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Por Publicado el: 09/09/2007Categorías: Diálogos de besugos

Pavarotti en la red

Vida y carrera:

LUCIANO PAVAROTTI EN LA RED

Nació en Módena, localidad de la Emilia-Romagna, provincia que fue cuna de grandes cantantes. Empieza cantando junto a su padre en el coro local de la Sociedad Gioacchino Rossini, mientras vive de sus trabajos de vendedor de seguros y profesor de escuela. Las primeras lecciones las toma con Arrigo Pola, pero en 1955 Magiera se hace cargo de su formación musical y consigue que estudie la técnica vocal con Ettore Campogalliani. El debut llega en Módena, tras ganar el Concurso Achille Peri, cantando Rodolfo de La Bohème. Su primer compromiso serio fue la invitación de Tullio Serafin para cantar el Duque de Mantua en Palermo (1962) Actúa por toda Europa con una compañía de provincias. Para entonces, su repertorio constaba de papeles líricos (Rodolfo, Pinkerton, Edgardo, el Duque y Alfredo). El debut en el Covent Garden llega en 1963, sustituyendo a Giuseppe di Stefano como Rodolfo en La Bohème. De la misma forma aparece en un conocido programa de televisión que lo hizo popular en Gran Bretaña, como anticipando la futura importancia del medio televisivo en su carrera. En 1965 Herbert von Karajan propició el ansiado debut en La Scala (de nuevo como Rodolfo). Joan Sutherland y Richard Bonynge lo hacen debutar en América (Miami). Se incorpora a su Compañía durante una gira australiana que le permite profundizar en el repertorio de Donizetti y Bellini. Su carrera se refuerza en Londres y Milán, el debut en San Francisco (1968) y el inicio sus trabajos discográficos junto a Sutherland. Tras algunos éxitos aceptables, incluido su debut frustrado debido a enfermedad en 1969, llega el triunfo absoluto en el MET con “La Fille de régiment” (1972). Aunque ya era un cantante conocido, el acontecimiento lo convierte en una celebridad. La publicidad explota el encanto de su imagen de latino extrovertido y [i]pantagruélico[/i], particularmente en EE.UU., no menos que la de su soleada voz mediterránea. Desde entonces se convierte en el cantante más famoso del mundo pero también consigue amplia aprobación de la crítica, unánime en la italiana (que lo considera heredero de los grandes) y adquiere un carisma tal que aparecen las comparaciones con Caruso (expresadas por la mismísima Rosa Ponselle) A mediados de los 70 afronta papeles del repertorio spinto, en muchos casos con acierto, cada vez canta más funciones, llega a ser la estrella consentida del MET (383 apariciones con la compañía neoyorquina) y añade una gran actividad en recitales en solitario. Este aspecto será el que centre su carrera en los años 80, llevándolo a recintos cada vez mayores con ayuda de la amplificación, lo que ya en los 90 derivará en espectáculos masivos de cada vez más dudoso gusto. Esta vertiente mercantil de su carrera le hace blanco de numerosas críticas, acentuadas con el declive vocal que siguió a las interpretaciones de Otello en 1991 y muy particularmente con el estrepitoso [i]fiasco [/i]del Don Carlo en Milán. Entre anuncios y rectificaciones sobre su retirada y un enorme declive físico, su imagen cada vez parece más alejada de la de un cantante de ópera, algo que sólo la posteridad corregirá.

Operado de cáncer en 2006, ha de finalizar su actividad. Muere en su casa de Módena el 6 de septiembre de 2007.

Hoy, el Sol se ha puesto.

Su voz y su arte:

