna Zhytiynska como Diaconisa. ¿Hay que ir tan lejos para encontrar una mezzosoprano para cantar una parte tan reducida?

El Euskalduna ofrecía huecos evidentes,, con una entrada algo por debajo del 90 % del aforo. El público se mostró frío, dedicando los mayores aplausos a Mariusz Kwicien. El equipo creativo, encabezado por Michal Znaniecki, escuchó abucheos, cosa poco habitual en Bilbao. La representación comenzó con 15 minutos de retraso por un infarto sufrido por un espectador, que hubo de ser evacuado. La duración total del espectáculo fue  de 1 hora y 46 minutos, incluyendo un intermedio de 33 minutos. Duración estrictamente musical de 1 hora y 13 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante  5 minutos. El precio de la localidad más cara era de 186 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre los 150 y 133 euros. La entrada más barata costaba 80 euros. Son precios muy elevados para un reparto digno de la llamada Ópera Berri, exceptuando, por supuesto,  al protagonista.  En esta ocasión no he leído lo de “La ópera al alcance de todos”. Mejor así. José M. Irurzun   

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