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CRÍTICA: 'I due foscari' (Staatsoper de Hamburgo, 16/11/2013)
Crítica: ARIADNE AUF NAXOS (R. STRAUSS) en HAMBURGO
Por Publicado el: 16/11/2013Categorías: Crítica

CRITICA: LA BATTAGLIA DI LEGANO (G. VERDI) EN HAMBURGO

LA BATTAGLIA DI LEGANO (G. VERDI)
Staatsoper de Hamburgo. 15 Noviembre 2013.
La Battaglia di Legnano es una auténtica rareza dentro de la producción verdiana, tanto
por su contenido como por las escasas oportunidades de verla en escena. Tras sus
representaciones en Bilbao hace 5 años, apenas se ha visto fuera de Italia, donde se
representó el año pasado en Parma y Trieste y un año antes lo había hecho en Roma.

La Battaglia di Legnano es la ópera que da término al género de óperas patrióticas que
inició Verdi con Nabucco, aunque hay que decir que el filón del patriotismo alcanza en
esta ópera cotas muy por encima de las de cualquier otra obra de Verdi. Su
composición, a raíz de la revuelta de Lombardía contra los austriacos en Marzo de
1848, revuelta conocida como Le cinque giornate, es la aportación de un patriota como
Verdi, imbuido del espíritu del Risorgimento, a la gloria de su país en plena
construcción. Su estreno en Enero de 1849 se convirtió en un acontecimiento nacional
de primera magnitud y tuvo que tener lugar fuera de Lombardía, nuevamente bajo el
poder imperial austriaco, convirtiendo a Roma (Pio IX acababa de huir de la Ciudad
Eterna) en punto de encuentro de los republicanos italianos. Sea por patriotismo
convencido de Verdi y su libretista Cammarano o por una cierta dosis de oportunismo,
lo cierto es que en la ópera se pueden contar unas 30 alusiones a la entonces non nata
Italia, abundando los gritos de Viva Italia a lo largo de todo la partitura.
La ópera, desde un punto de vista puramente musical, es una obra irregular y de
grandes altibajos. Entre el Chum-Pa-Pa de la obertura y los Pa-Pa-Chum del final, hay
páginas muy bien conseguidas e incluso de gran belleza, que apuntan ya al Verdi genial,
que está a punto de eclosionar. Apenas quedan Luisa Miller y Stiffelio para llegar a
Rigoletto, cuyo coro de cortesanos apunta ya en el primer acto. Soy de la opinión de que
justamente sus orígenes patrióticos o patrioteros, son la causa principal de su olvido.
Hoy no es fácil admitir tales cantos patrióticos a Italia más que en situaciones
excepcionales, que afortunadamente no se dan.

Esta trilogía verdiana que ofrece Hamburgo cuenta con un único director de escena en la
persona de David Alden, que cuenta con el mismo equipo en las tres ocasiones. Es
decir, Charles Edwards en la escenografía, Brigitte Reiffenstuel en el vestuario y
Adam Silverman en la iluminación. La concepción escénica es en gran parte la misma
utilizada en I Lombardi, consistente en un gran espacio cerrado por un gran portalón y
con un palco elevado, donde se sitúa el coro, a la manera griega, como ocurriera en la
primera parte de I Lombardi. Algunos elementos de atrezzo (camas y sillas) ayudan a la
ambientación de las escenas. La atmósfera en la que se desarrolla la acción no es ni la
medieval del libreto ni la risorgimental del estreno, sino que se sitúa en lo que parece
ser la época de la segunda guerra mundial.
La dirección escénica de David Alden es bastante convencional. El hecho de situar al
coro en un espacio elevado hasta la escena final hace que el movimiento escénico sea
menos interesante que en la entrega anterior. Al final no pasa de ser una mera narración
de la trama.
El otro protagonista de la trilogía verdiana es la directora musical de la Staatsoper, la
australiana Simone Young, que ha ofrecido una lectura briosa y enérgica, muy
adecuada a las características de la ópera. Buena la prestación de la Philarmoniker
Hamburg así como del excelente Chor der Staatsoper Hamburg.

                                                          Yonghoon Lee y Alexia Voulgaridou
El tenor coreano Yonghoon Lee ha conseguido ocupar un puesto de cierta relevancia
entre la no muy amplia nómina de tenores actuales. Ya había cantado la parte de Arrigo
en las representaciones antes mencionadas de Roma y ha vuelto a ser un intérprete muy
solvente. Podríamos decir que se trata de un tenor a la antigua usanza, de los de voces
potentes, no muy matizados en sus interpretaciones, y siempre entregados al personaje.
No le había vuelto a ver desde su Don Carlo en Valencia hace 6 años y sigue siendo un
tenor a tener en cuenta.
Parece que en Hamburgo anda algún virus que afecta a las sopranos, ya que a la
cancelación de Katja Pieweck en Ariadne le ha seguido la de la griega Alexia
Voulgaridou en el personaje de Lida. No es fácil hacer frente a una sustitución para un
personaje como Lida y Hamburgo ha recurrido a la italiana Sara Galli, que ya había
sido Lida en Trieste en un segundo reparto. La señora Galli ha salvado la representación
y no mucho más de positivo puedo escribir de su actuación. En cualquier teatro del sur
de Europa habría sido abucheada, pero el público de Hamburgo es de una bondad
infinita.
El barítono Giorgio Caoduro ofreció el canto más matizado de toda la representación
en la parte de Rolando. La voz es atractiva y bien timbrada, la línea de canto es
elegante, con una notable dicción y buenas dosis de expresividad. Su mayor problema
radica en que las notas altas se estrechan un tanto.
Cumplió bien el bajo Tigran Martirossian como Federico Barbarossa, con una voz un
tanto mate.
Giorgio Caoduro
En los personajes secundarios Rebecca Jo Loeb lo hizo bien en Imelda, mientras que
Víktor Rud fue un Marcovaldo un tanto basto. Sin pena ni gloria, Szymon Kobylinski
como el Podestá di Como.
El teatro estaba prácticamente lleno y el público se mostró muy cálido con todos los
artistas, aplaudiendo siempre a escena abierta. En los saludos finales las mayores
ovaciones fueron para Yonghoon Lee. El público agradeció a Sara Galli su actuación.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 17 minutos,
incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 44 minutos. Siete minutos de
aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 98 euros, habiendo butacas de patio desde 45
euros. La entrada más barata costaba 11 euros. José M. Irurzun

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