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Crítica: The Sixteen, fiesta contrapuntística
Critica: Excelente Pasión orquestal y coralmente
Por Publicado el: 16/04/2019Categorías: En vivo

Crítica: Síncopas a toda presión en la OCNE

Síncopas a toda presión            

“Música latina y cine”. , 13 de abril de 2019.

Este concierto extraordinario ha supuesto un éxito espectacular de esta directora mexicana (1980) y de una buena Nacional, que ha sonado, vibrado y bailado a los ritmos de la música programada, que ha sido seguida por un público mayoritariamente joven que llenaba el amplio Auditorio madrileño y que incluso ha participado al final, animado e impulsado por De la Parra, tocando palmas. Al éxito ha colaborado el fulgurante pianista dominicano Michel Camilo (1954).

Dos músicos que llevan bien acendrado el ritmo en sus entrañas y que se han entendido a la perfección en la “Rapsodia en blue” de Geshwin, donde el teclista ha brillado por su limpieza de ataque, su diabólico juego, su “swing”, su habilidad para los pasajes a manos cruzadas, su seguridad y su facilidad para resolver los momentos más complejos a una velocidad de auténtico vértigo, aparentemente sin un solo fallo. Es artista de pegada, de apoyo certero, de dedos muy ágiles. Facultades que mostró asimismo, simpático, dicharachero y ceremonioso, en un solicitado bis, una pieza vertiginosa, sincopada, un más difícil todavía.

Lo acompañó fielmente De la Parra, menuda, esbelta y cimbreante, de batuta clara, de armoniosos movimientos, capaz de recrear la música con rigor agógico, vigor y rítmica variada, espejeante y encendida, antes que con satinados timbres o colores matizados. Las piezas interpretadas tuvieron mucha vida, dinamismo y contagioso aire danzable. Como las nueve “Danzas sinfónicas de West side Story” de Leonard Bernstein, cada una de las cuales tuvo su justo sentido. Así, pasamos, por ejemplo, de la cadenciosidad del “Prologue” a la gracia acentual del “Scherzo” o a la sinuosidad del “Mambo”, en la que la directora buscó apoyar con claridad la primera parte del compás. El bello tema de María, desgranado en otros momentos más queda y líricamente, se nos sirvió bailado con mucho aire en “Cha-cha”, mientras que en “Rumble”, con la flauta solista de Octavio Díaz, se logró, aquí sí, un hermoso y acolchado sonido.

El marchoso “Danzón nº 2” de Arturo Márquez nos permitió seguir el proceso que nos lleva de lo melódico a lo rítmico gracias al buen oficio de la directora, a su sentido del ritmo y a su control de dinámicas. Espléndido el efecto conseguido, tras un pianísimo y un silencio, en el bien medido “crescendo” postrero. Como excelentes fueron en general los resultados de la interpretación de “La Noche de los Mayas” (1939) de Silvestre Revueltas, buena muestra del estilo de este autor mexicano, en la que destacan su fantasía para crea un folklore imaginario, su habilidad para urdir compactas líneas melódicas de signo primitivo, sus contrapuntos disonantes y sus polirritmias.

Todos estos aspectos se nos ofrecieron bien servidos. Los solemnes acordes del primer número, “Noche de los Mayas”, fueron justamente expuestos, lo mismo que el amplio canto de la cuerda; o, en “Noche de jaranas”, los ritmos de la tierra; o, en “Noche de Yucatán”, las melodías balanceantes. El gran momento fue para el tema y variaciones de “Noche de encantamiento”, donde doce percusionistas aporrearon a conciencia un enorme arsenal de placas, membranas y otras superficies a fin de dar buena cuenta del oscuro espíritu ancestral de la tierra. El aparatoso e imponente final, con los arcos a toda máquina en barrido sensacional, nos llegó en todo su esplendor. Arturo Reverter

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