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Kozená, sobrevaloración mediática
…Y la acústica cambió
Por Publicado el: 21/04/2007Categorías: Crítica

“El rey que rabió” en la Zarzuela

“El rey que rabió” en la Zarzuela
Rabia con ingenio
J.de León, S.Cordón, A.Font, L.Álvarez, E.Sánchez, L.Moncloa, F.J.Jiménez, F.Latorre, I.Fritschi, E.García Carretero, C.Varela, L.E.González,etc. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. L.Olmos, dirección de escena. M. Ortega, dirección musical. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 20 de abril.
Ruperto Chapí fue un niño prodigio que escribió sus primeras piezas a los nueve años para, a los doce, dirigir la banda de Villena, donde había nacido. Cultivó con clase la zarzuela -“La Bruja”, “La Revoltosa”, “El rey que rabió”, etc- llegando a escribir unas ciento cincuenta y también la ópera -“Margarita la tornera”, “Curro Vargas”, etc-. Fue Académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando y fundó la Sociedad General de Autores de España.
En “El rey que rabió” es protagonista la música de Chapí, revisada por Tomás Marco, junto al libreto, aún picante y actual en lo político -no han cambiado tanto las cosas en cien años-, de Aza y Ramos Carrión. El compositor alicantino fue un músico de raza, que jamás cayó en la horterada. En esta zarzuela grande deja constancia de ello, más por la soltura en la combinación de elementos que por la originalidad de los mismos. Se evidencian influencias de las operetas vienesas y francesas en la inclusión de danzas como el vals y la polea, pero sin renunciar a la comicidad de los bufos italianos y al sabor de la música española. Espléndido el nocturno que antes se interpretaba en conciertos y conseguidos los guiños a otros autores. Sólo durante el tercer acto pueden hallarse referencias al “Credo” de Otello en el coro de doctores, estrenado cuatro años antes, al “Tristán” en un inicio de aria de tenor que luego se torna donizzetiana, o al verismo en el trío de la cámara real.
Una entretenida parodia sabiamente construida y sabiamente puesta en escena, dirigida e interpretada. Luis Olmos la convierte en una especie de cuento que se desarrolla en un circo. En el fondo las cortes o los gobiernos no dejan de serlo. Tiene la enorme virtud de su vivacidad, siempre están pasando cosas que amenizan sin distraer. A tono el vestuario, la iluminación y los decorados, con una eficaz grada para colocar la parte estática de la acción. Miguel Ortega dirige con autoridad y animación, con buenas prestaciones de la orquesta y el coro. Entre los solistas, todos muy aceptables para como se ofrece hoy día el género, destaca la comicidad de Luis Álvarez y la voz de auténtico tenor de Jorge de León, en un papel que inicialmente era para soprano.
Una producción recomendable y de las mejores de las últimas realizadas para este divertido título. Gonzalo Alonso

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