Hablar de Luciano Pavarotti es hablar de uno de los timbres más privilegiados de los que haya constancia. De tenor lírico pleno, claro y delgado pero lleno de vibraciones argénteas y un volumen adecuado, una nota de calor mediterráneo adornaba este timbre, dándole ese matiz humano personalísimo que según Joaquín Martín de Sagarmínaga “ha hecho cosas filosóficamente imposibles, como rebajar hasta límites casi nulos la tensión entre la realidad y el deseo”. Coronaba este instrumento un registro agudo óptimo hasta el re bemol4, donde sus cualidades se magnificaban, adquiriendo sus máximos volumen, squillo y riqueza de armónicos. Esta belleza revelaba una organización vocal canónica basada en la cobertura del sonido en la zona media-alta y la solvencia de la técnica respiratoria. Resultaban de esta corrección fonadora la homogeneidad total entre registros, libres de sonidos espurios en sus primeros años, y la ligereza, claridad y brillo de la emisión, de una facilidad insultante. Una voz antiverista, emparentada con los tenores precarusianos. No en vano, de las clases de Campogalliani salieron Renata Tebaldi, Carlo Bergonzi, Mirella Freni y Renata Scotto.
Pavarotti era capaz de un legato intachable, de una fluidez y precisión instrumental, medias voces canónicas, quizá algo tendentes a clarear y sfumature de belleza agobiante. Si bien fue habitual que hubiera de cantar bajo las órdenes de una inteligencia musical superior para que explotase todas sus habilidades, el fraseo era espontáneo, fácil, pero siempre subordinado a la corrección canora, apoyado en “una de las dicciones más incisivas que se hayan escuchado” (Giudici) y se adaptaba con flexibilidad a los acentos juveniles e idealizados del tenor romántico. En la mayor virtud del canto de Pavarotti, su espontaneidad, residía la limitación para profundizar tanto en la partitura como en la caracterización vocal de sus personajes. No fue Pavarotti una excepción en la habitual falta de rigor de los tenores italianos en la traducción de las partituras. Ello se debe a que ha sido un músico de formación básica (aunque es dudoso que nula), intuitivo antes que analítico.
Al asumir papeles como Calaf, Enzo Grimaldo o sobre todo Manrico, un componente de esfuerzo apareció en la emisión, perdiendo calidad el registro agudo. Por ello se puede decir que aunque la voz evolucionó, también fue a la fuerza. Más graves fueron la caída en la rutina y ciertos vicios en cuanto a dicción y fraseo que en los 80, con una voz más oscura pero en una especie de edad de plata, alternaron con brillantes incorporaciones de nuevos papeles. A mediados de los 90 falla definitivamente el sustento de todo, la respiración, y progresivamente aquella voz extraordinaria se convierte en una sombra de sí misma.
Pavarotti nunca fue un buen actor. Aunque en las críticas de sus actuaciones de juventud no encontramos excesivos reproches a su trabajo sobre el escenario, con la edad su exceso de peso y varios problemas de las articulaciones reducen su movilidad, ya hasta extremos intolerables durante los últimos años.

Repertorio y discografía:

El papel que ha marcado la carrera de Pavarotti es el de Rodolfo de La Bohème. Para Rodolfo Celletti, “no hay voz que pertenezca a Rodolfo más que la de Luciano Pavarotti. Es un caso de perfecta adhesión entre una voz y un personaje (…) La cordialidad, la sencillez, la expansión, la comunicación, el chispeante humor son los de un hombre que se impone al tenor y canta – ¡y cómo! – pero con la naturalidad de quien habla”. Elegido para debutar en casi todo los teatros importantes y otras ocasiones especiales, llegó a cantarlo en unas 300 funciones durante casi 30 años. Casi la misma adhesión han suscitado sus papeles belcantistas, sobre todo Edgardo, noble e imperioso, y Nemorino, quizá el papel más cercano a la ingenua joie de vivre que transmitía su canto. Lo mismo puede decirse del Tonio de La Fille du régiment, cuyos famosos 9 does agudos convirtieron a Pavarotti en estrella. De nuevo la espectacularidad del registro agudo y la calidez del timbre recrearon un Arturo (I Puritani) que supuso una de sus grandes conquistas. Otro papel que tuvo en repertorio durante más de dos décadas fue el Duca de Rigoletto, ejemplo de lo que los italianos llaman spavalderia (jactancia) tenorile, según Giudici, un personaje que en su voz se convertía en un depredador insaciable. Con los años pudo asumir Riccardo, hasta convertirlo en el mejor papel de su madurez, un espléndido Rodolfo verdiano, Manrico, Ernani y Radamès, éste último con mejores resultados. Aunque el verismo era ajeno a la voz y el estilo de Pavarotti, su notable Cavaradossi le acompañó hasta el final de su carrera.
La discografía de Pavarotti es suficientemente conocida, destacando su Rodolfo (“el más creíble que pueda escucharse en disco”, según Celletti), Pinkerton (ambos con su inseparable Mirella Freni y Herbert von Karajan) y Calaf, quizá el mejor del circuito discográfico (aunque las pocas veces que lo cantó en vivo demostró que era capaz de todo lo que se escucha en el disco) Las grabaciones de Nemorino, Duca, Edgardo, Tonio y Arturo son testimonios de sus años de apogeo vocal y mayor expresividad. Con Caballé firmó una de las más grandes grabaciones verdianas en Luisa Miller. En los 80 su retrato de Riccardo, con la guía de Solti, alcanzó cotas de elegancia y emotividad inéditas. Merece la pena destacar grabaciones en vivo como Manon (1968), Luisa Miller (1976), Turandot (1977) La Gioconda (1979) o Aida (1982) . GINO

