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Por Publicado el: 23/12/2005Categorías: Crítica

«Nabucco» en cocierto

«Nabucco» en cocierto
Sangre en la ópera
«Nabucco» de Verdi. V.Chernov, F.Patané, P.Burchulazde, G.Scalchi, J.Palacios, C.Cristoforo, T.Puig, S.Cordón. Coro de la Generalitat valenciana y Orquesta de Valencia. M.Gómez Martínez, director. Palau de la Música. Valencia, 22 de diciembre
Desde obertura se supo que estábamos ante una versión de poderío, con nervio, a la antigua usanza. Se confirmó al empezar a cantar Paata Burchulazde con su enorme caudal vocal. Pocas veces se puede hoy dejar que suenen las orquestas en “fff” ya que entonces no se escucha a los cantantes. Valencia tuvo la suerte de contar con grandes voces y voces de calidad.
Vladimir Chernov es un auténtico barítono verdiano. Hoy no hay más de media docena que puedan decir otro tanto. Matiza, expresa, es musical y cuida las medias voces. Otorgó sentimientos y vida al personaje principal, a medias entre los arrestos de un Cappuccilli y las introspecciones de un Brusón. Buenos inicios para un debú en el papel que redondeará al soltarse más. Francesca Patané, de ilustre apellido musical e hija del aún añorado director de orquesta, posee el color tímbrico adecuado para la parte de Abigaille. Es además artista de formidable presencia escénica hasta en una versión concertante. Estamos ante una de esas voces de soprano dramática algo entubadas tipo Suliotis, Dimitrova o la misma Callas, sin que los instrumentos sean comparables en otros aspectos, por ejemplo en la contundencia del registro grave. De ahí que la cabaleta, con sus coloraturas y terribles saltos de graves a agudos, sea prácticamente imposible de escuchar, como algunas otras partes, oyéndose todas las notas y sin caer en el grito. El ya citado Burchulazde es un auténtico cañón como Zaccaria, quizá hasta un punto excesivo. Le convendría no exagerar tanto el volumen a cambio de una más exacta afinación. Javier Palacios volvió a ser baza segura, un Ismael entregado. En línea de discreción Gloria Scalchi como Fenena.
Este primer Verdi hay que dirigirlo como lo hace Gómez Martínez, sin blandeces, con energía. Porque es posible controlar y que se escuche todo lo que ha de escucharse sin perder pulso vital. Un auténtico triunfo de la ópera en una sala de conciertos, mientras Valencia se prepara para su teatro.
Tras la también excelente «Helena egipciaca» en el Real y este «Nabucco» valenciano, a uno cada vez le gusta más la ópera en concierto cuando hay maestro y cantantes -sangre en las voces y la orquesta- y la escena no distrae con absurdos. Gonzalo Alonso

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