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Por Publicado el: 14/02/2006Categorías: Crítica

Mil y una resonancias

Ciclo de Grandes Intérpretes
Mil y una resonancias
Obras de Bach, Beethoven y Schumann. Grigori Sokolov, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 13 de febrero.
Grigori Sokolov (San Petersburgo, 1950) es uno de los solistas con más personalidad del panorama pianístico presente y uno de los más queridos del público madrileño que asiste al ciclo de “Grandes Intérpretes”, en el que toca casi anualmente.
Los resultados no han sido en esta ocasión quizá tan atractivos como en anteriores y por una causa común a la “Suite francesa n.3 en si menor” y “Sonata en re menor Op.31”, los Bach y Beethoven de la primera parte. Simplemente se desbordó en poder. Bach es mucho más íntimo y ni siquiera la “Cigue” final puede resultar tan apabullante. Del mismo modo el Beethoven de la sonata conocida como “La Tempestad” reúne mucho más equilibrio y menos aristas que las expuestas por Solkolov, con un “adagio” que curiosamente no llegó a levantar el vuelo por lentitud y preciosismo. Porque nadie duda que su sonido sea precioso incluso cuando, como en la primera parte de la “Sonata en fa bemol menor Op.11” de Brahms, se dedica a dar una lección de resonancias. Pero a esta obra sí le va bien la fortaleza –esa, que por cierto, le falta a Pires cuando interpreta a este autor- porque Schumann, muy enamorado de Clara, se desbordó sentimentalmente en ella. Como habitualmente con este solista, cundieron las propinas: varios Chopin de inmejorable factura. El gran éxito habitual. Gonzalo Alonso

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