Discografía extensa: http://www.operaclass.com/catalogo/cantante.asp?idioma=&idCantante=904&idCat=oc

http://estanochebarralibre.blogspot.com/search/label/Pavarotti

Es difícil en estos momentos expresar lo que se siente y lo que ha significado Pavarotti en cuatro líneas para muchos de nosotros.
Esta mañana serian las 7 de la madrugada he puesto la radio. Nada más encenderse ha sonado por ella la canción que tan maravillosamente cantaba: Caruso. Una corriente fría ha pasado por todo mi cuerpo y he abierto los ojos de golpe. Si ciertamente era lo inevitable, lo que yo en el fondo esperaba pero que contrariamente no terminaba de admitir. Luciano Pavarotti había fallecido esa misma noche, a las cinco de la madrugada. Desde entonces siento una gran tristeza y congoja todo el día como la sentí también en su momento cuando falleció nuestro amado y querido Alfredo Kraus. Ironías o quien sabe, no tantas casualidades, el destino ha hecho que entre los dos tenores hayan tremendas analogías en sus muertes: los dos han muerto a la misma edad, 71 años, de la misma enfermedad y el mismo mes del año, Septiembre con cuatro días de diferencia. Tal vez entre Kraus y Pavarotti no había tanta distancia real, en su canto. Ambos han significado los últimos bastiones, los últimos ejemplares de esa clase selecta de tenores de la antigua escuela italiana belcantista. Huelga incidir en más detalles técnicos en estos momentos pero se pierde una manera de cantar, de emitir la voz y de entender este arte hoy por hoy casi en extinción.
Si Kraus para mi significo el tenor ligado a mis recuerdos desde la infancia, Pavarotti fue el tenor ligado a mi primera juventud y el que me hizo disfrutar y apreciar las primeras óperas completas que adquiría entonces a cuentagotas: Il Trovatore, Mefistofele, La Sonnambula, Andrea Chenier, La Gioconda, L’elisir d’amore, su LP con arias de Donizetti, otro LP con arias de Puccini fueron las primeras óperas y selecciones de arias que iniciaron mi colección y lo más importante, las que me introdujeron afortunadamente, definitivamente y sin remedió ni vuelta atrás en este maravilloso mundo de la lírica. Aquellos cassettes en los que Luciano se codeaba con Sutherland, con Freni, con Caballé, con Milnes, con Ghiaurov me hicieron apreciar, amar y degustar con placer aquella voz hermosísima, brillante, luminosa, natural, extensa y de emisión dulce y acariciadora. Pronto Luciano entro a formar parte de algo querido en mi corazón, que formaba parte de mi vida, como lo fue Kraus, mis dos tenores mas amados, mis favoritos. Con su marcha no se, es como si algo dentro mío hubiese partido y dejado un vacío. Estoy muy triste.
Una cosa siempre he sentido profundamente. No haber tenido la suerte de haber logrado escucharle cantar ópera en teatro. Solo le oí una vez en vivo, en su recital Liceista allá por los lejanos ochenta y tantos. Un concierto para mi cargado de emoción en lo que significaba palpar en directo la voz de aquel tenor que durante tantos años había llenado con su voz las estancias de la casa de mis padres y me había hecho disfrutar del maravilloso arte de la lírica. Así pude apreciar en vivo su emisión fácil, límpida y natural, sin forzamientos, la cualidad solar y luminosa de su voz, su maravillosa proyección, los agudos timbrados y plenos, el fraseo cuidado y esculpido como un delicado artesano todo ello aderezado por una extrovertida humanidad, simpatía y un atractivo personal especialmente tierno. Fui muy afortunado de al menos haber podido disfrutar de ese concierto.

Ahora ya no está entre nosotros. Queda su inmenso e incalculable en valor testimonio sonoro, visual y su arte canoro para ejemplo de generaciones futuras de cantantes y aficionados. Una obra de arte eterna que como tantas otras será para degustar y hacer perdurar su nombre eternamente. Aun así queda en los tiempos venideros todavía el trabajo de extraer toda la paja mediática que le ha cubierto durante tantos años y situarle en el lugar preciso y merecido en la historia de la lírica. Dejando de lado sus innumerables shows benéficos y mediáticos, como el de los tres tenores (donde inciden más por desgracia los medios de comunicación), y que tal vez han repercutido en desdibujar parcialmente la esencia de su arte, estamos ante una de las grandes voces y técnicas canoras del pasado siglo XX y como tal debe valorado, dentro del contexto más puro de la lírica que en suma es al arte al que se entrego en cuerpo y alma y que tan bien y sublimemente supo transmitirlo.
Cuando una voz única, un arte único nos deja perdemos algo irreparable e insustituible.

Descanse eternamente en paz querido Luciano Pavarotti y como el tanto deseaba, acompañado de sus padres y seres más queridos.

Y como no trasladar mi más sentido pésame a toda su familia y de manera especial a la pequeña Alice, de cuatro años, que se ha quedado en su mas tierna infancia sin su adorable padre.

Gracias Gino por tu maravillosa e inigualable aportación. Como profundo admirador que eres de Luciano Pavarotti, al que ya le rendiste un bello homenaje en tu blog, te hago llegar un abrazo sentido de mi parte.

