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Por Publicado el: 11/08/2025Categorías: Colaboraciones

Pedro González Mira, desde la distancia de la cercanía

“En un mundo tan idiotizado, solo los amigos permanecen”. Son palabras entrañables de Pedro González Mira en el último WhatsApp que envió hace apenas unas semanas a quien suscribe. No es tiempo de glosar la carrera, bondades y personalidad de Pedro González Mira, compañero del alma, cuya muerte el domingo, que él mismo vaticinaba desde hace meses, ha originado artículos tan hermosos y sentidos de otros colegas y amigos que lo trataron y conocieron más, como Fernando Rodríguez Polo, Arturo Reverter o Gonzalo Alonso en estas mismas páginas.

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El llorado Pedro González Mira, en uno de los lugares donde se se sentía más feliz

Estas líneas cercanas surgen escritas desde la distancia. No solo de la derivada de no haber residido nunca en la misma ciudad, sino también de la de pillarte el disgusto lejos, en Bayreuth, en el santuario wagneriano que él tanto referenció desde su pasión musical sin corsés ni exclusiones. Una distancia que hace la partida del amigo más dolorosa y solitaria. Su figura, desde esta distancia de la cercanía, se enfoca en su realidad, en la legitimidad de quien fue una de las personas más admirables y nobles del variopinto patio que poblamos y conformamos los escribidores de música.

De Pedro era raro oír palabras negativas o despectivas. Anti-sectario por naturaleza, era ajeno a esto tan acostumbrado entre los críticos de criticar o chascarrillear de los propios colegas, muchas veces en función de la bandera, afectos o músicas y “músicos” en que milites. Como persona y escribidor, era comedido, elegante y temperado, virtud acaso no ajena a su formación matemática.

Melómano apasionado y sabio. Discófilo de libro y enciclopédico a lo Pérez de Arteaga. También riguroso y preciso, como se desprende de sus miles de artículos y los bien escritos libros que publicó a lo largo de su larga carrera, particularmente en los últimos años, en los que tanto esfuerzo, ilusión y conocimiento depositó. Cuando hace poco me envió el último, El poder de la Música, ya me lo hizo saber en la dedicatoria: “Será posiblemente, el último”.

Lamentablemente, no se equivocó. Sentía y sabía que tenía los días contados. Pendiente tengo la lectura y la crítica. Será hermoso y doloroso. Más aún no poder darle mis impresiones, como hacía siempre.

Con su muerte, con su partida al Walhalla imaginario, el mundo español de la música y de la crítica pierde a uno de sus más rigurosos, entusiastas y nobles protagonistas. Los que le conocimos y tuvimos la fortuna de compartir esa pasión común, perdemos modelo y referencia, pero, sobre todo, a un amigo y el norte de la honestidad y el buen ser. Leeré con fervor y cariño entrañable El poder de la Música, Pedro, pero no te tendré al otro lado del teléfono para decirte qué me ha parecido. Será raro…

Justo Romero

El obituario de Gonzalo Alonso

Un comentario

  1. […] Obituario de Justo Romero […]

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