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Por Publicado el: 04/07/2025Categorías: En vivo

Crítica: Concierto de Asmik Grigorian y Matthias Goerne en el Gran Teatre del Liceu

Asmik Grigorian y Matthias Goerne en el Gran Teatre del Liceu

Obras de Strauss y Wagner. Asmik Grigorian, soprano; Matthias Goerne, bajo. Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Josep Pons. Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 2 de julio de 2025.

Asmik Grigorian y Matthias Goerne en el Gran Teatre del LiceuObras de Strauss y Wagner. Asmik Grigorian, soprano; Matthias Goerne, bajo. Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Josep Pons. Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 2 de julio de 2025.

Asmik Grigorian en el Gran Teatre del Liceu durante el concierto

Este concierto era una de las joyas de la corona de la presente temporada cuando, inicialmente, tendría que haber sido con Lise Davidsen, conjuntamente con el barítono alemán, la coprotagonista. Inmediatamente después de saber que la soprano noruega cancelaba toda su agenda con motivo de su embarazo y la lógica decepción del mundo operístico, la dirección artística del Gran Teatre del Liceu anunció que la sustituta sería Asmik Grigorian, aprovechando que coincidía con las fechas de las gloriosas representaciones de Rusalka.

Tanto Davidsen como Grigorian son el exponente más excelso de las sopranos de la actualidad, y por mucho que el instrumento vocal de la Davidsen es inigualable, yo diría que la lituana le supera en un aspecto esencial como es la adecuación estilística del variado abanico de roles que interpreta, casi todos con resultados indiscutibles. Por tanto, es garantía que la sustituta estaría a la altura de la prevista inicialmente.

El concierto tenía un leitmotiv, la despedida, y estaba integrado por los cuatro últimos lieder de Strauss y el Liebestod de Isdolde en la primera parte; y en la segunda por el monólogo del rey Marke y la despedida de Wotan del tercer acto de Die Walküre. Por tanto, una parte de cada uno de los cantantes, salvo que hubiera alguna propina prevista con la unión de los dos solistas, algo que no sucedió, afortunadamente.

Que un director musical, en este caso el titular de la casa en un momento más que dulce de su relación con el Liceu, la orquesta y el público, se tenga que adaptar a los cantantes, tiene riesgos, casi siempre peligrosos, y bien seguro que irán en detrimento tanto del resultado final, como de la valoración que hará el público de su dirección. Si no se adapta, recibirá la crítica de aquellos que dicen que solo tiene en cuenta a la orquesta y si, por otro lado, quiere ayudarles, en tal caso dirán que la dirección no ha sido satisfactoria o no ha tenido el carácter y el vigor necesario. En el concierto que tuvo lugar en el Liceu, pasó esto, pero con resultados bien diferentes en cada una de las dos partes.

Asmik Grigorian, ya lo mencioné hablando de su deslumbrante Rusalka, tiene la virtud y la habilidad de adaptar la voz como un guante a la partitura, sin forzar nunca ninguna zona de su extenso registro de soprano lírica, haciendo un canto fácil, natural, de emisión y proyección ejemplar, en una graduación de intensidades admirable. Nunca fuerza la voz, que se emite con facilidad, como tampoco aprieta el sonido para parecerse a una dramática o lírica spinto.

Asmik Grigorian y Matthias Goerne en el Gran Teatre del LiceuObras de Strauss y Wagner. Asmik Grigorian, soprano; Matthias Goerne, bajo. Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Josep Pons. Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 2 de julio de 2025.

Imagen del concierto

El paso por los diferentes registros es natural, nunca gutural o apoyando el sonido en el pecho, nunca un sonido es feo, nunca pierde la naturalidad y todo junto hace que además de hacerlo fácil, lo hace bonito y es claro, tiene una capacidad comunicativa de expresión absolutamente fascinante. Gana al oyente tan pronto como se pone a cantar, y nunca hace sufrir. Podrá agradar o no en la variedad de roles y repertorios, acostumbrados que estamos a los referentes históricos, pero es innegable que ella, como hicieron los grandes, crea su versión, sin recordar a un cantante u otro.

Hacer frente a los cuatro últimos lieder de Richard Strauss, cuando tenemos tantas versiones de referencia, no diría que es un reto de difícil resolución, podría quedar como una interpretación más, y no ha sido el caso, precisamente porque ella lo ha cantado de manera muy sentida, íntima, sin por eso quedar tapada nunca por una orquesta que, ciertamente, la trató con amabilidad, aunque la partitura de Strauss es especialmente detallista y cuidadosa, sin aquellas explosiones sonoras que tanto le gustaban y menudean en la mayoría de sus óperas. Este era su testamento, y todo el encantador mundo sonoro se convierte en un envoltorio exquisito para la voz.

