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Por Publicado el: 19/02/2014Categorías: Crítica

López Cobos en buena compañía [ONE, 16/2/14]

López Cobos en buena compañía

Orquesta Nacional de España
Obras de Sánchez Verdú, Prokofiev y Mussorgsky/Ravel. Arabella Steinbacher (violín). Orquesta Nacional de España. Dir.: Jesús López Cobos. 16 de febrero de 2014; Auditorio Nacional de Música, Madrid.

Tiene mérito reponer una obra años después de su estreno, tratándose sobre todo de una página actual. Tomás Marco suele decir que “lo importante no es que te estrenen, sino que te vuelvan a tocar”. Doble mérito en esta caso para Jesús López Cobos, que decidió retomar una partitura, “Maqbara”, estrenada por la misma Orquesta Nacional en el 2000, y para el “padre” de la pieza, José María Sánchez Verdú (Algeciras, 1968), que encandiló al público con una página que no ha perdido fuerza ni magia, un canto funerario basado en emocionantes poemas árabes. Marcel Péres, que estrenó la composición, volvió a ser el almuédano que convoca a una oración fúnebre con su canto hipnótico. Y la detallista orquestación de Sánchez Verdú, tan luminosa como sorpresiva, envolvió de nuevo a los auditores.

De un violinista, lo normal y socorrido es decir que su sonido es bonito: pero no es el caso de la germano-japonesa Arabella Steinbacher (Munich, 1981), que a pesar de tocar el Stradivarius “Booth” de 1716, tiene un tono en ocasiones áspero, no siempre grato: eso sí, como diría un castizo, “las da todas”. Steinbacher ya actuó en la última edición del Festival de Granada con la Nacional, dirigiendo entonces Vladimir Fedoseyev, y se escribió entonces de su “Concierto” de Tchaikovsky que resultaba afectado, algo que no puede predicarse de su tratamiento del “Concierto nº 1” de Prokofiev, que resultó más árido que ‘cantabile’. Steinbacher se marcó en las sesiones de sábado y domingo propinas, aquí sí, admirablemente tocadas: el primer tiempo de la “Sonata para violín solo” del mismo Prokofiev, y “Obsesión”, el movimiento inicial de la “Segunda Sonata” de Eugene Ysaÿe.

López Cobos, del que está bien presente su gesta del 22 de junio con las “Nueve Sinfonìas” de Beethoven en una jornada, cerró programa con la perennemente joven instrumentación que Maurice Ravel realizara de los “Cuadros de una Exposición”, el ciclo pianístico de Mussorgsky de 1876. Como si se tratara de un “concierto para orquesta”, la Nacional volvió a brillar por solistas (saxo, tuba, trompeta) y por familias, en una traducción que buscó el expresionismo latente en muchos momentos del original para teclado. Las tan precisas como ajustadas notas de Enrique Martínez Miura completaron una velada heterogénea y atrayente. José Luis Pérez de Arteaga

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