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Por Publicado el: 21/12/2005Categorías: Crítica

Bostridge, ortodoxias fuera

XII Ciclo de Lied
Bostridge, ortodoxias fuera
Lieder de Schhubert. Ian Bostridge, tenor y Julios Drake, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 19 de diciembre
Han pasado seis años desde la presentación madrileña de Ion Bostridge , precisamente dentro de este mismo ciclo del Teatro de la Zarzuela y la Fundación Caja de Madrid. Entonces era un joven que apuntaba alto y ahora sigue siendo joven pero ya está en las alturas. Tampoco el tiempo ha pasado en vano por su forma de interpretar. Ha ganado mucha madurez, conseguido recursos sorprendentes de un instrumento no especialmente consistente y aumentar su caudal. También ha logrado eliminar algunos defectos, como la tendencia excesiva a utilizar el falsete. Todo ello se pudo ya advertir en el recital ofrecido hace apenas un año en el Real y se afianza ahora con un programa “todo Schubert” denso, de los que deben dejar al artista absolutamente agotado, ya que no realiza ninguna salida del escenario hasta el descanso.
Bostridge representa la heterodoxia, tanto en su forma de estar en el escenario como en la de interpretar. Alto, delgado y extremadamente desgarbado, canta Schubert con las manos en los bolsillos, apoyándose en el piano con poca elegancia, retorciendo el cuerpo… Parece aquella “Puppet on a string” que cantaba Sandie Shaw en Eurovisión. Confieso que, en el aspecto canoro, tengo una duda por ahora sin resolver. No se con seguridad si la aparente desenvoltura en el decir es realmente tal o fruto de un profundo estudio. Decía Corelli que el éxito se lograba estudiando para que el canto pareciese espontáneo. No se cuál es el caso de Bostridge, pero la desenvoltura es apabullante. A ella añade inteligencia, sensibilidad y musicalidad. Tampoco le duelen prendas por buscar tintes baritonales en algún registro grave. Ha conseguido sacar todos sus recursos y manejar admirablemente una voz no privilegiada. Y su estilo, tan diferente a como por ejemplo Fritz Wunderlich hubiera cantado estas mismas piezas, encaja perfectamente con esa absurda moda de las nuevas músicas que alguien inventó para ganarse la vida y unos cuantos siguen como hipnotizados.
Recital poco ortodoxo, profundo, poético, sensible, estupendamente compenetrado con Julios Drake en un piano tan expresivo como sonoro. Otra cosa es que algunos de los lieder más dramáticos –“Auf der Bruck” por ejemplo- no lleguen a emocionarnos porque precisen voces con más peso. Gonzalo ALONSO

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