Alfonso

Pues reconozco, y no exagero, que siento hoy un gran vacio en mi, una desgana tremenda, por esta gran perdida.
Reconozco tambien, que trate de escuchar en mi trabajo algun cd suyo, y me fue imposible, pues un nudo en mi garganta, y una humedad en mis ojos se adueñaron de mi.
Creo que tardare mucho tiempo, en poder escuchar algun cd suyo, o en ver algun dvd, sin emocionarme, y sin que se produzca en mi, un sentimiento de emocion, pena y sobre todo nostalgia, por una etapa muy importante de mi vida, en la que su voz estuvo presente, y nunca me defraudo.
Para mi no obstante, seguira muy vivo en mi corazon, y en mis recuerdos, y espero tambien en la memoria colectiva, pues como dije anteriormente en otro hilo, fue un verdadero honor, conocer su voz, su elegancia y su corazon, y poder hablar de una persona con tanta casta, a mis descendientes, y demas proximas generaciones melomanas.
Un fuerte abrazo

Lo cortés no quita lo valiente; TVE3 ( Televisión Autonómica Catalana), ha empezado su Telenoticies de las 14’30h. dedicando como primer tema y durante casi 6 minutos, un reportaje periodístico y musical muy bien confeccionado dedicado al genio de Pavarotti, recordando algunas de sus actuaciones Liceisticas ( sobre todo, la BOHEME de Pavarotti y Caballé del 66 o 67).
Entrevistas y testimonios muy sentidos de Josep María Busquets, José Carreras, Montserrat Caballé y Josep Bros.

Tucker

Pavarotti era inmenso. “Tocaba el balón de tacón”, a la brasileña, con una sonrisa, en el país del juego tosco y rudo. Es la “evocación a la ensoñación” que lograba inducir, fuera del escenario, con el más mínimo detalle. Sus luengos pañuelos vestían su cuello. Sus manjares, sus siestas, su sonrisa, su afabilidad, sus conciertos, sus actos altruistas. Era el Santa Claus vestido de smoking, enviado por las musas, para acercar el bello arte, al napolitano que sólo tornaba a Sorrento. No precisaba de un conocimiento previo por parte del público, porque sólo su maravillosa voz fue capaz de conmover a todos, de ser entendida por todos, de calar en todo el orbe conocido. Todos en mayor o menor medida, maestros y profanos, en distinta escala de valores, lograron disfrutar por igual.

Pero Pavarotti fue mucho más. Una voz única e irrepetible, que precisamente, por “lograr acercar el arte al pueblo”, corría el riesgo de las críticas ilustradas. Nunca fue así. La voz de Pavarotti, ha sido un privilegio único para veteranos y noveles. Una voz de oro, prodigiosa, poderosa como pocas, cálida, mediterránea, humana y heroica a la vez; un timbre único; unas facultades asombrosas y una técnica depuradísima. Ya lo dijo Domingo en alusión a Puccini: “los demás, serán buenos o malos, pero nadie logra emocionar a todo el mundo como él; qué más se puede pedir”.

Nos deja una voz única e irrepetible. Hasta siempre Maestro.

Triste, triste, triste. Pavatotti ha muerto.

Es una verdadera pena y una pérdida irreparable, tal vez el último gran divo italiano. Porque ahora las cosas son distintas, seguiran habiendo grandes cantantes, pero el Star Sistem al que pertenecieron Pippo, Luciano, Corelli, Domingo etc. ya es cosa del pasado. Antes los tenores eran «todologos» ahora estamos entrando cada vez más en la era de los especialistas. es decir si eres bueno para el bel-canto, ni sueñes en el verismo, jamás.
El legado de Pavarotti es impresionante, practicamente se puede decir que todas sus grabaciones de óperas completas, son buenas, pero hay dos excelentes, que destacan, según mi humilde opinión, por sobre todas las demás: y son La Bohème y Madama Butterfly ambas con Freni y dirigidas por Karajan. En estas dos grabaciones Pavarotti además de estar joven, entero rebosante de cualidades, estaba cien por ciento al servicio de la música, del canto era el intérprete ideal. Luego cuando decidió convertirse en Super Star, dejó de servir al arte para estar al servicio de sí mismo, y su forma de cantar cambió. ahora lo hacía como diciendo «¿verdad que soy muy bueno?» y sí que lo era, pero ya no era Nemorino, ni Rodolfo o Il Ducca di Mantova etc sino Pavarotti presumiendo al mundo sus infinitas cualidades canoras. Karajan no le permitió hacer eso en las grabaciones citadas, además de que Luiano estaba en otro plan, ni siquiera consideraba hacerlo.
Esas dos grabaciones podría decirse que son de referencia. Seguidas muy de cerca por su 1er Rigoletto. ¿No creen ustedes?
En fin que descanse en paz el gran maestro Italiano.

Mau.

