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BAÍLALO OTRA VEZ, ZORBA
Por Publicado el: 28/08/2010Categorías: Crítica

Boris Godunov, no bastan las buenas intenciones

71Quincena Musical de San Sebastián
Buenas intenciones no bastan
«Boris Godunov» de Mussorgsky. A.Kiselev, V.Zaplechny, D.Skorikov, D.Ponomarev, X.Viaznikova, etc. Orquesta y Coro de la Helikon Opera. D.Bertman, dirección de escena. V.Ponkin, dirección musical. Auditorio Kursaal de San Sebastián, 27 de agosto.
La Quincena programa este año una sola ópera, «Boris Godunov», con resultados que deben dar lugar a la reflexión. Dos representaciones de la obra de Mussorgsky que han dejado unas quinientas localidades sin vender en la segunda de ellas. ¿Qué ha fallado? Un festival que presenta un solo título ha de decantarse por una simple elección: ó una ópera de gran repertorio ó un electo artístico de primer nivel. Ninguna de las dos cosas se han dado y de ahí los claros del Kursaal. «Boris» encajaba como anillo al dedo en la dedicación rusa donostiarra, pero ¿por qué Santander, que también ha ofertado este mismo único título, y San Sebastian no se han puesto de acuerdo en una misma producción? Dado lo que cuesta al contribuyente la ópera y los tiempos de crisis, hay que afinar mucho para mantener llenas las salas. Es algo que experimentaremos en nuestros grandes teatros en breve.
Este «Boris» del Helikon moscovita resulta pobre en valoración general, por lo que puede ir inmerso en una programación amplia pero nunca constituir plato fuerte de ella. Los del Helikon hacen las cosas con seriedad y muy buenas intenciones, pero hay veces que eso no basta. De la puesta en escena sobresale el quehacer teatral, porque dramatúrgicamente hay muchos aciertos. Sin embargo la escenografía, una combinación de rampa de funicular por la que asciende o desciende Boris y graderío metálico de concierto al aire libre bajo el cual se adocena el pueblo ruso, acaba por cansar por sus nulos cambios a lo largo de las dos horas y media de la versión de Shostakovich reducida por Bertmavn. Por cierto, una orquestación que recorta la duración en sus nueve escenas y que suena con mayor brillantez que el original de Mussorgsky y muestra más de una ocasión la inconfundible personalidad del «arreglador». En esta obra es importante no eliminar el mucho protagonismo que el pueblo tiene en ella, lo que no lograron los rusos.
El reparto cumplió con nivel simplemente digno, sobresaliendo la mezo Viaznikova como Marina, el bajo Skorikov como Pimen, el tenor Ponomarev como Grigori y, con menos medios que intención, el Boris de Kiselev. El coro no pudo dar una lección a los locales y la dirección mausical de Ponkin aportó más eficacia que detalle. Quizá el único momento que suscitó emoción en algunos llegó con el turno de «el inocente», papel en el que añoramos a Suso Mariategui, recientemente desaparecido y que aquí se identificaba con el falso Gregori. El año que viene habrá que elegir mejor. Gonzalo Alonso

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