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Por Publicado el: 07/03/2008Categorías: Crítica

Bodas de Figaro en Valencia: El discreto aburrimiento de la corrección

Bodas de Figaro en Valencia
El discreto aburrimiento de la corrección
«Las bodas de Figaro» de Mozart. A.Jenis, V.Tola, T.Lisnic, E.Schrott, R.Shaham, E.Bethencourt, R.Zanellato, V.Esteve, M.Beltrán, M.Sola, R.Martínez, etc. Orquesta y Coro de la Generalita Valenciana. L.Hausman, director de escena. T.Netopil, director musical. Palau de les Arts. Valencia, 6 de marzo.
No toda una temporada puede alcanzar el mismo nivel y Valencia nos tiene bastante mal acostumbrados. Es una pena que el descenso de calidad se haya producido en una obra tan maravillosa como «Las bodas de Fígaro», pero tiene su lógica que haya sido precisamente en ella.
Si Mozart es siempre delicado, «Bodas» lo es más. Posee una gran simpleza, pero las cosas simples son a veces las más difíciles. Cuando un teatro cuenta con unos cuerpos estables de la calidad de los del Palau de les Arts, parece que bastaría colocar una buena producción, un aceptable director y unos dignos cantantes para que todo funcione. Pues se ha demostrado que no siempre es así. La producción del Covent Garden, de concepto absolutamente tradicional, es vistosa y todo funciona correctamente, con rápidos cambios de escena. Tomas Netopil había interesado en anteriores presentaciones en España, como en «La zorrita astuta» sevillana, pero la sencillez de Mozart se le viene encima. Lo lleva a piñón fijo con trote gorrinero. Cierto es que la música suena clara y bien, pero le falta chispa y brillantez, lo que resulta grave en una ópera cómica de tres horas.
Hay en el cast una figura estelar, el Fígaro de Irwin Schrott, perfecto de figura y dotes escénicas, con poderío vocal, pero desaprovechado musicalmente. Un buen director le habría elevado a otras alturas. Aún así, un Fígaro notable, aunque se comiese las palabras, quizá porque le pese en exceso la gravedad de la voz. Virginia Tola canta la Condesa y sus dos arias con gusto, línea y atractivo timbre, mientras que a la Susana de Tatiana Lisnic, muy resuelta en la escena, le falta cuerpo vocal. Ales Jenis queda desdibujado como Conde, tanto en lo vocal como en lo escénico. Curiosamente el nivel casi mejora desde el Cherubino de Rinat Shaham al último de los comprimarios.
Así pues, una bonita producción -y sin barbaridades-, unos intérpretes aceptables y una dirección musical en «allegretto tedioso» que se traducen en lo que podríamos calificar como «el discreto aburrimiento de la corrección», aunque también escuchásemos algunas incorrecciones en más de un concertante deslavazado. Esta vez el Palau de les Arts bien podría cantar, refiriéndose a su nivel habitual, lo mismo que Barbarina en su aria «L’ho perduto». Gonzalo Alonso.

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