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TÉCNICA Y EXPRESIÓN
Por Publicado el: 03/06/2012Categorías: Crítica

PONS, DESPEDIDA EN LAS ALTURAS

DESPEDIDA EN LAS ALTURAS

Orquesta Nacional de España
MAHLER: Sinfonía nº 8 “De los mil”. Solistas vocales, Coros, Orquesta Nacional de España. Dir.: Josep Pons. 3 de junio, 2012; Auditorio Nacional, Madrid.
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Desde que, en el segundo compás de la obra, los cinco coros (Nacional, RTVE, Comunidad de Madrid y su Coro Juvenil, más Politécnica) y la orquesta en pleno atacaron con uniformidad compacta el “Veni, Creator Spititus” que abre la monumental composición mahleriana de 1906, el público tuvo la sensación de estar ante algo grandioso, desusado, imponente. Y esa impresión no cesó en los 83 minutos que dura la obra, con remansos constantes, pasos y saltos a lo más íntimamente camerístico, y una progresión conclusiva en el “Chorus Mysticus” que cierra el “Fausto II” de Goethe que parte del ‘pianissimo’ más recogido y casi imposible hasta la apoteosis para-cósmica pretendida por Mahler en la que es, con todo, una de sus obras más personales e introspectivas.
Todo, y ese todo incluía transmisión en directo por Radio Clásica, grabación para TVE y filmación de un DVD para Deutsche Grammophon, funcionó con precisión, virtuosismo y, sobre todo, musicalidad. Pons y una Orquesta Nacional que deja en situación de gracia –todo un regalo para su sucesor, todavía hoy no designado- hicieron música a lo grande, con pasajes como la introducción lenta de la segunda parte o la mirífica aparición de la “Mater Gloriosa”, en donde la transparencia de los texturas fue ejemplar. La escolanía (Sagrado Corazón de Rosales) estuvo tan afinada como los sensacionales coros, la doble intervención de los metales fuera de escena –en los finales de cada parte- fue centelleante, y los ocho solistas (Uhl, Kaune, Karg, McMaster, Hellekant, Dean Griffey, Skovhus y Dohmen) constituyeron un conjunto de lujo en medio del global entramado. Una audiencia atrapada desde el inicio, que siguió el concierto con insólito silencio casi religioso, premió la conclusión de la obra con entusiasmo desbordado. Pons se despide por la puerta grande y el ciclo Mahler, realizado durante tres campañas, concluye en punta, reverdeciendo los laureles de la primera serie, pionera, montada por Frühbeck de Burgos hace 40 años. Si la voz de la Vírgen insta a Margarita y a Fausto a elevarse a las alturas, los más de 400 intérpretes –hoy es difícil reunir a 1.000, como en el día del estreno en 1910- siguieron tal exhortación en términos artísticos. Fue una sesión para el recuerdo. José Luis Pérez de Arteaga

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