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Por Publicado el: 11/01/2013Categorías: Crítica

IOLANTA (P. I. TCHAIKOVSKI) Gran Teatre del Liceu de Barcelona

IOLANTA (P. I. TCHAIKOVSKI)

 Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 10 Enero 2013.

Versión de concierto.

Pocos arranques de año han podido ser tan espectaculares como el ofrecido por el Liceu de Barcelona. El triunfo de Il Pirata se ha repetido con esta Iolanta, que ha contado con un director, una orquesta y un  reparto dignos de una versión discográfica.

Durante el pasado mes de Noviembre Anna Netrebko ha sido la gran protagonista de esta última ópera de Tchaikovski en una gira europea en concierto, acompañada por la Orquesta de Ljubljana bajo la dirección de Emmanuel Villaume y rodeada de un reparto vocal de altura, en el que destacaban el tenor Sergei Skorokhodov y el bajo Vitalij Kowaljow. La mencionada gira fue un gran triunfo para la soprano rusa, que demostró no tener posible rival en este repertorio.

El Liceu ha dado un paso más y hemos podido contar con presencia estelar de Anna Netrebko, pero rodeada en esta ocasión  de Valery Gergiev y las fuerzas del Mariinski de San Petersburgo, donde ella  se formó y a donde todos los años vuelve, aunque no sea sino en apariciones esporádicas. Evidentemente, todo un lujo para cualquier teatro de ópera de primera línea en el mundo, aunque la unión de todas estas estrellas no haya conseguido llenar totalmente el conocido como Coliseo de Las Ramblas.

Se ha tratado del estreno de Iolanta en Barcelona, aunque no en España, ya que esta ópera se pudo ver en concierto en la Quincena Musical Donostiarra de 2008, así como en versión escenificada el año pasado en el Teatro Real. Como todos los aficionados conocen. es ésta la última ópera que compuso Tchaikowski y quizá la menos rusa de todas ellas, lo que no le impide ser una auténtica joya musical y vehículo inmejorable para soprano, tenor y bajo.

Esta versión concertante ha contado con la presencia de Valery Gergiev al frente de la Orquesta y el Coro del Teatro Mariinski, perteneciendo también los cantantes – exceptuada la gran diva – a la trouppe de San Petersburgo. Un auténtico lujo, aunque extraño. Me llama poderosamente la atención que en una ópera tan poco coral se haya trasladado a Barcelona también el Coro del Mariinski, ya que su lugar podía haber sido ocupado por otro grupo vocal local, como ocurriera en París en el año 2003 en la visita de la Orquesta Sinfónica de San Petersburgo o en San Sebastián en 2008 en la visita del Capitole de Toulouse. En ambas ocasiones fueron coros locales los encargados de completar la nomina musical.

No cabe duda de que Valery Gergiev es uno de los directores más reconocidos en el mundo musical y más todavía si se trata de música rusa y con la orquesta que lleva tantos años dirigiendo. La versión que nos ha ofrecido de Iolanta ha sido muy buena, a la altura de lo que se puede esperar de él. Dicho esto, añadiré que su lectura no me ha resultado para nada superior a la que pude escuchar por parte de Yuri Temirkanov hace ahora 10 años en París o de Tugan Sokhiev en San Sebastián. Las tres me parecen magníficas versiones, dignas de tres grandes directores rusos. Para mi gusto la más enérgica y arrebatada fue la de Sokhiev, mientras que la más inspirada me resultó la de Temirkanov. La de Valery Gergiev se sitúa un tanto en medio de las otras dos. De lo que no cabe duda es  que Gergiev es un auténtico Zar para las fuerzas del teatro. Nada se mueve sin su permiso. Era curioso ver a Netrebko y Skorokhodov recibiendo la atronadora ovación que siguió a su dúo sin saber si agradecer las interminables ovaciones. No hacían sino mirar al Zar, quien les daba la espalda impertérrito, hasta que decidió que había que continuar. Huelga decir que Orquesta y Coro nos ofrecieron una brillante ejecución de la partitura.

