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LA FILARMÓNICA HACE HONOR A SU LEYENDA
Sevilla, un vigésimo aniversario
Por Publicado el: 01/05/2011Categorías: Crítica

Devia y su tardío debut

Temporada de la Maestranza
Un tardío debut
Obras de Chopin, Charpentier, Massenet, Gounod, Bellini, Donizetti y Verdi. Mariella Devia, soprano y Max Bullo, piano. Teatro de la Maestranza. Sevilla, 30 de abril
Mariella Devia (Imperia Liguria, 1948) es artista muy querida en Sevilla, tal y como pudo apreciarse tanto en la recepción que le ofreció el público de la Maestranza nada más salir al escenario como en las aclamaciones finales, muy por encima del resultado artístico de la sesión. Fue una tarde accidentada y no sólo porque quien escribe llegase al teatro desde la otra vecina Maestranza, a la carrera, jadeante y exhausto, con el corazón en un puño tras el indulto a “Arrojado” sino porque la soprano cantó a pesar de una enfermedad vírica detectada por la mañana y porque su recital hubo de interrumpirse antes de acabar la primera parte ante ruidos en el anfiteatro, seguidos del grito “¡un médico, un médico, por favor!”. Hasta entonces apenas había abordado un par de canciones de Chopin, otro par de Liszt y el aria “Adieu notre petite table” de la “Manon” de Massenet, pero acabó siendo ésta lo mejor de toda la velada. Es pieza que por no poseer ninguna nota extrema, ni exigir un canto en forte resulta caballo de batalla para las divas expresivas que conservan el buen decir al final de sus carreras. Devia está a punto de despedirse de los grandes escenarios, pero ello no fue óbice para que iniciase la segunda parte con la “Casta diva” de Bellini a la que siguió, si mis noticias son ciertas, el debut en la subsiguiente cabaleta “Ah bello a me retorna”, pieza complicada donde las haya y en la que existe soprano que no se vea en dificultades. Las sufrió también ella, pero aún pudimos admirar la técnica prodigiosa para las escalas de coloratura, que nos compensó de unos agudos en forte en los que la voz perdió pureza, se veló y el vibrato quedó demasiado patente. Todo ello compatible con que. por aquí y por allá, mostrase una clase belcantista que va desapareciendo de los escenarios internacionales.
Sería deseable que artistas de la calidad de Devia eligiesen pianistas acompañantes dignos de su clase. No lo fue Max Bullo, precipitado, tosco y chapucero. Quizá es que tras la faena de Manzanares a “Arrojado” era demasiada la exigencia del crítico, porque el público salió entusiasmado. Gonzalo Alonso

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