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25 Aniversario de la Orquesta de la CAM
Por Publicado el: 12/01/2010Categorías: Crítica

No basta una gran orquesta

XXVI Festiva de Canarias
No todo lo es una orquesta
Obras de Webern, Mahler y Strauss. Thomas Quasthoff, barítono. Zubin Mehta, director. Auditorio de Tenerife, 11 de enero.
“Como decíamos ayer” no era un inicio tan triste como el de la primera parte de este concierto el más adecuado para abrir una cita festiva, pero sanos doctores tiene la iglesia. Las “Seis piezas para oquesta Op.6” de Webern supusieron un formidable avance en 1913, años increíbles para la música en los que convivían –tal y como apunta Guillermo García Alcalde en sus serias notas del programa de mano- tardoromanticismo, impresionismo, expresionismo y atonalismo. Aún hoy día, cien años después, suenan “demasiado modernas” para gran parte del público, que las aplude sin demasiado convencimiento, aunque las escuche en una versión tan impecable como la que tradujo Zubin Mehta aprovechando los mil y un extraordinarios mimbres de la Staatskapelle Dresden. Es además una obra que le viene como anillo al dedo al maestro hindú, puesto que exige un control total sobre una muy amplia orquesta, uno de sus puntos fuertes.
El programa continuó con el lujo de un Thomas Quasthoff cantando los “Kinderttenlieder” de Mahler, en los que brilló a excelente altura, especialmente por el sentimiento imprimido y la matización en todos los amplios contrastes emotivos de unas canciones que tentaron al diablo. Escritas con sus dos hijos en vida, poco más tarde moriría de difteria su hija Maria Anna. La voz del barítono alemán no sonó como otras veces, si bien siguen siendo admirables sus graves aterciopelados y la firmeza de unos agudos casi de tenor dramático. La culpa provenía de la acústica del auditorio de Calatrava, espectacular por fuera pero poco práctico por dentro, y ésta incidiría aún más en la siguiente obra de la noche.
La orquesta que presume e ser la más antigua del mundo tuvo muchas veces a Richard Strauss en su podio e incluso fue destinataria de varios de sus estrenos. El inicio del poema sinfónico “Así habó Zaratustra” lo conoce casi todo el mundo, aunque muchos menos sepan de qué van los compases que siguen a los que nos dejó Kubrick en la obertura de su “2001”. Los de Dresde volvieron a lucir la pastoso y suntuoso empaste de su cuerda, la dulzura de sus vientos -metales incluidos- los pianos etéreos y los fortes sin acritud alguna. Mehta se esforzó, con y sin batuta, para hacer toda una demostración de las sonoridades del poema. Conseguidas éstas a pesar de la distante acústica de la sala, quedaron más apagadas las dudas metafísicas que nutren su base. Hay auditorios en los que las diferencias entre una buena orquesta y una excepcional apenas se perfilan. El de Tenerife es uno de ellos. Gonzalo Alonso

“Como decíamos ayer” no era un inicio tan triste como el de la primera parte de este concierto el más adecuado para abrir una cita festiva, pero sanos doctores tiene la iglesia. Las “Seis piezas para oquesta Op.6” de Webern supusieron un formidable avance en 1913, años increíbles para la música en los que convivían –tal y como apunta Guillermo García Alcalde en sus serias notas del programa de mano- tardoromanticismo, impresionismo, expresionismo y atonalismo. Aún hoy día, cien años después, suenan “demasiado modernas” para gran parte del público, que las aplude sin demasiado convencimiento, aunque las escuche en una versión tan impecable como la que tradujo Zubin Mehta aprovechando los mil y un extraordinarios mimbres de la Staatskapelle Dresden. Es además una obra que le viene como anillo al dedo al maestro hindú, puesto que exige un control total sobre una muy amplia orquesta, uno de sus puntos fuertes.
El programa continuó con el lujo de un Thomas Quasthoff cantando los “Kinderttenlieder” de Mahler, en los que brilló a excelente altura, especialmente por el sentimiento imprimido y la matización en todos los amplios contrastes emotivos de unas canciones que tentaron al diablo. Escritas con sus dos hijos en vida, poco más tarde moriría de difteria su hija Maria Anna. La voz del barítono alemán no sonó como otras veces, si bien siguen siendo admirables sus graves aterciopelados y la firmeza de unos agudos casi de tenor dramático. La culpa era de la acústica del espectacular auditorio diseñado por Calatrava ésta incidiría aún más en la siguiente obra de Strauss.
La orquesta que presume e ser la más antigua del mundo tuvo muchas veces a Richard Strauss en su podio e incluso fue destinataria de varios de sus estrenos. El inicio del poema sinfónico “Así habó Zaratustra” lo conoce casi todo el mundo aunque muchos menos sepan de qué van los compases que siguen a los que nos dejó Kubrick en su “2001”. Los e Dresde volvieron a lucir la pastoso y suntuoso empaste de su cuerda, la dulzura de sus vientos, metales incluidos, los pianos etéreos y los fortes sin acritud alguna. Mehta se esforzó, con y sin batuta, para hacer toda una demostración de las sonoridades del poema. Conseguidas éstas a pesar de la distante acústica de la sala, quedaron más apagadas las dudas metafísicas que nutren su base. Hay auditorios en los que las diferencias entre una buena orquesta y una excepcional apenas se perfilan. El de Tenerife es uno de ellos. Gonzalo Alonso

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