Anna Netrebko es la soprano más cotizada y más mediática de los últimos años, una de las poquísimas cantantes que llena teatros y auditorios al solo conjuro de su nombre. A su preciosa voz – una de las más bellas posibles – une una figura espectacular y unas dotes de actriz dignas de Hollywood. Nos se puede concebir una Iolanta más adecuada que ella y así lo reconoció el público. Es una pena que se tratara de una versión de concierto, ya que nos quedamos sin saborear sus habilidades escénicas. Hacía su debut en el Liceu y estoy seguro de que el público estará deseando volverla a ver. Una gran actuación de la esta gran soprano. Siendo la gran diva del momento, no deja de llamar la atención que incluso ella mostrara claramente que quien mandaba en el escenario era Gergiev.

Sergei Skorokhodov fue Vaudemont y su actuación hay que calificarla como francamente buena. Como ya he dicho más arriba, él fue también el Vaudemont en la gira europea de Anna Netrebko en Noviembre. Aunque no sea muy conocido por el gran público, se trata del tenor ruso más importante de la actualidad, sobre todo desde que Vladimir Galutzin no está en su apogeo. Ya pudimos disfrutar de su canto en el Palau de Les Arts de Valencia en el pasado mes de Junio, cantando la parte de Jasón en la Medea de Cherubini. Se trata de un tenor lírico pleno, de voz atractiva y muy bien emitida, que canta con gusto y expresividad. Le acompaña la figura y la edad para ser un héroe romántico, que es lo que esta ópera necesita en el personaje de Vaudemont.

El veterano Sergei Aleksashkin  fue un magnífico intérprete del Rey René de Provenza. La primera vez que le vi en este personaje me pareció  un intérprete espectacular, aunque con el tercio agudo con signos de fatiga. Hoy en día sigue siendo un Rey René ideal, aunque las notas altas ofrezcan bastante inestabilidad.  La voz es hermosa y es capaz de emocionar con su manera de usarla.

Alexander Gergalov fue un Robert de Borgoña más bien modesto, confirmando la impresión que dejó hace un par de meses en valencia cantando la parte de Schelkalov en Boris Godunov. Es Robert  un personaje para un barítono lírico, que necesita grandes dosis de expresividad y elegancia. El arioso que canta en su entrada en escena pareciera que había sido escrito para ser interpretado Dmitri Hvorotovski.

Edem Umerov fue el médico árabe Ibn-Hakia, como lo fuera también en San Sebastián hace 4 años. Cumplió bien, sin mucha brillantez.

Los personajes secundarios fueron lo que puede esperarse de una compañía de ópera como la del Mariinski. En breve, un auténtico lujo. El bajo Yuri Vorobiev ofreció una voz de gran calidad como Bertrand. Menos brillante el tenor Andrei Zorin en la parte de Almeric. Natalia Yevstafieva ofreció una voz pastosa y buena línea de canto en la parte de Marta. Sorprende que una de las mezzos más importante del Mariinski cante este personaje secundario. Otro tanto se puede decir de Anna Kiknadze en la parte de Laura, un auténtico lujo. Finalmente, la soprano Eleonora Vindaucompletó el lujo de personajes secundarios como Brigitta.

El concierto comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración total de 1 hora y 42 minutos, sin intermedio. La duración puramente musical fue de 1 hora y 39 minutos. Las ovaciones y aclamaciones finales se prolongaron durante 9 minutos y pudieron ser más, pero el Zar decidió que la orquesta y el coro se retiraran, cuando las palmas echaban humo. Finalmente, Gergiev, Netrebko y Skorokhodov tuvieron que volver a saludar. A escena abierta el público dedicó una ovación de 2 minutos y 20 segundos al tenor y la soprano, tras su precioso dúo. Al Zar le pareció suficiente y decidió que enough is enough. El precio de la localidad más cara – en este teatro, el primer piso – era de 233 euros, mientras que la butaca de platea costaba 172 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 138 y 46 euros. Había entradas con visibilidad reducida o sin visibilidad por 33 y 12 euros, respectivamente. José M. Irurzun

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