Hola. Aparte de las dos obras puccinianas que nombra, Pavarotti está excelente en «L´amico Fritz», de Mascagni (con Freni y Gavazzeni)y en «Un ballo in maschera» (con M. Price y Solti).
¡En fin! Una pena… Menudo «annus horribilis» que llevamos (Sills, Sitch-Randall…). Cada vez nos estamos quedando más huérfanos.
Un saludo

Cuando Carreras aun estudiaba en Barcelona, cuando Domingo cantaba en Israel o la compañia Mexicana, depuntaba en Italia Luciano Pavarotti. Pero no estaba solo. Habia otro tenor que le daba seria competencia y de ellos dos se decia serian los herederos del tandem Corelli-Bergonzi. Eran Pavarotti y Aragall. Ambos triunfaban en Italia y en la sacrosanta Scala con diversos titulos. Y La Scala se invento un numerito para ponerlos juntos en un mano a mano, aquellos famosos Capuleti ed Montecchi que eran una deformacion de la obra belliniana pero los ponia a ambos sobre el escenario del coliseo milanes a batirse por ls Scotto. Y a pesar de lo poco belliniano que era, no hay duda que la cosa tuvo su emocion y nos ha quedado el testimonio.

Desgraciadamente las irregularidades de Jaume-Jaime-Giacomo le cortaron el camino al gran estrellato a nivel extra-operistico. Pero esos años desarrollaron un gran rivalidad artistica…y una gran amistad personal. Eran grandes colegas y amigos y el batir de espadas se quedaba en escena.

Creo que Jaume-Jaime-Giacomo hoy tambien estara muy triste, como estamos todos.

Hola Luis Ángel.

Si alguna ventaja tiene mi edad es en poder recordar tantas vivencias según se fueron sucediendo. Entonces rememoro mi entrada al mundo lírico como aficionado-un-poco-informado, alrededor de mis quince años, o sea en 1958, y tengo muy presente el haber leído con avidez los diarios que comentaban el «Escándalo de Roma», de la tan mentada «tigresa», producido a principios de ese año. Según los entendidos de entonces, los grandes tenores italianos del momento eran Giuseppe Di Stefano y Mario Del Monaco, a quienes podíamos ver en las disquerías en vistosas carátulas de óperas completas que salían sin cesar. Bergonzi era mucho menos conocido y para nada ocupaba el lugar estelar de sus colegas mencionados; incluso cuando salió el MACBETH de Warren-Rysanek, muchos, y no sólo yo que estaba en pleno período formativo, no sabían mucho de quién se trataba. Algunos aficionados lo habían visto en el Colón como Cavaradossi y Radamés, pero no había dejado una traza muy vívida. Digo esto con nítido recuerdo ya que lo viví en todos sus detalles.

Mucha mella hizo, en 1960, la muerte de Jussi Björling, quien a pesar de no haberse presentado jamás en Sudamérica poseía (y posee hasta ahora, casi cincuenta años después) una pléyade de admiradores. Recuerdo que un programa radial de la época hizo una encuesta sobre tenores y los postulantes eran Caruso, Gigli, Di Stefano, Björling y Mario Lanza. Ganó por lejos Mario Lanza. Claro; todos tenían en sus retinas los famosos filmes de los ’50 y la magnífica difusión que implicaron entre los aficionados y los no tanto. Fueron disfrutados masivamente, a pesar de que muchos entendidos decían que cantaba muy mal. A mí me gustaba, y debo confesar que me sigue gustando. Debe ser por el recuerdo que me dejó y porque en mí sí que dejó una huella profunda. Con Mario nunca pude ser enteramente objetivo. Casi como con Gigli, que había muerto hacía pocos años y la noticia había llenado la casa de lágrimas como seguramente lo hace hoy la muerte de Pavarotti entre sus fans. Sólo pensar cómo lo deben estar llorando tantas y tantas personas me conmueve. Hoy es, sin duda alguna, un día tristísimo para el mundo de la lírica.

Llegados los sesenta estalló el protagonismo de Franco Corelli, quien a pesar de haber debutado a los treinta años y de haber hecho muchas cosas importantes en los años cincuenta, no tenía el empaque estelar de Di Stefano, Del Monaco y Björling. Pienso también que esa estatura estelar se produjo a partir de su debut en el Metropolitan en 1961, con Manrico, y su Raul di Nangis de La Scala, con aquel elenco de ensueño, en 1962. Los logros anteriores eran conocidos (Gualtiero, Poliuto, Pollione, etc.) pero hasta ese momento no era una estrella, como lo fue después, sino un gran tenor. Los primeros años sesenta trajeron una nueva valoración de Bergonzi, gracias a varios discos de notable aceptación e irrumpió con toda fuerza el fenómeno Kraus. Conste, queridos amigos, que no estoy haciendo historia de la ópera, sino una evocación de cómo veía yo el fenómeno lírico de aquella época según se iba produciendo. Otras personas podrían haberlo visto desde otro ángulo.

