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Ya tenemos una programación digna de Europa en Madrid
Mortier lanza un órdago
Por Publicado el: 01/04/2011Categorías: En la prensa

Mortier, el Mourinho de la ópera

El Mourinho de la ópera
La Nueva España, 24-03-2011
Antes que cualquier otro comentario lo que procede es felicitar al señor Gerard Mortier por el revuelo causado tras su presentación de la próxima temporada del teatro Real de Madrid.

Antes que cualquier otro comentario lo que procede es felicitar al señor Gerard Mortier por el revuelo causado tras su presentación de la próxima temporada del teatro Real de Madrid. Tiene que estar realmente satisfecho porque la sobreexposición mediática es un afán del director artístico belga que comparte, en este sentido liderazgo con otros «popes» nacionales pongamos por caso Belén Esteban o, quizá más aproximado por sus objetivos, con el entrenador del Real Madrid, José Mourinho.

Mortier cometió dos deslices, supongo muy premeditados que, en esta semana, se han vuelto a su contra de manera total. El primero de ellos implica llamarnos tontos a la cara. Me explico. El teatro Real tiene en sus estatutos la obligación de apostar por la lírica española en su programación. Ante las preguntas de la prensa Mortier quiso colar I due Figaro de Saverio Mercandante como la obra de un compositor español. Efectivamente esta ópera se estrenó en el teatro del Príncipe de Madrid, ciudad en la que el compositor residió un tiempo. Pero esto no convierte a Mercadante en español. De hecho es como si se encarga en el Real una obra a Henze u otro autor extranjero y por estrenarse en España, éste pasase a ser español. O como si Picasso por residir buena parte de su vida en Francia fuese un pintor francés. Esta incongruencia es un resbalón antológico, casi diría que una burla a la inteligencia, algo muy llamativo en un profesional de tan alto rango y tan generosamente remunerado con los impuestos de todos los españoles.

Pero quizá lo más grave de esa comparecencia fue su desprecio público hacia los cantantes españoles, plasmado en la irrisoria presencia que estos tienen en la próxima temporada. Y también en unas declaraciones a la prensa convertidas en un escarnio intolerable hacia unos profesionales que demuestran su calidad en teatros de referencia internacional, algunos de ellos de bastante más nivel que el teatro Real que, reitero, pagamos, en una buena parte, todos los españoles -cantantes incluidos- vía impositiva. Quizá la mezcla de ignorancia y prepotencia llevase al señor Mortier a desconocer la excelente tradición de la escuela de canto española -de la belga, poco se sabe, por cierto, salvo alguna notable excepción- que ya admiró a compositores como Rossini, entre otros muchos. Desde entonces sucesivas generaciones de cantantes españoles han formado parte de la élite del canto mundial y han sido respetados por su seriedad y capacitación vocal, estilística y dramática en los grandes teatros que marcan la referencia internacional. O lo que es lo mismo, tienen derecho a cantar no sólo por su nacionalidad sino porque su calidad es competitiva.

Pero no sólo estamos hablando de divos o primeras figuras. También existen decenas y decenas de profesionales que asumen los mal llamados roles secundarios con unos niveles de excelencia totales. Que un teatro como el Real prescinda de nuestros cantantes en un momento de gravísima crisis económica es un auténtico despropósito achacable no sólo a su director artístico sino también a otros responsables del mismo como Miguel Muñiz y Gregorio Marañón y Bertrán de Lis -ambos, por cierto, de españolísima y madrileñísima alcurnia, especialmente el segundo-. Es intolerable este menosprecio que ha provocado una catarsis en el sector. Un revulsivo que está llevando a que los cantantes estén redactando un manifiesto contra la actual postura del teatro madrileño. Algo inédito en la historia reciente del canto en España. No queda más que seguir luchando contra estos «napoleoncitos» que vienen con afán invasor y a los que, como papanatas, pagamos ingentes cantidades de dinero. A su llegada pensé que Mortier podía significar un revulsivo y un paso adelante para el teatro Real. Ahora veo que su presencia es una regresión absoluta que camufla, con palabrería barata y una programación altisonante, la falta de ideas novedosas para sacar adelante un teatro como el Real que debe ser de todos e integrador, en pleno siglo XXI, y no un juguete para satisfacer las peculiares obsesiones de su director artístico. De momento sólo nos queda rezar a Santa Maravillas de Jesús -por su vinculación con el señor Marañón, presidente del patronato del teatro- para que enderece semejante desatino. Cosme Marina

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