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Por Publicado el: 01/09/2009Categorías: Crítica

Congreso de kontratenorras

70º Quincena Musical Donostiarra
Congreso de kontratenorras
Obras de Vaughan Williams, Liszt, Guridi, Isasi, Bernaola, Ibáñez, Erkoreka y Escudero. Carlos Mena, tenor y Susana García de Salazar, piano. Museo Chillida-Leku. San Sebastián, 30 de agosto.
Obras de von Wolkenstein. Andreas Scholl, contratenor y ensemble. Teatro Victoria Eugenia. San Sebastián, 31 de agosto.
La Quincena ha presentado en esta edición a tres de los contratenores más reputados de la actualidad: Bejun Mehta, Carlos Mena y Andreas Scholl, los dos últimos en días consecutivos pero en espacios tan diferentes como el Museo Chillida-Leku, un espacio de serenidad sólo turbada por el ruido del cercano autopista o un reformado Victoria Eugenia al que le falta la patina del tiempo .
En las últimas décadas se ha avanzado mucho en la técnica de ese registro tan poco natural como es el de contratenor e incluso bastantes compositores del presente y pasado siglos le han dedicado obras, con Britten a la cabeza. Con todo es obvio que los repertorios más convenientes para estas voces están en el medioevo y el barroco. De ahí que Carlos Mena gustase más en las canciones evocativas de Vaughan Williams que en los transportados “Sonetos de Petrarca” de Liszt, siempre más completos en voz de bajo, e incluso en las variadas y atractivas piezas de Isasi, Bernaola, Ibañez, Erkoreka y Escudero de la segunda parte, por cierto muy bien acompañadas por Susana García de Salazar, en las que Mena desplegó toda una variedad de matices.
Si el timbre de Mena tiende al de mezzosoprano, el de Andreas Scholl se acerca más al sopranil, mucho más blanco. Si el de Mena es más rico en los graves, el del alemán quizá posee mayor caudal y refinamiento. Scholl presentó un programa de un autor tan desconocido que incluso no figura en muchas historias de la música. Oswald von Wolkenstein (1376-1445), poeta y diplomático, escribió poemas monofónicos centrados en viajes y burdeles. Estuvo acompañado primorosamente por un ensemble de tres instrumentistas versátiles –arpa, dulcimer, viella, nickelharpa, laud y guitarra- entre los que se incluía la voz de la soprano Kathleen Dineen, delicada en arias y dúos. Lamentablemente el público no dispuso de textos con los que seguir una historia contada y cantada en inglés y alemán, con los que el recorrido trovadoresco habría resultado más ameno, máxime cuando buena parte de él se desarrollaba por nuestra península. Gonzalo Alonso

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