En un modesto e inmerecido lugar, a mi ver, se encontraba Gianni Raimondi, de quien se hablaba mucho, sobre todo a partir de la BOHÈME fílmica de Karajan, con la Mimì de la Freni. Un sitial de privilegio que Raimondi no pudo mantener y que fue, en el rol de Rodolfo y en todos los aspectos, a manos de Luciano Pavarotti, de quien se hablaba algo en las revistas especializadas pero que pocos habíamos escuchado. Finalmente lo oí por primera vez en la casa de mi gran amigo y coetáneo Juan Gherzi, fallecido hace menos de un mes. La ópera era BEATRICE DI TENDA, y recuerdo perfectamente que en la carátula el nombre de Pavarotti estaba en letras pequeñas, o, por lo menos, de un tamaño menor al de la protagonista Joan Sutherland, de quien se hablaba muchísimo a partir de su debut estelar con la LUCIA del Covent Garden, de 1959, de la cual yo había leído también las primicias en los diarios. Recuerdo que cuando escuché a Pavarotti por primera vez me hizo recordar a … Björling. Qué curioso; hasta ahora me pregunto por qué, pero fue así. Está claro que después la comparación se me hizo añicos. El deslumbramiento por el tenor hoy fallecido se produjo un par de años después, mayormente a través de dos testimonios sensacionales: la toma televisiva del «Requiem» verdiano con Price, Cossotto y Ghiaurov y la grabación de estudio de L’AMICO FRITZ, junto a la Freni. Ahí todos, tirios y troyanos, quedamos deslumbrados con el timbre cálido, soleado, italianísimo del tenor. Además, aquel Pavarotti aún no estelar tenía un encanto peculiarísimo; algo que el estrellato que se establecería a principios de los setenta, mayormente después de las grabaciones de LUCIA DI LAMMERMOOR, RIGOLETTO e I PURITANI con la Sutherland, su gran mentora, se esfumaría bastante.

Bueno; esas fueron algunas de mis experiencias de aquellos años. Me gustaría que algunos amigos forenses, en homenaje a Luciano, contaran las suyas, esperando que las objeciones, que las hubo, hay y habrá, queden de lado en este momento de tristeza ante la desaparición física de un grande entre los grandes. Para mí, esa línea mágica Caruso-Gigli-Di Stefano-Pavarotti acaba de entrar, a pesar de que Pippo aún vive, en la leyenda.

Un abrazo, todavía entristecido, de vuestro amigo

MPM

me produce el ver a gente que ha crecido con la ópera en al era de los del Monaco, Bergonzi, Corelli, los incios de Pavarotti, Sutherland, etc.

Una pregunta. MPM, hablas de tu debilidad hacia Mario Lanza, tenor del que solo conozco un disco de arias y su porte en el film «El Gran Caruso». Parece tener buenas condiciones.
Se prodigó en el teatro con opera? o eran solo portes a films y algun espoeradico concierto?. Hay grabaciones de operas completas con él?

Saludos,
NICO

Querido Miguel. Recuerdo de joven que se decia que lo tenores del area italiana iban por parejas y decadas. En los 50 fueron pippo y del Monaco. en los 60 Corelli y Bergonzi. Y de ahi se apostaba a los 70 con Pavarotti y Aragall. Luego sucedio que Jaime perdio algo el carro y la pareja fue Pavarotti Domingo, sumandose luego el comodin de Carreras que rapidisimo se coloco en la decada pero tampoco por las causas que fueran, entre ellas su cancer, duro tanto.

Por ah iban mis tiros 🙂 Por lo demas de acuerdo. Y si, que infravalorado quedo Raimondi, cacho tenor!

Este noche de 1,15 a 2,45 homenaje a Pavarotti en TV2, según el teletexto

Menudas horas de ‘prime time’ para emitir un concierto y homenajear con él a uno de los mejores cantantes de la historia de la lírica que acaba de fallecer.
Ahí, metido con calzador en un horario infumable. ¿Así acercan la cultura al pueblo?.
Una lástima…

Historial de Pavarotti en el Liceo de Barcelona, que es el que conozco:

– Debuta en Nov. 1.963, como Alfredo (LA TRAVIATA), además con Virginia Zeani y Piero Capuccilli; dir. orq. M.Wolf Ferrari ( Luciano cantó solo la primera de las funciones – su debut no fue afortunado- y fue sustituido en las dos siguientes representaciones por Michele Molese)

– Ene. 1971, como Rodolfo ( LA BOHEME), además con Montserrat Caballé, V.Sardinero, Nancy Stokes ( esposa de Sh.Milnes), C. del Bosco; dir. orq. C.F.Cillario

– Feb. 1.971, como Edgardo ( LUCIA DI LAMERMOOR) , además con Christine Deutekom, J.Galindo, C. del Bosco; dir. orq. F.Ferraris

– Junio 89, Recital con piano (pianista L.Maggiera), con arias de Rossini, Bellini, Verdi, Massenet, Respighi, Flotow, Mascagni, Sibella y Denza.
( Este Recital, sustituyó al cabo de cierto tiempo, un ELISIR cuyo Nemorino tuvo que cancelar a última hora, por una faringitis )

Tucker

Aqui en la television americana solo han pasado un clip de un minuto, lo cual es muchisimo bajo todos los parametros, y no han dejado de mencionar su fallecimiento , su vida y el velatorio en estos tres dias.

