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Por Publicado el: 27/04/2015Categorías: Crítica

La lección de canto de Nucci en Traviata

La lección de canto de Nucci

“La Traviata” de Verdi. V.Gimadieva, T.Ilincai, L.Nucci. Orquesta y Coros titulares del Teatro Real. D.McVicar, dirección de escena. R.Palumbo, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 25 de abril de 2015.

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La presencia de Leo Nucci en tres de las representaciones de “Traviata” en el Teatro Real no podía pasar inadvertida. Aún recuerdo sus palabras al acabar la función de “Rigoletto” en la que intervino en 2009: “No volveré a cantar en este teatro”. Así lo pensaba porque Mortier no había asistido a la representación aún estando en Madrid y era sabido que artistas como él no entraban en sus cálculos. La vida da muchas sorpresas y Nucci no sólo ha vuelto para cantar “Traviata” sino que la temporada próxima retomará “Rigoletto”. Había cancelado días antes un concierto en La Coruña por encontrase con bronquitis, pero afortunadamente pudo cumplir en Madrid y vaya si lo hizo.

Si este fin de semana el llanto de la candidata de Toreno defendiendo ante Rajoy a la minería de su comunidad nos reconciliaba a muchos con los políticos, la lección de Nucci nos recuerda que en la ópera hay cosas que están por encima de semanas de inútiles ensayos. Salió al escenario sin que le hiciera falta uno solo y se comió la representación. Bastó su presencia escénica de grande de la ópera, la autoridad que emanaba y la cabeza con la que interpretó cada frase de la partitura. Decía Callas que primero había que saberse bien las notas y luego buscar el color y el sentido de cada palabra. Eso justo es lo que ya muy pocos cantantes son capaces de hacer hoy día y el público lo distingue inmediatamente. De ahí la ovación recibida al final de la función.

Compartió escenario con la soprano rusa Venera Gimadieva y el tenor rumano Teodor Ilincai. La primera, que triunfó en Glyndebourne en el mismo papel, mostró una voz con mayor cuerpo que Ermonela Jaho, aunque no tanta sutileza canora, pero compuso una Violetta más emotiva en líneas generales excepto en un “Amami Alfredo” que pedía más carne en el asador. Al segundo, que fue ganador de una edición del concurso Viñas y que se avino a cantar a pesar del previo anuncio de indisposición, se le escuchó mejor que a Francesco Demuro, si bien el personaje de Alfredo le resultó demasiado ligero, pues su voz se presta más a papeles casi de lírico-spinto. Renato Palumbo exhibió ciencia y experiencia para cuidar y acoplarse a las tres voces. En conjunto una función más fiel a Verdi que la del estreno, cuyo comentario se publicó en estas páginas el día 21. Gonzalo Alonso

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