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Por Publicado el: 10/08/2009Categorías: Crítica

«La casa de Bernarda Alba» en Santander

«La casa de Bernarda Alba»
De Miquel Ortega. Intérpretes: Raquel Pierotti, Marina Rodríguez Cusí, Vicky Peña, Beatríz Lanza , Monserrat Martí, Marian Pardo. Orquesta de la Ópera Nacional de Lituania. Coro Lírico de Cantabria. Dir. de escena: R. Calleja. Dir. musical: M. Ortega. Palacio de Festivales de Cantabria, VIII-VIII-2009.

Alrededor de once. Ésas son las veces, desde 1936 hasta hoy, en que el poderoso texto de la «Bernarda Alba» lorquiana ha tentado a los compositores. El caso más moderno es el del germano Aribert Reimann, cuya «Bernarda Alba» se estrenó en Munich en octubre del 2000, con dirección musical de Zubin Mehta, y que llegó a España, Festival de Peralada, al año siguiente, julio de 2001; por cierto que Peralada debe ser la única muestra española que ha acogido, en menos de una década, dos «Bernardas» operísticas, la de Reimann y la recién estrenada en Santander, que se representa hoy, día 10, en la localidad gerundense.
Solidez dramática
Sin rodeos: la obra de Miquel Ortega (Barcelona, 1963), gestada entre 1991 y 2006, funciona estupendamente, con una solidez dramática perfecta, debida, claro, al primigenio texto lorquiano, pero también al eficaz, sabio trabajo del libretista, el ya desaparecido Julio Ramos. Excelente, sin fisuras, la parte orquestal, con un foso que va adelantado/dibujando toda la acción, con una música que es «moderna» cuando necesita serlo y que otras moderniza la tradición de lo operístico. Cuidada también la escritura vocal para diez voces femeninas, tremendo reto, en el que se dan cita secuencias de intenso lirismo –Adela, maravillosamente encarnada por Monserrat Martí–, dramatismo de endiablada dificultad –Martirio, esforzadamente interpretada por Beatríz Lanza– o entonación cercana al canto popular –Poncia, otro sobresaliente trabajo de la competente Marina Rodríguz Cusí– o cortante intimismo –Magdalena, la otra Marina, Pardo–, sin olvidar el semi-recitado alternado con explosiones casi puccinianas de la protagonista –Raquel Pierotti, autoridad narrativa y escénica– y hasta las escuetas participaciones del coro, que van de la salmodia al griterío.
Coincidencia curiosa con la ópera de Reinann, y de otra parte anterior en el tiempo, ya que Ortega tuvo la idea en el mismo 1991 de origen de la composición, que el personaje de la iluminada María Josefa, la madre de Bernarda, sea interpretada por una actriz, que en las representaciones muniquesas de 2000 y 2003 fue Inge Keller, pero que aquí ha tenido traductora de lujo en la fabulosa Vicky Peña, recreadora de un personaje visionario con el que comparte algunos de los pasajes más delicados y sutiles de la partitura de Ortega.
Fundamental: el montaje escénico de Román Calleja, que tenía en su haber, 1997, una «Bernarda Alba» teatral: su trabajo es modélico en la dirección de actrices, claustrofóbico cuando el texto lo pide, impregnado de ese calor asfixiante que Lorca predica en la obra, nocturnal y esperanzado en un acto final que se resuelve/frustra en un cerrar de paneles, paredes y puertas. El autor dirigió su creación gran con competencia , y todo el conjunto cosechó un éxito inusual en un estreno de ópera, más si ésta es actual.

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