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Adiós audiencia
Basura hipócrita
Por Publicado el: 10/07/2008Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Leña al mono

La nueva etapa del Auditorio Nacional no tiene desperdicio y cada día sorprende más. La lista de cargos va camino de convertirse en mayor que la de su aforo: gerente, director artístico, director de producción, jefe de personal, responsable de proyectos educativos…. La mayor parte de ellos cargos creados para colocar a personas con las que no se sabía por dónde salir, en modélico ejemplo de lo que no debe hacer la administración pública y menos en tiempos de crisis económica.
Pero claro, tanto cargo -y tanta incompetencia- ha de justificarse y al señor López López no se le ha ocurrido otra cosa que ejercer de censor. La censura vuelve a pesar de que se acaba de derribar en las Cies otro de los últimos vestigios franquistas. Las salas se seguirán arrendando pero, como los fondos para poner en marcha la anunciada programación propia del INAEM están cada día más en el alero, lo que se trata es de programar a base de forzar a los arrendatarios más débiles a que ellos programen lo que desee el director artístico del Auditorio con el escudo de una absurda comisión artística de notables con intereses encontrados. A López López no le gustan los ciclos populares de Promoconcert -«Carmina Burana», «Patética», «Bolero», etc- y, al parecer, trata de impedir que alquilen la sala con excusas variopintas. Se les exigiría la renuncia a la popularidad, la inclusión de un 15% de repertorio de autores españoles vivos y otros absurdos. Leña al mono.
Si el Auditorio impone nuevas reglas, éstas han de regir para todos, para Promoconcert y también para Ibermúsica o Juventudes Musicales. Que las publiquen oficialmente anulando las actualmente en vigor para que los promotores sepan con qué cartas han de jugar. Lo que no puede ser es que alguien se convierta en censor juzgando a unos y otros con criterios diferentes o con cartas marcadas. El director artístico del Auditorio no puede ser el portero-gorila de una discoteca discriminando la entrada por la «pinta» del personal. Hasta aquí podríamos llegar. ¿Serían hechos así los que Dylan calificaba como «hipócrita basura”?

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