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Por Publicado el: 17/05/2005Categorías: Crítica

La Dama se divierte

IX Ciclo de Lied

La Dama se divierte

Obras de Weill, Haydn, Mozart, Schumann, Strauss, Walton, Farré, Duparc, Coward, etc. F.Lott, soprano y G.Johnson, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 16 de mayo.

Decía la última de las piezas oficiales del programa “What is a lady like me doing’ in a joint like this?” y Felicitty Lott cambió “lady” por “Dame”, aludiendo sin duda a ella misma, poseedora del título de “Dame”. Pero ella sabía bien lo que hacía en la Zarzuela, donde cantaba por tercera vez en los ciclos de lied. La soprano inglesa ha presentado siempre programas muy personales. En la primera ocasión fueron dúos junto a Anne Murray y en la segunda un recital bautizado como “Noche y día. Canciones de amor junto al reloj” y es que tener a Graham Johnson –el mismo explicaba el programa en las notas- como pianista acompañante y preparador es garantía de originalidad. Claro que también hay que saber dejarse aconsejar y Lott es mujer inteligente, además de elegante y refinada. Esta vez el recital se titulaba “Mujeres perdidas y esposas virtuosas”, lo que dejaba entrever claramente por donde iban a ir los tiros: un recorrido por el amor pecador y el amor virtud en base a canciones de dieciocho autores conocidos y dos anónimas. Una variedad que mezclaba estilos e idiomas, que Lott domina con autoridad y gusto. Y así empezó con la vieja prostituta que recuerda el camino del amor desde los diecisiete años y terminó preguntándose “¿Por qué una mujer no ha de tener una relación?”.

Y lo hizo con desenvoltura y picardía, poniendo intención en cada sílaba de tres idiomas que pronuncia a la perfección. La voz estaba en mucho mejores condiciones que en su última visita, como si el tiempo, en vez de avanzar, hubiera retrocedido. Todo ello, junto con el “savoir faire” de la puesta en escena, vestuario incluido, provocó el aplauso entusiasta hasta en los críticos más reacios a él. Fue un repertorio original, central tal y como convenía a su voz con cuidado exquisito en las pocas notas extremas, interpretado con ironía y humor, estupendamente acompañado por un Graham Johnson que se divitió tanto como soprano y público. Gonzalo ALONSO

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