Crítica: Azquinezer y Bach: Iris frente a Johann Sebastian
Azquinezer y Bach: Iris frente a Johann Sebastian
XVVIII Encuentro Arte y Vino. Recital de violonchelo de Iris Azquinezer. Obras de Azquinezer y Bach. Lugar: Sardón de Duero (Valladolid), Jardín del Claustro de Abadía Retuerta. Fecha: 29 junio 2025

Iris Azquinezer
Antonio Moral, el dinamizador de festivales y de cualquier actividad que tenga buena música de por medio, ha volcado sus luces programadoras en los Encuentros Arte y Vino que desde hace 18 años se celebran en Valladolid y su provincia, entre viñedos, bodegas y una naturaleza y caldos que invitan a catar y sentir la mejor música.
En la actual edición, clausurada el domingo con un concierto de la Schola Antiqua de Juan Carlos Asensio en el marco verdaderamente incomparable de la iglesia de Abadía Retuerta, ha latido el fino sentido programador de Moral, que se encuentra como pez en el agua entre catas y conciertos. La calidad y excelencia como marca de la casa. Los mejores vinos casados con las mejores músicas. Domaine Belandrade y Abadía Retuerta. ¡Viva el mecenazgo! Hay futuro.
El domingo, en jornada matinal, llegó una de las citas más íntimas e inspiradoras de la actual edición. En un espacio tan único como el jardín del claustro de la monumental Abadía Retuerta, a pocos kilómetros del pueblecito Sardón de Duero, la violonchelista y compositora Iris Azquinezer desgranó un programa cargado de exigencia y sustancia, que combinaba obras de la propia intérprete con las suites de Bach números 3 y 4. Azquinezer y Bach: Iris frente Johann Sebastian.
Música total, su obra mira a Bach, desde luego, pero también a la cultura y vivencias de ella misma. Bebe de la Biblia y de Teresa de Jesús, pero también de las vivencias y sueños propios, que ella cuenta al público con desparpajo desinhibido y gracia, animando la percepción musical. Música salida del alma. “Nada te turbe” escribe Teresa de Jesús y musica Azquinezer en la obra que cerró el programa. Y “nada me turba” confesó ella en la presentación de la obra, en la que habló de su hijo, de su marido, de Pierre Fournier y de las mil y una cosas que revolotean en su cabeza de artista e intérprete.
Música atractiva y bien construida. Por una compositora en la que late su condición de violonchelista. Sin pretensiones vanguardistas ni nada que se le parezca. Nacida del sentir sin más enrevesamientos y de una sensibilidad que desprende chispa y talento. Habló de las suites de Bach con tanta pasión como de su propia música. “Adoro las zarabandas, así que escribí mi propia zarabanda”.
Y la tocó, y estupendamente, integrada en sus Tres danzas a la luna. También Bereshit –primera palabra del libro de Génesis, que significa “en el principio”, que sirvió de pórtico al recital, en interpretación convincente y genuina. Y lo más importante, su música aguanta cómoda y sin empacho la convivencia con las catedrales bachianas que son sus Seis suites para violonchelo solo.
La Tercera y la Cuarta -las dos programadas en este recital sin intervalo- encontraron en los dedos y cabeza de Azquinezer asentamiento propicio y solvente. Enfatizado, atrevido, personal y evidente médula instrumental. Un Bach de marca. Cálido y de vivo pulso, pero también quieto, casi congelado, en los prodigios de las zarabandas. Bach rumiado y convivido desde siempre. A la hora del final, el público entusiasmado y contagiado del talento -en todos los sentidos- comunicativo de la artista, se volcó con ella.
Y ella volvió a dirigirse a todos: “Bueno… Muchísimas gracias. Les voy a tocar de regalo el preludio de la Primera suite, que ya tocaba cuando era una niña de nueve años”. Y lo tocó con esa solera que da el tiempo no solo a los buenos vinos. Arreciaron los aplausos, y tras varias entradas y salidas a saludar, Iris, la entrañable, soltó risueña, con ese desparpajo que tanto marcó todo el recital: “No sigan aplaudiendo: miren que tengo mucho repertorio y me siento con ganas de tocar”. La hora de comer y de beber se impuso sobre la dinámica atractiva de un recital que se podría haber prolongado hasta bien entrada la hora de la siesta…
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