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Por Publicado el: 03/04/2008Categorías: Diálogos de besugos

El último recital de Barenboim

Geniales las diferencias ante la última aparición en Madrid de Barenboim al piano. Maravilloso para Vela del Campo, muy discutible para Alonso y a medio camino, sin comprometerse, para Lapuente. Lean.
EL PAÍS:
La genialidad J. Á. VELA DEL CAMPO
EL PAÍS – Cultura – 03-04-2008
En enero de 2006, Daniel Barenboim ofreció en Madrid una lectura sabia e inquietante de El clave bien temperado, de Bach. Fue tan impactante que se podía salir del recital con la impresión de que el pianista argentino había tocado techo. Su recital de anteayer desmintió estas suposiciones y llevó directamente a la constatación de que Barenboim se ha instalado en la genialidad, y de ahí no desciende. Toque Bach, Beethoven, Piazzolla, tangos, música brasileña o Liszt. Sus recitales de piano son un remanso de paz en la vorágine de actuaciones operísticas o sinfónicas. No sé si él lo siente así, pero es lo que transmite. Tienen estas actuaciones al teclado un punto de confidencialidad, y, lo que es más curioso, son una explosión de libertad. Barenboim crea atmósferas sugerentes que hechizan, conmueven, estremecen.

La genialidad de Barenboim se manifestó anteayer en muchos terrenos, pero el más relevante es el que saca a la luz otra genialidad, la de Liszt. Expone sus partituras de inspiración italiana con una transparencia y una fantasía que emocionan. La sombra poética de Petrarca o el reflejo emotivo después de una lectura de Dante se instala en los desarrollos musicales de los cuadernos de su segundo año de peregrinaje a Italia. La leyenda del sermón a los pájaros de san Francisco de Asís posee una ternura infinita y las paráfrasis verdianas de Aida, Il trovatore o Rigoletto son ejercicios deslumbrantes de creatividad sin límites. Son propuestas para el diálogo las diseñadas por Liszt. Con la literatura, con la historia, con la pintura, con la propia música. Barenboim es el anfitrión de lujo de esta recreación. El viaje con él se convierte en una experiencia inolvidable.

LA RAZÓN:
Barenboim en Ibermúsica
Pianista a tiempo parcial
Obras de Liszt. Daniel Barenboim, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 1 de abril
En el ciclo de Ibermúsica, compuesto mayoritariamente por orquestas, no podía faltar como excepción Daniel Barenboim, íntimo amigo y en alguna ocasión hasta soporte financiero de la casa. Y, tocando Barenboim, tampoco podía faltar todo el glamour madrileño aunque la cita tuviera lugar a las 22,30 y al público se le cerrasen los ojos y tosiese como nunca. Allí estaban desde el ministro de asuntos exteriores al más melómano alcalde de Madrid, pasando por un amplio abanico de personalidades culturales, financieras y artísticas. Había que estar, aunque los “Años de peregrinaje” de Liszt no les apeteciesen mucho y produjesen nerviosismo.
Este ambiente debió afectar al artista, como también algún que otro problema con el piano, cuya afinación hubo de ser retocada en el intermedio. Como posiblemente un excesivo tiempo sin dedicar horas al instrumento o como, quizá, los tardíos sopores de la sobremesa del almuerzo en el que se le otorgó una distinción. El programa fue diseñado para la Scala. Barenboim, que tomaba posesión como principal director con “Tristan e Isolda”, dedicó un recital a la Italia de Liszt: los “Tres sonetos del Petrarca” de los citados “Años de peregrinaje” italianos, el “Sermón a los pájaros” de San Francisco de Asís, la sonata en si menor “Tras una lectura de Dante” y paráfrasis de óperas verdianas.
Cuando un pianista quiere conservar su posición de privilegio en el escalafón no puede dormirse en los laureles, por muchas raíces que éstos tengan, sino que necesita sentarse diariamente unas cuantas horas frente al teclado. Es dudoso que Barenboim tenga tiempo para ello y, en cualquier caso, los resultados parecen demostrar lo contrario. Sigue haciendo cantar maravillosamente al piano cuando de cantar se trata y así proporcionó momentos sublimes en todas y cada una de las obras -¡qué preciosidad el tercer soneto del Petrarca, el “Sermón”, el “lamentosos” de la “Dante”, la escena de la consagración de “Aida”…- pero la técnica flojea al final de la “Sonata en si menor”, donde las notas se emborronan hasta casi volverse “chapuceras”. Hace muchos años, en el Real sinfónico, se perdió en la misma sonata, esta vez al menos hemos salido ganando en eso. Dicho esto desde la más sincera admiración pero también desde la objetividad, añadiré que sólo algunos compases de Barenboim siguen valiendo por todo un recital de otras supuestas primeras figuras y que no hay que dudar ante cualquier reaparición del pianista: allí hay que estar. Gonzalo Alonso

ABC:
Virtuosismos.Ibermúsica
Obras de Liszt. Int: Daniel Barenboim, piano. Lugar: Auditorio Nacional. Madrid. Fecha: 1-04-08
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
Los trajes musicales de Daniel Barenboim son infinitos. En el programa de mano de su último recital en Madrid, Ángel Carrascosa repasa la discografía como pianista. La relación es abrumadora… y en crecimiento. Se completa con un registro realizado en directo en el milanés Teatro alla Scala con obras de Franz Liszt. En el mismo escenario en donde el legendario pianista y compositor fracasó tocando a Beethoven y abominó del «público frívolo». El de ahora no lo es, ni en Milán ni aquí. Aunque tosa, se mueva, le suene el móvil, haga ruido y se distraiga. El respeto al artista, a Barenboim, no disminuye, pese a estos detalles. Sigue vivo el ambiente de acontecimiento que rodea cualquiera de sus conciertos.
Aun así, anteanoche, el público se mostró inquieto, al menos al principio. Quizá intuyendo que Barenboim tampoco parecía estar a gusto. Pudo ser el estado del piano que una vez más volvió a ser una de las vergüenzas del auditorio madrileño. Con todo, tuvieron un color peculiar algunas de las exquisiteces que sonaron perdidas en varios de los sonetos del segundo año de «Peregrinaje», en los trinos entretejidos del exquisito y franciscanista «Sermón a los pájaros», y en la minuciosa concentración poética que culminó en la «Fantasia quasi sonata» sobre Dante dicha con rectitud, sin excesos, falsos romanticismos y controlada, comedida emoción.
Para los exploradores
En realidad, en todo ello se adivinó el estilo del propio intérprete, aunque amplificado en una sesión en la que Barenboim interesó más a los exploradores de sabidurías y experiencias que a la concurrencia general, lógicamente pendiente de ese momento cargado de intensidad que rompe en el aplauso. No lo hubo y sí un curioso retraimiento ante las paráfrasis sobre óperas de Verdi. Tres momentos extraídos de «Aida», «Il trovatore» y «Rigoletto» que, a la postre, se quintaesenciaron en una interpretación íntima, contraria al exhibicionismo técnico, circunstancialmente falible, aparente y mejor perfilada que imaginativa.
Suficiente como para que una vez tenga provecho un recital de alguien llamado Daniel Barenboim.

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