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Festival de El Escorial: De San Petersburgo a Lituania
Inauguración del III Festival de El Escorial
Por Publicado el: 06/07/2008Categorías: Crítica

IMPONENTE CONCERTGEBOUW

IMPONENTE CONCERTGEBOUW

57 Festival Internacional de Granada
Obras de Weber, Schumann, Mussorgsky/Ravel y Messiaen. Orquesta del Concertgebouw, Amsterdam. Director: Neeme Järvi. Palacio de Carlos V. Granada.
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Se pudo temer el naufragio, pero el Festival reaccionó deprisa y la orquesta no digamos. Volvía el mítico Concertgebouw de Amsterdam a Granada tras 24 años de ausencia (1984, con su entonces titular Bernard Haitink, hoy Director Emérito); en este interregno se habían producido los 16 años de la etapa Riccardo Chailly, titular entre 1988 y 2004, y la llegada de un nuevo maestro al podio del conjunto holandés, el letón Mariss Jansons, uno de los más grandes artistas de esa profesión en horas bajas que es la dirección de orquesta. Pero a Jansons, corazón grande en envoltorio delicado, la válvula cardiaca volvió a darle un susto, segunda vez en su vida, en la última semana de junio, apenas dirigidos en Holanda los programas previstos para Granada y cuando debía interpretarlos en etapa intermedia en Londres. El conjunto llamó de urgencia a otro músico del Báltico, el estoniano Neeme Järvi, y Granada suscribió la apuesta.
El primer programa le iba bastante bien al todo-terreno maestro de Tallin, y desde la Obertura de “Euryanthe” de Weber las virtudes primarias del conjunto salieron a la luz: equilibrio mirífico de sus familias instrumentales, en donde un metal broncíneo y centelleante jamás tapa a una tersa cuerda de afinación perfecta, dinámicas extremas que nunca se rompen en el ’fortissimo’ y alcanzan audibilidad total en el ´pianissimo’, y aterciopelado sonido que pasa de generación en generación dentro del conjunto. A pesar de la velocidad supersónica adoptada, la “Primera Sinfonía” de Schumann transmitió lirismo, grandeza y optimismo, y los “Cuadros de una exposición” de Mussorgsky en la orquestación de Ravel constituyeron exhibición de sonoridades, matices y, como no, gama dinámica. Aunque el fulgor sonoro no bajó una micra, otro cantar fue la magna “Sinfonía Turangalila” de Olivier Messiaen, que era estreno en Granada… y estreno también para Järvi, que la había dirigido por vez primera tres días antes en el concierto londinense; se puede tener sentido del ritmo –Järvi lo tiene-, y hasta dirigir muy bien a Stravinsky –también lo hace-, pero el ritmo irregular, anti-académico, derivado de las músicas de Oriente, tan propio de Messiaen, es mucho más complejo y difícil de aprehender/marcar,. Chailly convirtió esta “sinfonía rascacielos” -como gustaba de llamarla Daniel Lesur- en una especialidad del Concertgebouw y Jansons ha mantenido esa querencia, pero a Järvi le pilla muy de lado. Sus dos fabulosos solistas, Jean-Yves Thibaudet en la tremebunda parte pianística y Cinthya Millar en los espectaculares pentagramas de las Ondas Martenot, salvaron, y mucho, la papeleta, y la orquesta demostró que la obra le pertenece, que ya es bastante. El director aporto lo que pudo (poco) y dejó tocar a los demás: hizo bien. Jose Luis Pérez de Arteaga

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