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Por Publicado el: 28/10/2012Categorías: Crítica

UN GIORNO DI REGNO (G. VERDI). Palacio Euskalduna de Bilbao.

UN GIORNO DI REGNO (G. VERDI). Palacio Euskalduna de Bilbao. 27 Octubre 2012.

 Sigue ABAO adelante con el ciclo  Tutto Verdi y le llega ahora al turno a esta segunda ópera del compositor de Busseto, que fue su primer fracaso y es la ópera menos representada de las 28 suyas. Indudablemente, estamos ante una ópera menor de Verdi, aunque no merezca el fracaso que obtuvo en su estreno y su inmediata retirada del cartel, habiendo tardado nada menos que 161 años (2001) en volver a subir al escenario del Teatro de la Scala, que es donde se estrenó.

La obra se compuso como una ópera buffa y únicamente de forma parcial se puede considerar que puede formar parte de este género. Le falta, sin duda, la frescura chispeante y la originalidad de las óperas del mismo género de Rossini, que era el compositor más admirado, cuando Verdi estrenó Un Giorno di Regno. Los originales y sorprendentes concertantes rossinianos en La Italiana, Barbero o Cenerentola no admiten comparación con los que Verdi compuso en esta opera. Hay momentos en que el Verdi posterior aparece en la partitura, aunque de modo un tanto sorprendente. Tanto en el aria de entrada de Belfiore como en el coro que abre el segundo acto, hay momentos musicales que rememoran el Ernani, que no tardará en llegar.

 

No son muchas las oportunidades que se le ofrecen al aficionado de conocer esta ópera y, por tanto, me parece muy oportuno que ABAO haya presentado la ópera por primera vez en Bilbao. No es la primera vez que se representa en España, ya que se pudo ver en La Coruña hace 11 años y en la misma producción, pero no me consta que jamás se haya representado en Barcelona ni en Madrid. Tampoco en el resto del mundo sus apariciones son frecuentes. Hay que retrotraerse al año del centenario de la muerte de Verdi para verla anunciada en algunos teatros italianos de primer orden. Posteriormente, no tengo constancia de su presencia en teatros, salvo la reposición en el año 2010 en Parma y dos producciones menores, una  en Bremerhaven la temporada pasada, y la otra en un pequeño teatro de Buenos Aires hace un par de meses.

La producción ofrecida por ABAO es la conocida de Pier Luigi Pizzi, que se estrenara en 1997 en Parma y es la que pudo verse en la Scala con ocasión del mencionado centenario verdiano, así como en el estreno en La Coruña y en la reposición más reciente en Parma. Como siempre, Pizzi es responsable de escenografía y vestuario y su trabajo resulta agradable y atractivo desde un punto de vista estético. El buen gusto está siempre presente en la escena, con rápidos cambios de escenografía a base de movimientos de elementos móviles,  a la vista del espectador, así como un colorista y divertido vestuario, que responde a la época de la trama (1733).

Este tipo de óperas necesitan una importante  dirección escénica y aquí la labor de Pizzi hace agua, sin que el responsable de la producción en Bilbao, Massimo Gasparon, consiga darle la vida necesaria. No sé si los ensayos habrán sido suficientes o si la imaginación del responsable escénico no da para más, pero el espectáculo parecía más una versión de concierto con vestuario que una representación escénica propiamente dicha. Los solistas, salvo excepciones, no eran capaces de transmitir alegría ni credibilidad al espectador.  La dirección de masas era inexistente, aparte de algunos movimientos infantiles de manos. ¿La imaginación del director de escena  no da para más que para hacer que el coro baile en corro en la escena final? Como el famoso submarino de Gila: De color bien, pero no flota.

La dirección musical estuvo encomendada al veterano y reconocido maestro Alberto Zedda, quien, a punto de cumplir 85 años, se encuentra  en una forma física envidiable. El maestro Zedda es una autoridad indiscutible en lo referente a Rossini, pudiendo considerarse como el auténtico embajador del compositor de Pésaro en el planeta Tierra. Pocas son las ocasiones en que Zedda es invitado a dirigir óperas de otros compositores, tal es su identificación con Rossini. Su actuación en esta ocasión me ha resultado decepcionante en gran medida, muy alejada de lo que he tenido ocasión de escucharle en otras ocasiones. La ligereza, la frescura y la diversión estuvieron ausentes durante  la primera parte de la ópera, mejorando a continuación, pero tampoco en exceso. Nuevamente, no puedo juzgar si los ensayos han sido suficientes, pero hubo más de un problema de coordinación entre foso y escena. No deja de llamarme la atención que, en plenos ensayos de esta ópera, el maestro Zedda haya dirigido una gala de ópera en Berlín, conmemorando el  centenario de la Deutscheoper. Es posible que no haya tenido efectos negativos  en el resultado de la representación, pero no creo que haya ayudado en absoluto. La Orquesta Sinfónica de Navarra no tuvo una actuación muy brillante, por debajo, desde luego, de lo que ofrecieron el año pasado en Romeo et Juliette bajo la dirección de Caballé-Doménech. Alguna responsabilidad corresponderá al maestro Zedda. El  Coro de Ópera de Bilbao ofreció una decepcionante actuación. Las féminas no mejoran y los hombres ofrecieron casi tantas voces como coralistas había en el escenario en la escena de la cocina que abre el segundo acto.

