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Por Publicado el: 31/08/2005Categorías: Crítica

Por la reconciliación

Quincena Musical de San Sebastián
Por la reconciliación
“War Réquiem” de Britten. N.Gustafson, A.Prunell, T.Mohr- Sociedad Coral de Bilbao, Coro del Conservatorio de la Sociedad Coral de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. S.Alapont, director conjunto instrumental. J.Mena, director. Auditorio Kursaal de San Sebastián. 30 de agosto.
La Quincena, que empezó el pasado día 4, llega a su semana grande final con una serie de platos fuertes que se añaden, no ya a previos aperitivos sino a primeros platos de la misma calidad. Y, en el caso que hoy nos ocupa, se trata de calidad y cantidad. El “War Réquiem” de Britten, considerado por muchos como su obra más importante en su género, precisa medios amplísimos: una gran orquesta, un numeroso coro mixto, un coro de niños, soprano, tenor y barítono, órgano… y hasta un grupo instrumental dentro de la orquesta que, en esta ocasión, fue hábilmente conjuntazo por Sergio Alapont. Es por ello partitura que se programa poco, aunque la Sinfónica de Bilbao la haya tocado en su temporada, pero la obra venía como anillo al dedo para redondear el concepto que José Antonio Echenique ha querido imprimir a la muestra: un recuerdo a la II Guerra Mundial a los 60 años de su término, con una visión desde la libertad y la reconciliación. El “War Réquiem” reúne tales premisas casi como ninguna otra obra. Britten fue un genio capaz de encontrar, por caminos lejanos al dodecafonismo en boga, un lenguaje absolutamente personal y reconocible. Un genio capaz, no sólo de escribir música, sino de “idear y planificar” música. Así se le ocurrió esta misa de réquiem a cuyos textos tradicionales se unen poemas del soldado muerto en combate en la I Guerra Wilfred Owen. Estamos ante un alegato netamente pacifista, con un claro mensaje de reconciliación en su propio final, en el que se unen tres mundos: el tradicional de difuntos –con soprano, coro y el grueso de la orquesta-, el de las víctimas de la guerra – tenor, barítono y conjunto instrumental- y el del más allá –coro de niños y órgano-. Por tanto obra compleja con extenso rango de expresividad, pero con la sorprendente simplicidad del auténtico genio en algunos números.
Hay que ordenar y controlar muy bien. Lo logró Juanjo Mena, joven valor cada vez más maduro y convincente. Dispuso bien el lay-out escénico y consiguió ir de menos a más, como imbuyéndose del sentido de la obra, a la que despojó de cualquier asomo de efectismo, para concentrase en su intensidad emocional. Nancy Gustafson aportó entrega y su conocido poderío vocal, la musicalidad y línea de canto de Agustín Prunell superaron con creces las limitaciones de color del timbre y Tomas Mohr siguió al pie de la letra la histórica interpretación de Fischer-Dieskau. Muy bien la orquesta, sin duda en alza, y todas las masa corales. Un concierto difícil y bien resuelto al que el público reaccionó con las ovaciones de las grandes ocasiones. Gonzalo ALONSO

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