Las malas artes de Guleghina
La gala estaba muy bien planteada, pero llegó ella y quiso manejarla a su antojo, cosa que al final consiguió a pesar que había en ella artistas tan importantes como Nucci, Gallardo-Domás, Berti, Rancatore, Montiel, Albelo, etc. No quiso cantar “Nel di della vittoria” de “Macbeth” en la primera parte sino como propina, con lo que curiosamente no pisó el escenario en toda la primera parte de la gala. Añadió a la segunda un “Pace, pace mio Dio” no previsto, además del anunciado duo de “Aida” con Berti. Lo peor fue como trató a sus compañeros. Vetó que Montiel interviniese en el brindis final de “Traviata”, al parecer porque tenía demasiada voz y una mezzo sólo podría hacerlo en el coro.
Terminó la gala oficial y llegaron las propinas. Ella quería cerrar el concierto con la última de ellas, pero ésta debía ser una canción gallega, por aquello del Xacobeo, que acaba de grabar Gallardo-Domás. Se calló, pero se propuso fastidiar la marrana y se largó tres veces la cabaleta “Vieni t’affretta” de “Macbeth”, con lo que después de aquella exhibición -que canoramente lo fue- a ver quién era el guapo que se atrevía con una canción. La soprano chilena decidió no cantarla y cuando salió a saludar, sólo en la segunda salida, lo hizo llorando y abrazada por una montiel que también había sufrido lo suyo. Cuando iban con el citado brindis, la rusa dijo que la Montiel ni de broma y entonces tuvo que intervenir Nucci para decidir que si Montiel no, tampoco ninguno de ellos y así acabó la cosa.
Un crítico, sin pelos en la lengua, le dijo tras el concierto a Guleghina: “Señora, usted es una extrordinaria cantante, pero el modo en que se comporta no es de recibo”. Se quedó helada, asegurando que ella no era la culpable. Más tarde, al despedirse de la posterior cena, se dirigió al crítico para decirle “Soy embajadora de la Unicef y voy por el mundo haciendo el bien, ayudando a los niños de Rusia, etc. No quiero que usted piense que soy una mala persona. Si Gallardo-Domás no cantó es porque no quiso”. Y el crítico le replicó “Quizá señora, es que tras tres cabaletas no se podía cantar una canción” y ahí le traicionó el subconsciente a la rusa: “Ese es su problema. Yo canté mi repertorio. Que ella hubiese cantado “Manon Lescaut”. Ya ven lo que hay por el mundo.
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