No es nada fácil confeccionar un reparto atractivo para una ópera como ésta, teniendo en cuenta que casi ningún cantante la tiene en repertorio. Por ello hay que reconocer que, independientemente del resultado, el esfuerzo realizado por ABAO en este sentido es encomiable. Dicho esto, también  hay que reconocer que, si los ensayos han sido suficientes, no han sido bien aprovechados.

El Caballero Belfiore, es decir el Falso Estanislao, era el barítono eslovaco Dalibor Jenis, cuya actuación no ha sido muy convincente. La voz funciona razonablemente bien, pero no resultó apropiado ni vocal ni escénicamente. Le he visto mucho más desenvuelto en otras óperas bufas que en esta ocasión. El hecho de haber coincidido en el tiempo las representaciones de Lucia di Lammermoor en Oviedo con los ensayos de Un Giorno di Regno en Bilbao tampoco es un dato precisamente positivo.

 

                                                                     David Soar y Paolo Bordogna

Hay que considerar como un acierto el hecho de haber ofrecido a la soprano Irina Lungu en el personaje de la Marquesa del Poggio. Esta joven soprano tiene una voz agradable y homogénea, con facilidad en el registro agudo, aparte de tener una figura envidiable y facilidad para moverse en escena. Su talón de Aquiles radica en las notas graves, que resultan excesivamente pobres, casi inaudibles. Para ella fueron los mejores aplausos de la noche, a escena abierta.

Paolo Bordogna era el Barón di Kelbar y el único que no debutaba el personaje, puesto que lo había cantado hace dos años en Parma. De un bajo buffo – más bien barítono – hay que esperar que sea divertido en escena y cante con suficiencia. Todo  esto lo hizo bien Paolo Bordogna, siendo el único de los intérpretes en responder al concepto de personaje buffo.

 Tenía muchas dudas sobre la actuación de Silvia Vázquez en el personaje de Giulietta, ya que su paso hace unos meses por el Teatro Arriaga en Der Schauspieldirektor y La Canterina no fue muy positivo. Finalmente, las dudas se disiparon y su actuación ha sido aceptable, digna de una soprano ligera, de volumen vocal muy reducido, y fácil por arriba.

El tenor Antonino Siragusa sustituía a José Manuel Zapata y su actuación me resultó decepcionante. La voz de este tenor no es particularmente bella, pero siempre se ha distinguido por su desenvoltura escénica y su facilidad en las notas altas. En esta ocasión le he encontrado envarado en escena e inseguro en los agudos, que fueron problemáticos en algunas ocasiones.

 El británico David Soar fue un más bien modesto intérprete del personaje del Tesorero La Roca, quedando corto de vis cómica y ofreciendo una voz sin mucho atractivo. En los personajes secundarios  Eduardo Ituarte (Conde Ivrea) estuvo bien y Juan José Puente (Delmonte) no pasó de la modesta discreción.

El Euskalduna ofrecía huecos, con una entrada de alrededor del 85 % del aforo. El público se mostró cortés y poco entusiasmado durante la representación. En los saludos finales no hubo bravos para nadie, siendo los aplausos más intensos los dedicados a Alberto Zedda, Irina Lungu y Paolo Bordogna. La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 40 minutos, incluyendo un intermedio de 27 minutos. Duración musical de 2 horas y 9 minutos. Los aplausos finales – bastante arrastrados – se prolongaron durante  5 minutos. El precio de la localidad más cara era de 166 euros, oscilando el precio en los pisos superiores entre 138 y 92 euros. La entrada más barata costaba 71 euros. El lema de La ópera al alcance de todos no parece ser muy oportuno, cuando el día del estreno  quedaban prácticamente  2.300 entradas sin vender para las 4 representaciones. José M. Irurzun  

Fotografías: Cortesía de ABAO Copyright: Moreno Esquibel

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