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Del superhombre a la fusión
Golfa amenidad castiza
Por Publicado el: 25/06/2008Categorías: Crítica

FANTASÍA, HUMOR Y SUEÑO

Tomás Marco. “Segismundo”. David Azurza, Guillermo Amaya, Helena Dueñas, Jorge Merino. Conjunto instrumental. Director: José Luis Temes. Dirección escénica: Gustavo Tambascio. Teatro Albéniz, Madrid 23-6-2008. Óperadhoy.

Esta ópera corta de Marco, estrenada en el Teatro Tatín Santander en 2003, visita Madrid por primera vez. Se trata de una aproximación musical y dramática a “La vida es sueño” de Calderón, que aparece resumida a lo esencial y combinada con otras fuentes literarias y filosóficas, como “La República” de Platón, “Meditaciones metafísicas” de Descartes y un poema, escuchado al final, de Alberto Lista.
Se da la vuelta al original a impulsos de una idea: “Soñar el sueño”, que proporciona ambigüedad al argumento y concentra la acción, desarrollada en una narración servida por una música transparente tocada por un clarinete (Juan Carlos Felipe), un chelo (Ramón Ramos) y un percusionista (Juan Carlos Pelufo), a los que se añade un sintetizador (en manos de Pedro Arriero) y una serie de fragmentos electrónicos. Todo, medido y encajado en el texto, se sigue bien gracias a la urgencia del trazo, de la limpia rítmica, de una armonía que bascula entre lo arcaico y lo tonal y unos expresivos “ostinati”. Respiramos el aire fresco de obras tan jugosas como “Rénard” de Stravinski.
Claro que el planteamiento de la escritura es más bien barroco y renacentista, apreciable en las melopeas de Segismundo, personificado por el contratenor David Azurza, que, con su timbre acontraltado y ciertas apreturas en el agudo, borda el cometido, con excelente dicción, favorecido por la equilibrada amplificación. Bien los actores, con Helena Dueñas a la cabeza, y magnífico el conjunto instrumental, que Temes dirige con ágil disposición, enérgica acentuación y sentido del melólogo
La labor de Tambascio, con fantasiosos escena y vestuario de Jesús Ruiz, nos pareció muy adecuada. La variada imaginería, el humor, las atractivas luces bufas con las que viste al espectáculo, el atavío apayasado de los músicos, el toque felliniano enriquecen la obra y realzan su contenido y significados.

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