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Del superhombre a la fusión
Golfa amenidad castiza
Por Publicado el: 25/06/2008Categorías: Crítica

Esplendoroso

Haendel. “Giulio Cesare”. Zazzo, Piau, Dumaux, Ernman, Hammarström, Rivenq. Orquesta Barroca de Friburgo. Director: René Jacobs. Conciertos de Juventudes Musicales de Madrid. Auditorio Nacional, Madrid. 16-6-2008.

Esta ópera de Haendel, estrenada en Londres en 1724, es una suma de excepcionales valores musicales y dramáticos. En pocas obras teatrales del compositor anglosajón se describen, tan certeramente, comportamientos, actitudes, sentimientos, contrastes entre psicologías. La vida en su plenitud, los anhelos y sufrimientos, las alegrías y esperanzas, los odios y las intrigas, pintadas a veces de forma desaforada, aparecen vívidamente reflejados a través de una música de enorme intensidad, de pasmosa variedad rítmica, de formidable belleza melódica. Las voces son tratadas con el cuidado y la finura que podían esperarse de uno de los creadores belcantistas más puros.
Todo ese mundo, en el que reina el virtuosismo vocal más trascendente y en el que casi todo se canaliza a través del aria da capo más estricta, hemos podido palparlo en la magnífica interpretación escuchada en esta oportunidad, presidida por la vital y esclarecedora batuta –un diminuto adminículo en su mano- de René Jacobs, que conoce el estilo y lo sirve de manera palpitante y cercana, con un control del ritmo tan extraordinario y férreo como elástico, siempre pegado al acontecer dramático. Con el inestimable concurso de la Orquesta Barroca de Friburgo, una orquesta de época de no más de 30 miembros, de una insultante perfección, de un colorido y una penetración sensacionales, aquí estratégicamente situada.
Es posible que el equipo vocal no estuviera a la misma altura, aunque todo acabó integrándose bien y motivando el justificado entusiasmo de la concurrencia –ya escasa a las 23,45 de la noche-. Destaquemos el sentido del drama y la capacidad reguladora del contratenor americano Lawrence Zazzo, como Cesare, y la dulzura del canto de la gentil Sandrine Piau, enternecedora Cleopatra. Las suecas Malena Ernman y Kristina Hammarström dieron vida, con algunos problemas en la coloratura, a Sesto y Cornelia.

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