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Por Publicado el: 21/03/2014Categorías: Crítica

Montreal y Nagano suenan europeos

Ciclo Ibermúsica

Montreal suena europeo

Obras de Ravel, Chin, Stravinsky y Mahler. Ekaterina Lekhina, soprano. Orquesta Sinfónica de Montreal. Kent Nagano, director. Auditorio Nacional. Madrid, 19 y 20 marzo.

La Sinfónica de Montreal volvió a Madrid por tercera vez en la historia del ciclo Ibermúsica. Lo había hecho antes, en 1987 con su entonces titular Dutoit y en 1992 ya con Kent Nagano (Berkeley, 1951), titular desde 2006 con contrato prorrogado hasta 2016. El director californiano ha realizado una brillantísima carrera, baste mencionar los cargos recientes o futuros: director titular de la ópera de Munich (2006 a 2013) o generalmusickdirector de la Ópera de Hamburgo a partir de 2015. Anteriormente ya había ocupado responsabilidades de gran importancia, pero hubo quienes consideraron que era un “desconocido” y le rechazaron como titular del Teatro Real cuando enfermó Luis Antonio García Navarro. También Antonio Pappano estuvo a tiro con el mismo resultado. Ya se sabe lo que es este país.

Nagano es un director sólido, que controla muy bien las orquestas y que se luce más en repertorios del XX en adelante. Es lo que se llama un director eficaz y, desaparecidos la mayor parte de los grandes músicos, sube en el escalafón. Su principal problema sería, recordando el análisis de Arturo Reverter a la voz de Mario del Monaco en su último libro, que le “cuesta un congo” hacer un piano. Ante la Orquesta de Montreal hay que quitarse el sombrero. Posee un sonido precioso y de enorme potencia sin que jamás se produzca la estridencia. Reúne, en todas sus secciones, la brillantez de las agrupaciones americanas con la ductilidad de las europeas.

El primero de los dos programas ofreció una lectura impecable de “La tumba de Couperin”, en la que se mostraba justo lo apuntado. Montreal es una ciudad muy europea, muy francesa, y eso se nota. De hecho el peso francés en este primer concierto fue muy significativo, con dos espectaculares propinas: la obertura de “El Corsario” de Berlioz y la Farándola de “La Arlesiana” de Bizet. Se escuchó luego una curiosa pieza de la compositora coreana Unsuk Chin –“Snags&Snarls”- que se estrenaba en España y que sirvió como estudio para su ópera “Alicia en el país de las maravillas”. Obra plagada de curiosas sonoridades que precisa amplificación hasta para la voz de la solista, la soprano ligera Ekaterina Lekhina, algo que parte del público no comprendió y que dejó a las claras las carencias, limitaciones y obsolescencias de los equipos técnicos del Auditorio Nacional. “Petruchka” de Stravinsky y la “Séptima” malheriana sonaron con claridad y precisión inmaculadas, quizá siempre entre el mezzoforte y el forte. Tal trasparencia no es fácil en una partitura de plantilla tan amplia como la de Mahler –con guitarra y mandolina incluidas- y en la que el compositor luchó por encontrar esos nuevos caminos –muy interesante el scherzo- que finalmente alumbraría en su maravillosa “Novena”. Gonzalo Alonso

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