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Por Publicado el: 01/02/2019Categorías: Recomendación

Recomendación: Ahora, Bruckner con Heras-Casado

Ahora, Bruckner

Todo el mundo merece varias oportunidades, para todo. Y todos los directores de orquesta, más, pues a veces perdemos de vista los tremendos compromisos estéticos a que se enfrentan al subirse en el podio y situarse ante una orquesta. Son personas, y artistas, que tienen una especial pasta, un temple increíble.

Pablo Heras-Casado es, por suerte para él, bastante joven; acaba de cumplir 41 años, lo que para un director es muy poca cosa. Pero, avalado por un talento para su oficio de innegable valor, está planificando su carrera sin hacerle ascos al repertorio más complejo,  y, además, con unos ritmos de actividad que se podrían calificar de frenéticos. Por ejemplo, que un director tan joven aborde en  poco menos de un año los Soldados de Zimmermann, El oro del Rin y varias sinfonías de Bruckner revela un talante exento de miedos de ningún tipo. A la obra de Zimmermann, que a mi entender dirigió muy bien, se añadió ahora un Oro del Rin con respuestas críticas variadas, y ahora, ya mismo, en un concierto incluye las dos primeras sinfonías numeradas de Bruckner (creo que no hace mucho dirigió también la quinta). Estoy entre los que no les gustó lo que Heras-Casado hizo con el prólogo de la Tetralogía hace nada en el Real madrileño, pero quiero recomendar este concierto de esta semana. ¿Por qué?

Casi todas las críticas que leí alababan o desacreditaban el valor wagneriano de los modos de Heras- Casado. Pero, salvo en algún caso calificable de honrosísima excepción, las razones aducidas, en lo uno o lo otro, en la bondad o el error, no definieron bien, a mi entender, la cuestión. Y la cuestión no es otra que Wagner no es un compositor sinfónico sino un operista con unas leyes dramáticas que es conveniente respetar si no se quiere sacar los pies del tiesto. Se puede dirigir bien la música de Wagner y a los cantantes que la circunscriben, es decir, a los personajes que la ilustran. Pero si no se es capaz de dejar claras las funciones que cumplen orquesta y personajes, y, sobre todo, el reparto de tareas y roles, a lo más que se puede llegar, en el mejor de los casos, es a una bella sinfonía con voces. Lo que, dicho con todo el respeto, no pasa de ser una especie de deconstrucción de lo wagneriano  de muy dudoso interés dramático.

Dirigir Bruckner es otra cosa, a pesar de las evidentes similitudes conceptuales de compañeros de escuela. Porque aquí sí; aquí sí está el sinfonista. Puedo tener muchas dudas acerca del Bruckner de Heras-Casado. Pero su dominio orquestal, su buen gusto, su musicalidad, su propia responsabilidad a la hora de enfrentarse a uno de los repertorios sinfónicos más complejos y la experiencia wagneriana reciente  merecen una oportunidad. Una oportunidad para un director en el que muchos hace tiempo tenemos puestas muchas esperanzas y sólidas expectativas. El tiempo irá, como siempre, poniendo todo en su sitio; en el sitio en que se puede estar. Pedro González Mira

BRUCKNER: Sinfonías núms. 1 y 2. Orquesta Sinfónica de Madrid. Dir.: Pablo Heras-Casado. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Miércoles, 6, 19.30. Entre 7 y 30 €.

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