Grigorian ha hecho una versión nada azucarada, muy lírica, pero con cuerpo y alejada de efectismos. Ha sido una versión bella, austera diría yo o contenida, pero se ha explayado en el lirismo, y ha provocado el correspondiente encogimiento anímico en un precioso “Im Abendrot”. El maestro Pons, siempre buscando el sonido transparente y la diferenciación de los planos sonoros, le ha mimado sin que la orquesta adquiriese un exclusivo protagonismo. Los solistas, con especial mención al concertino y la trompa, han lucido precisión y exquisitez sonora.

La primera parte acababa con el preludio y la muerte de Isolda. Grigorian ha anunciado en estos días que comenzará a estudiar este rol para interpretar la obra entera, así como la Aida verdiana. No sé si ha cantado antes muchas veces este famoso fragmento, pero en su Liebestod corría el peligro de ser tapada, no porque la voz no se proyectase bien, sino porque muchas grandes, con voces más potentes y dramáticas, quedan ahogadas sin fiato por atacar el estallido orquestal final.

A Grigorian, que se ha dignado incluso a hacer el final en un pianíssimo audible, le hemos escuchado siempre, con unos crescendo emocionantes, y a parte de que el maestro Pons le ha ayudado, daba la sensación que todavía le quedaba más aliento, si fuera necesario, para traspasar el muro orquestal. Su Liebestod ha sido emocionante, si bien no llevaba los dos primeros actos a sus espaldas e iba relativamente descansada porque los lieder straussianos han sido un calentamiento idóneo para la voz, pero desde el “Mild und leise” inicial no he temido jamás que se quedase minimizada.

Ella no tiene la voz ideal para este rol, pero eso no es obstáculo para adaptarse y hacerlo suyo y creíble, bien, emocionante y bonito. Es portentosa y un caso muy poco frecuente en el mundo de la lírica actual y de antes, sencillamente admirable. Tanto la soprano como el maestro Pons recibieron un reconocimiento unánime por una primera parte bellísima.

Asmik Grigorian y Matthias Goerne en el Gran Teatre del LiceuObras de Strauss y Wagner. Asmik Grigorian, soprano; Matthias Goerne, bajo. Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Josep Pons. Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 2 de julio de 2025.

El bajo Matthias Goerne

En la segunda, las tornas cambian, y aquello que en la primera ha estado a favor, en esta ha cambiado radicalmente, porque a parte de las incursiones operísticas, el gran Matthias Goerne siempre han estado poco frecuentadas y alabadas por la falta del volumen necesario para traspasar la orquesta y hacerse presente en la sala, ahora debemos añadir un estado vocal en decadencia y un oscurecimiento de la sonoridad, que perjudica todavía más la proyección.

El maestro Pons ha querido ayudar y esto ha ido en detrimento del rendimiento orquestal y de la propia interpretación de los dos fragmentos escogidos. El monólogo del rey Marke, “Tatest du’s wirklich?”, cargado de toda la acción dramática del segundo acto, no es precisamente, a parte de su chocante belleza melódica y expresiva, muy agradecido para iniciar una segunda parte y calentar al público, y si además, la voz mostraba signos de decadencia, con cambios de color y alguna flema, pues el resultado no podía ser nada estimulante.

El canto es noble, pero no es suficiente. Goerne cuando solo tiene un piano por delante parece otro artista, pero las orquesta y sin técnicos de sonido que lo equilibren todo en un estudio, es otra y si no está pasado por su mejor momento vocal, otra que añadir. Y quedaba la despedida de Wotan en Die Walküre, el impactante “Leb’ wohl, du kühnes, herrliches Kind!” y claro, por momentos se ha bordeado el fracaso más clamoroso, con una voz que no avanzaba, una dirección a remolque del cantante, con tempi lentos y pendiente de no taparlo, aunque los intentos pese la sordina auto impuesta por Pons apenas sirvió. Imposible emocionarse con esta gloriosa despedida a la hija.

Inmerecidos bravos para Gorene y también para el maestro Pons, que por no traicionar al amigo Goerne, ha traicionado a Wagner. ¡Ay!, ojalá el concierto hubiera acabado con Grigorian.

Joaquim Hernández Puig

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