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Por Publicado el: 05/03/2019Categorías: En vivo

Critica: Sobresaliente Ligeti

Joshua Weilerstein

SOBRESALIENTE LIGETI

Obras de Ligeti y Mozart. Christian Tetzlaff, violín. Joshua Weilerstein, director. Orquesta Nacional. Auditorio Nacional, 1-III-2019.

Ausente David Afkham, que celebra por estos días su reciente paternidad, ocupó el podio de la Nacional para esta cita el joven director norteamericano de 32 años Joshua Weilerstein. Enjuto, dinámico, nervudo y nervioso, ágil, movedizo y un poco bailarín en el podio, posee una batuta clara y móvil que parte de un penduleo constante y brioso. Se pudo advertir ya en la primera obra del programa el “Concert românesc”(“Concierto rumano”), salida de la pluma de un todavía tierno György Ligeti (1952, revisión de 1995), en la que se pudieron reconocer a través de una lectura clara, vigorosa, de tímbrica bien administrada, los valores folklóricos de una estilizada Transilvania y los ecos bartokianos que menciona en sus notas al programa Gonzalo Pérez Chamorro. La obra sustituía al planeado estreno de Jesús Rueda, del que al parecer no se quiso hacer cargo el director.

El “Concierto para violín” del propio Ligeti, estrenado en 1992, es una partitura lóbrega, de extraños reflejos, bañada en ese característico lenguaje tornasolado y poblado de claroscuros sin asentamiento tonal, pasajeros ecos expresionistas y alucinados retazos melódicos espigados aquí y allí en el lecho de un episódico microtonalismo. El violín bulle gustoso sobre las frágiles sonoridades de las láminas en el primero de sus cinco movimientos, “Praeludium”. Enseguida, en el “Aria” se acuesta quedamente, emparejado con el sorprendente canto de cuatro ocarinas. Otra cara tiene el “Intermezzo”, en el que el violín caracolea alucinado para dar paso a la bellísima “Passacaglia”, abierta con un “pianissimo” de los clarinetes y seguida con las escalonadas entradas del resto de instrumentos. La dimensión danzable aparece en el “Appassionato” y en las dobles cuerdas. Cadencia y cierre súbito. Todo este paisaje e imaginería sonora fue fielmente servido, con intención y fantasía, en la interpretación escuchada, donde brilló especialmente el satinado sonido, de tan hermoso acabado, el arco seguro, la afinación exquisita, la sobriedad expresiva y la circunspección del violinista hamburgués Christian Tetzlaff, que ofreció un espléndido bis bartokiano.

Cambio absoluto de tercio y en atriles la “Sinfonía nº 41”, “Júpiter” de Mozart. La Nacional, sonó bien, ajustada y con aceptable empaste, con general afinación y buena letra, en las manos de Weilerstein, que consiguió reproducir con notable claridad la compleja sección de desarrollo del “Allegro vivace” inicial. Una transparencia que no se alcanzó en el “Andante cantabile”, en el que, no obstante, se logró la tensión que marca el 3/4, el mismo metro que anima el “Minuetto-Allegretto”, bien balanceado. El difícil “Molto-Allegro”, mezcla de rondó y sonata, con sus sorprendentes pasajes fugados, sonó no poco masificado, lo que se advirtió aún más en una coda presurosa. Arturo Reverter

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