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Las tres culturas
Por Publicado el: 04/10/2004Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Algunas respuestas

Beckmesser pedía respuestas en su columna de la semana pasada a preguntas como ¿Por qué existen puestas en escena aberrantes? ¿Por qué los responsables de los teatros se rinden ante este falso «intelectualismo» escénico? Intentaré sugerir respuestas.
Estamos ante un fenómeno que ha explotado con intensidad a partir de los setenta, coincidiendo con la decadencia de los grandes cantantes. ¿Cómo podían reaccionar los teatros ante una carencia vocal que obligaba a que una docena de artistas cantasen todo el repertorio en todo el mundo? Una salida era la escena y se acudió a ella introduciendo gente alejada de la música. La ausencia de grandes personalidades y voces canoras fue razón determinante. ¿Cómo hubieran podido los registas con intérpretes como Callas, Tebaldi, Monaco, Corelli, etc? Pero es que tampoco había entonces teatros que cayesen en el absurdo de gastarse millones en aberrantes puestas en escena teniendo sobre el escenario figuras como las que había. Pero también se rebajaron las personalidades de los directores de orquesta, quienes hasta entonces habían mandado en los teatros. Ambos vacíos provocaron que los «registas» llegasen también a las direcciones artísticas de los teatros. A partir de entonces se produce el fenómeno del corporativismo, del intercambio «interesado», el «yo te traigo y tu me llevas», del veto a artistas que no tragan o no reúnen el físico. Y un director de orquesta no manejaba grandes fondos, pero los escénicos sí. Algunos hasta montaron sus propias empresas de decorados o vestuarios bajo su propio nombre o mediante testaferros. El negocio estaba servido y el arte pasó a un segundo plano.
De otro lado nació la cultura del videoclip. Al público se le acostumbró a usar más la vista que el oído. Primó la cultura visual. Aparecieron los críticos sin oído, sin memoria musical, pero con la posibilidad de defenderse a través de juicios escénicos. El caos estaba servido desde todos lados.
¿Tendremos que rendirnos y acostumbrarnos a todo ello? ¿Existen soluciones? Creo que la ópera se ha vuelto tan costosa que no habrá más remedio que tomar otro camino.

Gonzalo ALONSO

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