Sin embargo en el funeral noto la significativa ausencia de Domingo y Carreras. A Domingo lo vi en un momento, diez segundos, recordadndo a Pavarotti, pero Carreras nada. Yo suponia que estarian entre los primeros en el funeral.

No están ninguno de los dos. La Freni está de comentarista y Raina canta muy emocionada el Ave María de Desdemona del acto IV de Otello. Doña Mirella dice que se lo habían pedido a ella pero que tenía cerrada la garganta y el estómago.
También he podido ver a Zeffirelli

Bueno, acabo de ver que hoy se inagura la temporada en Los Angeles, una de las compañias de la cual Placido es jefazo. Y se le ha visto haciendose eco de la muerte de Pavarotti. Pero de Carreras na de na.

El Réquiem de Los Angeles será en memoria de Pavarotti…
Como bien dice Trouvere, Domingo dirigirá manana el Requiem de Los Angeles que irá dedicado al maestro Pavarotti, hoy hubo ensayo. Primero se excuso de no ir y luego tengo entendido que tuvo intenciones de ir, pero al parecer no ha resultado. Entiendo que Carreras estuvo en Modena (raro que no haya estado en el funeral).
El concierto que JDF dará en Londres también irá dedicado al maestro Pavarotti y no ha podido estar.
He visto si en el funeral a Volpe.
Saludos,

Queridos amigos:

No creo en otra vida después de la muerte, pero si la hubiera, estoy seguro de que Beniamino Gigli habría recibido con abrazos y honores a su colega Luciano Pavarotti en esa otra dimensión. El modenense, como Björling, Fischer-Dieskau y tantos otros grandes, era un gran admirador de su colega antecesor, y cuando, con motivo del centenario de su nacimiento, se publicó el libro «Gigli», a cargo de Giuseppe Pugliese y otros estudiosos (Matteo Editore;1990) escibió un interesante capítulo titulado «Un milagro a la italiana» (páginas 13/15) que deseo reproducir y traducir aquí, ahora, cuando los dos de los tres tenores más populares del siglo XX, con Caruso, se han unido en la eternidad.

Escribe Pavarotti:

«Hijo de una nación que la historia quiso patria de santos, poetas y navegantes, se desposó súbitamente con la poesia. Esa simple, espontánea, tan profundamente enraizada en nuestra sociedad campesina de ayer, por la capacidad de no anular, en la dura fatiga cotidiana, la fantasía; por la fe indestructible en el sueño e la facultad de darse generosamente a la música en particular. Y es en este rol de poeta campesino que Gigli se hace navegante, embarcándose a lo largo de las rutas de los emigrantes para sublimar, en un oceánico abrazo canoro, la nostalgia de la que puede ser considerada la armada multitudinaria y sin confines de todos los tiempos y todos los países: los trabajadores italianos del brazo y de la mente que han buscado la propia realidad lejos de casa.

Su canto iba directo al corazón, estimulando las conciencias humanas. Escuchar a Gigli y ser tentados a la bondad era la misma cosa. Pero el suyo es más aún un milagro a la italiana porque agrega un precioso testimonio a la extraordinaria vitalidad de las pequeñas ciudades, aldeas y pueblos de esta increíble provincia nuestra, la cual parece prodigar sus ejemplos de genialidad. Entre los aquellos más fáciles e inmediatos tenemos los bosques del Mugello, en el Appenino Toscano, de los cuales descendieron (como canta Rinuccio en «Gianni Schicchi») Giotto y la estirpe de los Medici. Después, esa especie de singular parto de gemelos, en familias distintas, en Montagnana de Padua, che ofrece a los archivos del teatro lírico dos estrepitosos tenores como Aureliano Pertile y Giovanni Martinelli. Y Renanati, aldea medieval de las quietas y dulces colinas, que da al mundo dos almas tan profundamente proyectadas hacia el cosmos interior de la humanidad: Giacomo Leopardi, poeta y Beniamino Gigli, tenor. Pero no basta: entre sus dos realidades aparece una tercera, casi como anillo de unión: el músico Giuseppe Persiani, atento a la poesía como composito y al melodrama como autor teatral.

