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Fígaro se gradúa
¡Viva el jolgorio!
Por Publicado el: 11/11/2008Categorías: Crítica

Luisa Miller en valencia. Por fin un Verdi de verdad

Temporada del Palau de les Arts
Por fin un Verdi de verdad
“Luisa Miller” de Verdi. A.Voulgaridou, M.Álvarez, A.Dobber, O.Anastassov, M.J.Montiel, R.Siwek, F.Pedaci. Orquesta de la Comunidat Valenciana y Coro e la Generalitat Valenciana. L.Puggelli, dirección escénica. L.Maazel, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 10 de noviembre.
“Luisa Miller” es obra muy significativa en la carrera verdiana, pues en ella se encuentran ya muchas de las ideas que explotarían más tarde, a pesar de sus inicios, un tanto donizettiano. Ejemplo de ello son el tema de amor paterno-filial -clave de “Rigoletto”- el enfrentamiento padre-hijo -clave en “Don Carlo”- la propia lucha entre clases sociales, tan presente en “Traviata” o la particularidad del dúo entre bajos, que alcanzará su máxima expresión en “Don Carlo”. Por eso no es extraño que los amantes de Verdi tengamos mucho aprecio a esta partitura y, como no podía ser menos, también Lorin Maazel, quien posee una espléndida grabación.
No es nada fácil para cualquier teatro simultanear “Parsifal” con “Luisa Miller” y menos debería serlo para un recién nacido como Valencia, pero hay que quitarse el sombrero porque el Palau de les Arts ha vuelto a demostrar que su ópera representa otro mundo comparada con la del resto de España. Y es que, no lo olvidemos, su director musical se llama Maazel y él ha formado una orquesta como la que desearían tener todos nuestros teatros. Ella ha sido determinante en la actual crisis del Real. Quienes se me echaron encima por avisarlo, están ahora tratando de mejorar la agrupación y buscando un nuevo director musical. La verdad suele imponerse, aunque a veces tarde. Hace años que no escuchaba un Verdi con tal poderío musical. Todo es vigor, sin perder lirismo, en la soberbia lectura de Maazel y la orquesta, aunque los tempos puedan resultar demasiado amplios en algunos momentos, como en la cabaleta del tenor. A uno se le ponen los pelos de punta en escenas como el cuadro final del primer acto o en el principio del dúo final soprano-tenor, con una cuerda impactante. Sí señores, ¡qué envidia este nivel musical!
No hay hoy mejor tenor para Rodolfo que Marcelo Álvarez. Su estilo es ahora mucho más verdiano y menos belcantista que cuando cantó la misma parte en Madrid. La voz está en plenitud y la capacidad expresiva ha ganado muchos enteros. Alexia Voulgaridou, muy habitual en el teatro, cumple razonablemente, aunque debilite las coloraturas. Andrzej Dobber sustituye con buenas intenciones y dignidad a Carlos Álvarez, si bien le faltan arrestos en los pasajes más dramáticos, en los que el timbre llega a velarse. Orlin Anastassov va de menos a más hasta casi alcanzar el nivel que prometía en los inicios y el que aún no ha acabado de alcanzar. Admirable línea y estupenda vocal e interpretativamente María José Montiel en una Federica mucho más humana y sensual de lo habitual.
La producción, original de Palermo y algo vetusta, presenta una especie de casa de muñecas con minisoluciones habitacionales de dibujo muy flamenco. No se acaba de entender el uso de dobles escenas y algunos detalles pecan de peregrinos, pero es eficaz para presentar la acción sin meterse en berenjenales. Gran y merecido éxito, que nos hace esperar con ansiedad la próxima “Ifigenia”. Gonzalo Alonso

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