Critica: “Tenorio”, un Don Juan de película
Tomás Marco: “Tenorio”. Dirección de escena: Agrupación Señor Serrano. Dirección musical: Santiago Serrate. Orquesta titular del Teatro Real. Coro formado por el programa Crescendo. Teatro Real, Madrid, 13 de mayo de 2024.
UN DON JUAN DE PELÍCULA
Aplaudimos el estreno en El Escorial de la versión concertante de la ópera en 2017 porque la música tiene indudables valores. Las fuentes de las que ha bebido Marco, que es el autor de su propio libreto, parten de Zorrilla pero aparecen combinadas con otras derivadas de diversos textos teatrales o poéticos basados en el personaje de Don Juan: Tirso, Molière, Byron, Sor Juana Inés de la Cruz y Da Ponte. Lo que lleva a desarrollar un tratamiento donde la representación teatral se inserta en una reflexión más general sobre el mito. Un juego inteligente a los que tan aficionado es el compositor.
La partitura ha sido revisada para este estreno con escena y se proyecta ahora para una orquesta más amplia. Se hace un acusado empleo de los “ostinati”, los “glisandi”, los temas “cantábile” reconocibles y se manejan con suma habilidad delgadas líneas melódicas de signo muy climático; se recuerda el mundo madrigalesco y se llama al espíritu de nuestro siglo de oro. Marco, como es costumbre en él, sabe ordenar con disciplina y construir conjuntos en los que conviven y se alternan varias líneas vocales e instrumentales. Los ritmos son directos, sencillos, con frecuente presencia del compás ternario. Elementos que ayudan a conformar una música de fácil escucha que abusa en ocasiones de pasajes insistentemente repetidos a veces sobre ritmos especialmente cortantes y secos. Un pequeño coro de madrigalistas es empleado a conciencia en misiones narrativas, unas veces íntegro y otras fraccionado y, cosa curiosa, representa con frecuencia a personajes concretos.
Hay a veces un melodismo de notable fuerza lírica, como el del dúo (“No es verdad ángel de amor…”) entre doña Inés y don Juan. En otras se hace algo cansino el continuo recitativo. Cuando escuchamos la obra sin escena se nos hizo más cercana y asequible. La apuesta de Señor Serrano imbrica la historia dentro de otra historia: la de una filmación. Todo se desarrolla en un set cinematográfico (recordemos la “Butterfly” de Mario Gas, menos alambicada). En escena hay una gran pantalla de video que establece lo que sucede en la película y lo que acontece fuera de ella. Hay objetos y artilugios, elementos que juegan su papel. Naturalezas muertas, objetos del más variado tipo que vamos viendo mientras la narración avanza, sin que exista en apariencia relación con ella. La acción resulta a la postre premiosa y confusa y no acaba de establecerse con claridad cuáles son los momentos de la filmación y cuáles los que se desarrollan fuera de ese ámbito. Los actores acaban por asumir la identidad de los personajes.
Joan Martín Royo (que sustituye en la parte protagonista a su creador, Alfredo García, a quien está dedicada la ópera), barítono bien pertrechado, de timbre algo opaco y agudo un poco abierto, encaró con gallardía la parte protagonista. Doña Inés, y la actriz que la representa, claro, fue la soprano guatemalteca Adriana González, una lírica de rotunda emisión, un tanto destemplada a veces. Don Luis fue el tenor lírico-ligero argentino Juan Francisco Gatell, fácil en al agudo y no siempre afinado. El narrador fue de nuevo el ágil tenor ligero canario Juan Antonio Sanabria. Lucía Caihuela aportó su atractivo timbre de soprano lírico-ligera a doña Ana y la mezzo Sandra Ferrández, la maquilladora, actuó con su desparpajo habitual en un papel muy secundario. Conjuntos bien ensayados por la clara y conocedora batuta de Santiago Serrate, a quien se debe en gran parte la existencia de la ópera. Arturo Reverter
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