Si la radio, los discos y el cine, de los cuales era y soy un apasionadísimo aficionado, no hubiesen sido suficientes para incentivar mi admiración por Gigli, mito viviente del canto tenoril en los años de mi juventud, habría sido necesaria la intervención de mi padre, buen corista y tenor aficionado, para abrirme el corazón hacia el artista de Renacati. Y es con el corazón que Gigli era escuchado, antes que con la mente. Los estudiosos podían en verdad reconocer y admirar su técnica que había nacido en los ejercicios de las voces blancas de la Capilla de Loreto, y de tantas otras lecciones, pero su canto tenía un mensaje universal: el amor.

Las carreras teatrales se pueden hacer de diversas maneras, pero para tocar los cielos más altos de la popularidad, allá donde son indispensables el diálogo y la confianza con el gran público, es necesaria la personalidad. Esta fue la fuerza de Beniamino Gigli: una personalidad única, irrepetible, sin duda perfectamente implantada en las atmósferas de su tiempo como supo serlo la música de Rossini. Y como la arrebatadora dinámica sonora del pesarense venció los obstáculos del tiempo, así la voz de Gigli ha confirmado su propio mito destinándolo a la inmortalidad. Una personalidad, la suya, como antes la de Caruso, que convoca enormes multitudes tanto dentro como fuera de los teatros.

Personalmente tuve ocasión de encontrar a Beniamino Gigli en mi ciudad, Modena, donde estaba contratado por el Teatro Comunale. Tenía doce años y estaba particularmente excitado con la idea de saberlo tan cercano, siento un ferviente admirador suyo después de haber escuchado todos sus discos. Pregunté en el Teatro la hora de sus ensayos; a la hora indicada me presenté, y gracias a mi aspecto muy serio, comprendieron que no tenía ninguna intención de molestar. Gigli estaba cerca de los sesenta pero cantaba maravillosamente. Lo escuché durante una hora hacer sus vocalizos, y cuando hubo terminado, dominado por la admiración, me precipité hacia él y le anuncié la gran noticia de que yo también quería ser un tenor. Gigli fue muy gentil. Me dio algunos golpecitos en mi cabeza y dijo: «Bravo muchachito. Es una bella ambición al tuya, pero deberás trabajar duro».

Pienso todavía en eso y me doy cuenta de cuan importantes fueron sus palabras para ayudarme a no perder nunca el impulso de dar lo mejor, y de sugerir a los jovenes que se presentan ante mí, las mismas palabras que Gigli me dijo aquel día».

Yo me permito, en este momento de tristeza y reflexión, y sin apearme de la visión crítica que siempre he tenido sobre Paravotti, pero silenciándola en el momento de su tránsito, de repetir sus palabras, ahora adecuándolas a él mismo. Y así quedaría el párrafo principal:

«Las carreras teatrales se pueden hacer de diversas maneras, pero para tocar los cielos más altos de la popularidad, allá donde son indispensables el diálogo y la confianza con el gran público, es necesaria la personalidad. Esta fue la fuerza de Luciano Pavarotti: una personalidad única, irrepetible, sin duda perfectamente implantada en las atmósferas de su tiempo como supo serlo la música de Rossini. Y como la arrebatadora dinámica sonora del pesarense venció los obstáculos del tiempo, así la voz de Pavarotti ha confirmado su propio mito destinándolo a la inmortalidad. Una personalidad, la suya, como antes las de Caruso y Gigli, que convoca enormes multitudes tanto dentro como fuera de los teatros».

Sin saberlo y quizá sabiéndolo, Pavarotti, al definir la personalidad de Gigli estaba definiendo la suya propia.

Saludos afectuosos,

MPM

Cuando Carreras aun estudiaba en Barcelona, cuando Domingo cantaba en Israel o la compañia Mexicana, depuntaba en Italia Luciano Pavarotti. Pero no estaba solo. Habia otro tenor que le daba seria competencia y de ellos dos se decia serian los herederos del tandem Corelli-Bergonzi. Eran Pavarotti y Aragall. Ambos triunfaban en Italia y en la sacrosanta Scala con diversos titulos. Y La Scala se invento un numerito para ponerlos juntos en un mano a mano, aquellos famosos Capuleti ed Montecchi que eran una deformacion de la obra belliniana pero los ponia a ambos sobre el escenario del coliseo milanes a batirse por ls Scotto. Y a pesar de lo poco belliniano que era, no hay duda que la cosa tuvo su emocion y nos ha quedado el testimonio.

Desgraciadamente las irregularidades de Jaume-Jaime-Giacomo le cortaron el camino al gran estrellato a nivel extra-operistico. Pero esos años desarrollaron un gran rivalidad artistica…y una gran amistad personal. Eran grandes colegas y amigos y el batir de espadas se quedaba en escena.

Creo que Jaume-Jaime-Giacomo hoy tambien estara muy triste, como estamos todos.

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