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CRITICA: LA BATTAGLIA DI LEGANO (G. VERDI) EN HAMBURGO
Palumbo, Rossini a plúmbeo medio gas
Por Publicado el: 16/11/2013Categorías: Crítica

Crítica: ARIADNE AUF NAXOS (R. STRAUSS) en HAMBURGO

ARIADNE AUF NAXOS (R. STRAUSS)
Staatsoper de Hamburgo. 14 Noviembre 2013
Esta producción de Ariadne auf Naxos se estrenó el año pasado y lleva la firma de
Christian Stückl, quien desarrolla la trama como teatro dentro del teatro. La
escenografía se debe a Stefan Hageneier y consiste en una serie de butacas en
semicírculo alrededor de un escenario desnudo, que es donde se desarrollará la ópera
propiamente dicha. El escenario es único para prólogo y opera. El vestuario, del mismo
Stefan Hageneier, va en negro para Ariadne, mientras Zerbinetta y su trouppe ofrecen
llamativos colores. La iluminación es de Michael Bauer y funciona bien.

La dirección escénica de Christian Stückl resulta interesante, manteniendo durante la
ópera en escena al Compositor, Maestro de Música e incluso al Mayordomo. Al
empezar la ópera, los invitados van ocupando sus localidades, encontrándose entre ellos
las que luego serán las 3 ninfas, a las que Stückl coloca delante del escenario y de las
que saca un gran partido la producción. Ellas se levantan de sus asientos, piden
autógrafos y dan mucha vida a la escena. El personaje del Mayordomo resulta más
llano y amigable de lo que suele ser habitual, siempre insistiendo en que la ópera
termine a tiempo para los fuegos artificiales. La entrada de Bacchus en escena tiene
lugar en un barco con velas rojas, que aparece en el fondo y va avanzando hacia el
pequeño escenario giratorio donde se encuentra Ariadne. La parte de la trouppe de
Zerbinetta resulta bastante convencional y no llega al derroche de imaginación que
consigue con ellos la producción de Robert Carsen. En resumen, una producción
adecuada, en la que destaca el juego de las ninfas en escena.


Ariadne auf Naxos es un ópera que exige un gran director musical. La partitura de la
ópera está llena de momentos maravillosos, que pueden convertirse en mucho menos,
de no contar con un maestro a la altura de sus exigencias. La verdad es que esperaba
mucho más de Axel Kober, un director muy experimentado en este repertorio, cuya
carrera se desarrolla en Alemania, habiendo dirigido incluso en Bayreuth. A su
dirección le faltó aliento e inspiración y, sobre todo, mayor delicadeza. Así Ariadne es
una ópera que no puede entusiasmar. La verdad es que eché en falta en el foso a
Simone Young, que fue quien la dirigió en el estreno de la producción el año pasado.
Buena la prestación de la Philarmoniker Hamburg.
Ariadne fue interpretada por la soprano armenia Karine Babajanyan, que sustituía a la
previamente anunciada Katja Pieweck. Su actuación se puede considerar como
suficiente, aunque no sea una gran intérprete. La voz es adecuada, aunque no está muy
sobrada de volumen, quedando un tanto apretada por arriba.


La soprano rusa Olga Peretyatko es toda una institución en Hamburgo. Ayer daba un
pequeño recital en una sala del teatro y hoy se anunciaba que firmaría autógrafos a los
aficionados. No cabe duda de que es una soprano ligera que va progresando, una vez se
ha centrado en su repertorio natural. Su Zerbinetta fue buena tanto vocal como
escénicamente, aunque quede todavía lejos de lo que Diana Damrau nos ofrecía no hace
mucho tiempo en el personaje. La voz es agradable, anda bien en agilidades, va fácil a
las notas altas y es desenvuelta en escena, ofreciendo una figura adecuada para el
personaje.
Peter Seiffert se encargó de dar vida a Bacchus, personaje que se considera casi
imposible de cantar, ya que hace falta una voz de tenor dramático y está muy expuesto
en las notas altas. Un auténtico regalito, como otros que dedicó a los tenores Richard
Strauss. El alemán pasó algún apuro, pero demostró que se puede cantar la partitura de
Bacchus y no solo soltar notas. Lo que me resultó totalmente extraño es que usara gafas
en la escena, siendo la primera vez que veo a un cantante usarlas en un escenario. No sé
cuál es la razón, pero no las llevaba en los saludos finales y tampoco las usó Johan
Botha en las funciones del año pasado.
La mezzo soprano Maria Markina no me convenció en la parte del Komponist. La voz
está bien, pero su tercio agudo resulta demasiado metálico y hay exceso de notas
abiertas en su canto.
Muy bien las tres ninfas, interpretadas por Katerina Tretyakova (Najade), que me
produjo una estupenda impresión, Ida Aldrian (Dryade) y la siempre interesante
Gabriele Rossmanith (Echo).

En la trouppe de Zerbinetta destacaba el barítono Christoph Pohl como Harlekín,
sustituyendo al anunciado Moritz Gogg. Los otros eran Chris Lysack (Scaramuccio),
Alin Anca (Truffaldin) y Jun-Sang Han (Brighella).
Franz Grundheber es una auténtica institución y su Maestro de Música fue intachable.
Es un milagro su frescura vocal a sus 75 años. Cumplió con su cometido Jürgen
Sacher como Maestro de Danza.
La Staatsoper ofrecía una ocupación de algo más del 70 % del aforo. El público se
mostró cálido y no entusiasta en los saludos finales, en los que se escucharon algunos
bravos para Olga Peretyatko y para Peter Seiffert.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 24
minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 58 minutos. Los
aplausos finales no pasaron de los 6 minutos.
El precio de la localidad más cara era de 87 euros, habiendo hasta 6 precios distintos en
el patio de butacas, con las últimas filas a 41 euros. La entrada más barata costaba 11
euros. José M. Irurzun

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