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Por Publicado el: 03/07/2018Categorías: En vivo

Crítica: Gergiev, guiño a España en Granada

Festival de Granada
Gergiev, guiño a España
Obras de Glinka, Rismski-Korsakov, Prokofiev y Shostakovich. Sergey Khachatryan, violín. Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Valery Gergiev, director. Palacio de Carlos V. Granada, 30 de junio y 1 de julio de 2018.

Gonzalo Alonso
El Festival de Granada, inaugurado con Les Siècles y Pablo Heras-Casado abriendo nueva etapa, alcanzó posiblemente su momento cumbre con sendos conciertos del Mariinsky y Gergiev. El primero de ellos fue el primero en agotar las localidades en el festival, sin duda por el atractivo de “Sheherezade”. Le costó más la taquilla al segundo, no en balde presentaba un programa “duro”, con el primer concierto para violín y la sinfonía n.12 de Shostakovich.Pocos conjuntos pueden alcanzar hoy día el nivel de las huestes de Gergiev -nada menos que 340 profesores divididos en 4 orquestas- en la partitura de Rimsky-Korsakov. Ellos lo saben y lo reflejan en sus rostros al tocarla. Da gusto ver su entusiasmo y complicidad, empezando por la estupenda concertino, además mujer muy atractiva, en los solos de violín. Y luego el evocador escenario de la Alhambra, con un Palacio de Carlos V que realza la sonoridad. Esto bien lo advirtió Gergiev al afrontar ese monumento a Lenin que es la sinfonía n.12 “El año 1917”, obra algo retórica en su primer tiempo y con apabullantes fortes en los movimientos extremos. Cuidó el maestro ruso que los decibelios no emborronasen la ejecución. Previamente el armenio Sergey Khachatryan nos hizo comprender que si el primer concierto para violín tardó en estrenarse no fue sólo a causa de las diferencias del compositor con el gobierno, sino por sus tremendas dificultades. El joven solista las superó con solvencia y nos hizo recordar, sobre todo en la extensa cadencia final, a aquel David Oisthrak que dio a conocer la partitura. Mención especial merece el atento y educado público del festival, con un silencio que sólo era perturbado por las palomas. Este concierto se inició con la “Sinfonía clásica” de Prokofiev, en la que quizá faltó algo de conjunción en frases alternadas de la cuerda. Por cierto una sección repleta de género femenino en los segundos violines.
Pero se quiso hacer un guiño a España, empezando el primero de los conciertos con las “Oberturas españolas 1 y 2”, “Jota aragonesa” y “Noche en Madrid”, ciudad en la que Glinka, su autor, pasó una temporada, como bien se recuerda en una placa cerca de las Cortes. Más de un asistente se sorprendería de escuchar el mismo tema del intermedio de “La boda de Luis Alonso” que, medio siglo después de Glinka, emplease Gerónimo Giménez. Será muy difícil que volvamos a escuchar ambas piezas, como también el “Capricho español” que las siguió, con el nivel de Mariinsky y Gergiev. Pero el maestro aún nos tenía reservada como propina del segundo día la obertura de “La fuerza del destino”, la ópera que Verdi estrenase en San Petersburgo inspirada en el Duque de Rivas. Todo un detalle en el día que el destino hizo triunfar a Rusia sobre España para alegría de los músicos. No puede dejar de citarse la formidable lectura de otra de las propinas, el final de “El pájaro de fuego” de Stravinski. Dos soberbios conciertos aclamados por un público que no se levantaba de sus asientos pese a ser la una de la madrugada.

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