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PONS, DESPEDIDA EN LAS ALTURAS
Grimaud y Chailly, desde la ingravidez
Por Publicado el: 27/05/2012Categorías: Crítica

Temporada del Palau de les Arts
«Trovatore», un logro difícil
«Il Trovatore» de Verdi. J. de León, M. Agresta, E.Semenchuk, J.J.Rodríguez, L.Li, etc. Cor de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunidad Valenciana. G.Vera, dirección escénica. Z.Mehta, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 26 de mayo.
El Palau de les Arts se ha atrevido con una obra prácticamente imposible en los tiempos que corren y que por ello se programa bastante poco pese al gran atractivo de su música. De un lado su libreto es de los más incomprensibles de la historia lírica y con pocas posibilidades de ser llevado a escena de una forma original y que ayude a explicarlo. De otro, apenas hay tenores y barítonos para los papeles principales. Y Valencia ha triunfado en esta complicada apuesta con la baza de la calidad en el apartado músico-vocal.
La crisis ha obligado a que Gerardo Vera diseñe unos escenarios que puedan compatibilizar dos óperas tan diferentes como «Trovatore» y «Medea». No se sabe muy bien si el Conde de Luna va vestido de soldado o de sereno, los gitanos más bien parecen emigrantes de la Europa del Este o los arruinados accionistas de Bankia que llevan en sus maletas los título que ya no les sirven para nada, la prisión de Azucena semeja la estructura de un gran aparcamiento, Manrico no es decapitado o ahorcado sino que muere de un disparo de su hermano… Nada de ello viene a ayudar a hacer más inteligible el argumento. Obras como ésta precisan de una gran simplicidad escénica, pocos elementos, luces en condiciones y dirección actoral. Hay en el escenario del Palau demasiadas cosas, poco teatro e iluminación inadecuada en momentos tan claves como el «Miserere». Vera cosechó bastantes «buhes».
Ya es raro que Azucena no sea la gran triunfadora de un «Trovatore» y Ekaterina Semenchuk compuso una gitana impecable, pero tenía al lado un trío sólido. Maria Agresta, soprano desconocida en estos lares, cantó con línea admirable, regulando, con buen fraseo y voz bella de soprano lírica. Juan José Rodríguez sustituyó a última hora al indispuestos Sebastian Catana. Con razón aplaudidísimo, dibujó un Conde de gran robustez y el bajo Liang Li no desmereció como Ferrando. Jorge de León entusiasmó en la célebre «pira» y cantó con nivel el más intrincado «Ah si ben mío», si bien le falta apianar y le sobra empujar. La facilidad del agudo y la fortaleza vocal en un repertorio de «spinto» sin apenas competidores son sus armas, pero ha de cuidarlas.
Zubin Mehta, que comanda dos grabaciones discográficas con Domingo y Pavarotti, planteó una lectura más medida y controlada de lo esperado, mimando a los cantantes y dejándoles ser auténticos protagonistas. La orquesta, en su alto nivel habitual, estaba allí para arroparles, no para ahogarles. Esto se llama madurez, generosidad y humildad en no desear ser a toda costa la estrella de la noche, aunque al final, precisamente por eso, acabe siéndolo de verdad. Gonzalo Alonso

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