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Por Publicado el: 31/10/2016Categorías: En vivo

Jaroussky, el todoterreno, con la OCNE

JAROUSSKY, EL TODOTERRENO

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Orquesta Nacional de España

LALO: Le Roi d’Ys (Obertura), BERLIOZ: Les Nuits d’Ete, Op. 7, BIZET: L’Arlesianne, suites 1 y 2. Philippe Jaroussky (contratenor), Orquesta Nacional de España. Dir.: Nathalie Stutzmann. Auditorio Nacional, Madrid, 23 de octubre de 2016.

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La culpa fue de la lluvia. Si no hubiera sido por este detalle, probablemente no se habría visto ni una sola butaca libre en el Auditorio Nacional, porque la idea de combinar a uno de los incuestionables cantantes de moda, el contratenor Philippe Jarousky (Maison Laffitte, Francia, 1978), con la batuta de la también cantante, devenida en excelente directora de orquesta, Nathalie Stutzmann (Suresnes, 1965) era, sin duda, atractiva. Jaroussky pasa por unos de los mejores momentos de su carrera y comienza a salirse del repertorio barroco que tan bien domina. Presentaba su versión de las “Noches de Estío”, de Héctor Berlioz dentro de un programa dedicado íntegramente al romanticismo francés. Y la Stutzmann ya pisa fuerte en un mundo tan masculino como el de los directores de orquesta. Pero la lluvia fue inclemente y el auditorio parecía languidecer a medio aforo. Stutzmann colocó a la orquesta en el orden más ortodoxo, sin enfrentar a los violines, como viene siendo habitual en los últimos tiempos y conciertos, y salió al escenario enfundada en un sobrio traje de chaqueta de pantalón negro, un uniforme de atril, que la mimetizaba con el plantel de músicos y la alejaba de cualquier alarde de feminidad. Porque no le hace ninguna falta. Con los primeros compases de la Obertura del “Rey de Ys” se pudo ver que la directora combina la claridad en el gesto con la musicalidad más profunda. La Nacional, en su forma espléndida habitual, seguía como un solo hombre sus gestos desde el podio y subía, bajaba o volaba a en los múltiples ‘crescendi’ de la obra.

Jaroussky salió a escena para cantar las “Noches de Estío” de Berlioz con su sorprendente voz, que vocaliza a la perfección y se atreve con los agudos más difíciles. Esa voz de contratenor, delicada y potente a la vez, que está siempre por encima de la orquesta y que nos hacer olvidar que la obra fue originalmente escrita para contralto -Stutzman la ha cantado a menudo- o un conjunto de voces femeninas y masculinas.

Las suites 1 y 2 de “La Arlesiana” cerraron una velada completamente francesa, muy bien glosada por Inés Mogollón en sus estupendas notas, en la que resultó obvio que la mayor parte del público había acudido a escuchar a Jaroussky, porque los huecos entre las butacas eran evidentes. Aun así, continuó la perfecta sincronía de músicos y maestra que, combinada con la limpieza del sonido de las diferentes secciones, hizo patente, de nuevo, la gran forma de la Nacional. En el penúltimo Minuet, la delicadeza del arpa y la flauta dejaron al público casi sin respiración, pero la directora abordó el final con contundencia -era la célebre ‘Farandole’-, una pieza muchas veces escuchada como propina, y dejó a la audiencia con el alma llena de fuerza y de alegría. José Luis Pérez de Arteaga

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